El tsáchila aprendió a vivir dos realidades

En la comuna Otongo Mapalí se toca la marimba cotidianamente.

En la comuna Otongo Mapalí se toca la marimba cotidianamente.

En la comuna Otongo Mapalí se toca la marimba cotidianamente. Foto: Cortesía Soka Visión

El trinar de las aves, el viento cálido y el aire puro que se respira en el bosque le dan paz a Byron Calazacón. Lejos del ruido de la ciudad, la naturaleza y el entorno de su comuna lo ayudan a conectarse con la realidad de su gente.

En su pueblo, Otongo Mapalí, viste la manpe tsanpa (falda de hombres) sin tapujos. Toca la marimba, habla el idioma autóctono (tsáfiki) y se va de cosecha a su finca.

La cotidianidad de los tsáchilas dentro de sus comunas es diferente a la que enfrentan en la urbe, o fuera de esta. Cuando van a la capital de Santo Domingo visten ropa casual y evitan colocarse las rayas negras en su cuerpo, así como el achiote en su cabeza.

José Zaracay cuenta que cuando visita a sus parientes en las comunas se ‘transforma’. Usa todos los atuendos típicos por respeto a los principios de sus ancestros: “No hacerlo es como faltar el respeto a mis abuelos, padres y a la propia naturaleza”. En cambio, durante sus funciones en la Federación Deportiva, donde trabaja en las relaciones públicas, viste guayabera y pantalón de tela.

Por su contacto permanente con mestizos, Zaracay debe hablar en español, aunque confiesa que algunas palabras a veces las pronuncia en tsáfiki. Byron Calazacón es el enlace entre su comuna y las agencias de viaje de la provincia. Lizardo Suárez se reúne con él una vez a la semana para definir detalles sobre el itinerario de visitas de los turistas que visitarán Otongo Mapalí.

En la agencia Suárez y Suárez Calazacón se lo observa con camiseta y jeans. Tanto es así que no parece tsáchila, dice Suárez, quien agrega una anécdota. “Un norteamericano por poco se rehúsa a ir a la comuna porque creía que le estábamos tomando el pelo con un nativo falso”, bromea.

Los tsáchilas debieron adaptarse a otras realidades desde el contacto que establecieron con los citadinos, en 1958. Así lo señala el gobernador de la etnia, Javier Aguavil. Asegura que esta relación debilitó las costumbres de sus coterráneos, en cuanto a sus formas de vestir.

En el 2014, la Gobernación levantó un censo que determinó que el 80% de los nativos cambió su vestimenta (la nacionalidad está integrada por 1 200 familias). Pero las modificaciones trajeron otras ventajas al grupo étnico, como su visibilización en la sociedad local, nacional e internacional.

En Houston, Estados Unidos, Henry Calazacón fue invitado en julio del 2015 a un encuentro de ecuatorianos residentes en esa ciudad, donde recibió el reconocimiento de la colonia como embajador de honor.

Calazacón comenta que los compatriotas se enteraron de las costumbres de los tsáchilas por las redes sociales, como los rituales chamánicos. Ellos quisieron que les compartan esa experiencia y por eso no dudaron en cursar la invitación a Henry Aguavil.

En los estatutos y mandatos de la nacionalidad no existe una declaración sobre la obligatoriedad para que los aborígenes utilicen su vestimenta, para todas sus actividades. Queda al libre albedrío de cada quien emplearla, agrega el gobernador de la nacionalidad, Javier Aguavil.

Otra realidad que viven los tsáchilas al salir de sus tierras es la tecnología y la comida. Mientras en sus territorios las computadoras o ‘laptops’ se utilizan en menor medida, en la ciudad para ellos es casi una obligación entrar en contacto con estos aparatos.

Los adolescentes, jóvenes y líderes de las comunas que manejan las empresas comunitarias tienen cuentas en las redes sociales y esas herramientas son un gancho para tener contacto con turistas.

Albertina Calazacón, gerencia la empresa Tolón Pelé, y señala que el 80% de sus contratos los concreta a través del Facebook de la organización. 

Por otra parte, esta doble ruta también toca a la gastronomía. El ayampaco y el mallón son la comida típica de la etnia.

Estos platos solo se preparan para eventos culturales y también lo hacen los adultos mayores que se resisten a cambiar sus hábitos alimenticios. No obstante, la mayoría de los integrantes de la nacionalidad adoptaron nuevas costumbres para alimentarse. Las comidas chatarras como hamburguesas o productos enlatados se consumen.

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