‘He intentado suicidarme cuatro veces’

Suicidio. Ilustración: EL COMERCIO

Se calcula que en el 2020 podría haber 1,5 millones de muertes por suicidio. Lea un testimonio.
“Cuando mi hermano murió, hace 14 años, nosotros buscamos ayuda terapéutica. Recuerdo que ambos éramos los raros de la familia. Él era menor a mí con cuatro años y yo siempre supe que teníamos algo. Cuando era niña me cortaba y sentía placer. Era para evitar llorar cuando mis papás me pegaban o algo más pasaba. Él había intentado suicidarse varias veces. Se tomaba alcohol o pastillas y nosotros pudimos auxiliarle en la casa. Pero la última vez no nos dimos cuenta. Es como que nos acostumbramos a sus depresiones. Él se encerraba y creímos que era una crisis más. Escuchábamos el televisor, la radio y no nos imaginamos lo que estaba pasando. La última vez que le vimos era un lunes y se supone que ese día se mató porque estaba con la misma ropa.
“Mi mami estaba cansada porque es difícil lidiar con personas como nosotros, al menos cuando no recibimos medicación. Recuerdo que uno o dos días después de su encierro, ella se desesperó e hizo que abrieran la puerta a la fuerza. Mi otro hermano lo encontró. Se había ahorcado. Para que no haya investigación policial ni autopsia, él llamó a un amigo que era policía y le preguntó qué podíamos hacer. El policía le sugirió que cortara la bufanda y que lo dejara en el piso. Mi hermano no tenía marcas y yo pienso que talvez murió por otra cosa. Cuando personas como él o como yo estamos así, es verdad que nos duele el corazón. Sientes que el alma te quema. Es algo que la gente entre comillas normal no entiende. Te dicen que pongas de parte y que saques fuerza de donde no tienes, que te fijes en el ejemplo de alguien que tuvo muchos problemas y salió adelante. Pero no es tan sencillo, porque esta es una enfermedad en la que la dopamina y la serotonina, que son algo así como químicos del cerebro, no se regulan adecuadamente. Es algo súper complejo.
“Yo soy bipolar y lo supe después de que mi hermano se suicidó. Le conté a mi psiquiatra toda la historia de su vida y sus depresiones. Por eso, el doctor supone que mi hermano también era bipolar. Cuando te dan las crisis propias de esta enfermedad, te hundes tanto que se te cruzan los cables y no quieres saber nada. Puede haber el sol más hermoso, la música más linda, todo puede estar bien a tu alrededor, pero a ti no te anima nada. Yo entiendo por qué mi hermano decidió hacerlo y hasta ahora me pesa su muerte porque siento que pude haber hecho mucho más por él. El psiquiatra siempre me dice que no podía hacer más y que el desenlace era casi inevitable, sobre todo porque él nunca se trató ni habló sobre lo que sentía.
“Yo también he intentado suicidarme cuatro veces. La última vez fue hace como cuatro años y estuve una semana y media en la clínica. Recuerdo vagamente muy pocas cosas, ni siquiera se por qué me intenté suicidar. No sé lo que hice. Para mí, la vida es como la de un drogadicto. Todos los días me digo a mi misma: hoy no lo intentaré. Hoy voy a vivir.
“Es complicado porque las pastillas te tratan de nivelar pero no te mantienen feliz. Cuando tienes la fase maniaca de la bipolaridad, eres capaz de hacer mil cosas a la vez. Yo podía leer mucho, estudiar y sacar buenas notas. Mis compañeros se esforzaban tanto y no lograban sacar buenas notas. Pero yo que estaba casada y tenía un hijo, en las mañanas iba a la universidad y en la tarde estudiaba francés y todo lo aprendía. Luego hasta empecé a trabajar. Por eso te mandan pastillas para dormir, para que el cerebro descanse.
“Primero, un cardiólogo vio que tengo taquicardia y también me detectó depresión. Yo no me entendía, ni siquiera me levantaba para bañarme. Me tapaba con las cobijas y me encerraba. Una tía me dijo: debes ir a un psiquiatra, pero yo no quería porque tenía miedo de que me detectaran algo más grave. Hasta que un día me dije: ya no aguanto, no se por qué soy así ni por qué estoy así. Fui a un psiquiatra muy bueno y desde entonces me trato periódicamente. Él me detectó la bipolaridad tipo 2 y yo ni sabía que esa enfermedad existía. El primer paso es superar la negación y aceptar que soy bipolar. Mis fases de depresión son mucho más fuertes y extensas que las de hipomanía. Me consumo por dentro e intento que la gente no vea que estoy mal.
“Yo evito los cuchillos, evito estar mucho tiempo en la cocina y en el trabajo me alejo de la gente que puede herirme, porque tengo un nivel de sensibilidad sumamente alto y no solamente con lo que me pasa a mi. En realidad me afecta más el sufrimiento de otras personas y puedo pasar llorando por horas, pero me aguanto y lo oculto. Alfonsina Storni era bipolar y la trataban por depresión. Ella se quitó la vida porque tener esta enfermedad es algo muy difícil. Entiendo por qué lo hizo.
“A mí no meda vergüenza decir que soy bipolar, pero la gente sí te ve raro. Me molesta que incluso la familia hable sin saber del tema y que no entienda que es una enfermedad que supera tus límites. La gente tiende a mentir o a agredir porque es algo que le asusta y que no conoce”.