Purita Pelayo encabeza denuncia al Estado de las trans Nuevas Coccinelle

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La transfemenina es una de 10 sobrevivientes de lo que en los ochenta y noventa fue Coccinelle, una organización formada por alrededor de 40 integrantes. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

No acepta que se insinúe que llevó o lleva una doble vida, al ocultar su esencia trans, o al menos al no haber tocado nunca el tema con sus padres. “Esos adjetivos son para quienes andan en malos pasos”. ¿Cómo prefiere que se le llame? “Como te parezca mejor”, responde Alberto Cabral y Cabrera, conocido como Purita Pelayo.

La transfemenina es una de 10 sobrevivientes de lo que en los ochenta y noventa fue Coccinelle, una organización formada por alrededor de 40 integrantes. La mayoría ejercía el trabajo sexual para sobrevivir, otros se empleaban en peluquerías.

Las trans fueron las gestoras de la despenalización de la homosexualidad, que se concretó en noviembre de 1997. No solo recogieron firmas para que sea posible ese cambio en el Código Penal, que tipificaba a la homosexualidad como delito, con una pena de cuatro a ocho años de prisión. También aseguran haber sido víctimas de tortura, detención ilegal y ejecución extrajudicial, por parte de la Policía Nacional, como las más visibles de la comunidad Glbti (Gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexo).

A la cita, en la Plaza Grande, Purita Pelayo llega vistiendo un jean, una camisa y una chaqueta. Además un sombrero, que solo deja algunos mechones de cabello, sobre los hombros. Parece un hombre, visto de lejos. “No me preguntes la edad”, pide y también imaginar que está en sus cuarentas o cincuentas. Solo cuando se saca las gafas, en sus ojos delineados se descubre esa coquetería de mujer trans.

“Hoy no me puse bonita”, dice, en relación a vestirse como la mujer, que desde los 18 aceptó que vive dentro de su cuerpo biológico de varón. Y lo hace por comodidad. “Cuando no tengo dinero para el taxi, no me arriesgo a ir en un bus tan lleno, con tacones y vestido”, cuenta. Vive en el sur de Quito, trabaja en una peluquería. No acepta quitarse el sombrero porque no ha podido pintarse el cabello y no quiere mostrar sus canas.

“Nunca dejamos de llamar la atención, éramos excéntricas al vestirnos, salíamos como Lady Gaga”, recuerda Purita. ¿Por qué? “Lo hacíamos para reconocernos, sentirnos libres, como queríamos ser”. Algunas de sus amigas no eran aceptadas en sus casas o en sus barrios, por lo que salían vestidos como hombre y se cambiaban en los baños públicos de cines. Cuando las encontraban en La Mariscal o en La Y, eran apresadas, golpeadas, extorsionadas.

En esa época, anota Purita Pelayo, “había que ser macho para ponerse tacos, no era fácil, teníamos que perder el miedo”. Pese al paso de los años, la reacción que causan las personas transgénero aún no ha cambiado del todo. Hace unas semanas –cuenta- vivió un mal momento, mientras grababan un video, para anunciar que este viernes 17 de mayo, a propósito del Día Internacional contra la Homofobia, colocarían una demanda contra el Estado en la Fiscalía General. “Una señora nos vio en la Plaza Grande y dijo aish, como que le molestó y estamos en el 2019. Hay gente que nos respeta y otra que no, con todo eso hemos vivido hasta ahora”.

A partir de la publicación del libro ‘Los fantasmas se cabrearon, crónicas de la despenalización de la homosexualidad’, surgió en Purita Pelayo la idea de plantear una denuncia al Estado, con la asesoría de Inredh. De las 10 integrantes de Coccinelle, asegura, unas están en labores de peluquería, otras aún en trabajo sexual o vendiendo ropa usada.

"Queremos que se continúe con investigaciones de muertes y desapariciones de mujeres trans; buscamos una disculpa pública para los grupos transgénero, que nos reconozcan como víctimas de la represión desde los 80 hasta el 2000; y necesitamos una indemnización y pensión vitalicia", dice esta transfemenina que representa a las Nueva Coccinelle.

Esta mañana presentaron la denuncia contra el Estado por el delito de lesa humanidad y persecución a las víctimas de represiones policiales. Este, según Inredh, sanciona el ataque general y sistemático a una población civil, específica por razones de identidad de género. Está tipificado en los artículos 86 y 89 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

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