En muchos casos los ecuatorianos prefieren la comida chatarra. Foto: Patricio Terán /El Comercio
La comida rápida es una de las preferencias para muchos a la hora de comer. Su precio accesible y su fácil obtención son propiedades que la caracterizan. Cadenas nacionales, como internacionales, ofrecen actualmente este tipo de comida. Además, se la puede encontrar en las afueras de las instituciones educativas donde niños y jóvenes acuden en su búsqueda.
Puestos de hamburguesas, papas fritas y hot dogs en las calles y paradas de buses se suman a la oferta que influye que esta comida sea de gran consumo, según Will Waters, sociólogo y co-director del Instituto de Investigación en Salud y Nutrición de la USFQ. Además, se la puede encontrar en cualquier momento del día, lo que la hace más solicitada ya que el horario de universidad o trabajo impide que las personas puedan tener un tiempo fijo destinado a la comida.
El proceso de la globalización y el sedentarismo son algunos de los factores que han influenciado en el cambio en los patrones de consumo, explica Waters. Actualmente hay muchas opciones en comida que no es hecha en casa. También se ha intensificado la oferta de entregas a domicilio, el servicio al auto o la alternativa de comer rápidamente afuera del local sin tener que sentarse.
El surgimiento de estas opciones y hábitos también responde al aumento de una población más urbana en el país que invierte menos tiempo en cocinar en el hogar y opta por alternativas rápidas. Este ritmo de vida hace que las personas consuman más calorías que las que realmente gastan cada día.
Además, los ingredientes presentes en la comida chatarra cambian el flujo hormonal logrando que las personas sigan comiendo, aún cuando ya están satisfechas. Los altos niveles de azúcar y sal que se agregan a estos alimentos y bebidas, inhiben la sensación de saciedad en el organismo. Los “mal llamados jugos” o gaseosas también son grandes portadores de estos ingredientes, afectando al cuerpo humano y creando una sensación de adicción.
La publicidad y oferta de estos productos, inclusive en las perchas de las farmacias, es otro de los estímulos que reciben las personas para consumirlos, según el sociólogo. Un estudio comprueba que un niño promedio en Estados Unidos esta expuesto a 10 000 horas al año de publicidad en la televisión, de esta cifra, el 90% corresponde a anuncios de comida chatarra o bebidas azucaradas. Para Waters es difícil promover una dieta saludable frente al poder de mercado que tienen estas compañías.
Aunque no se le atribuye directamente, la comida chatarra está asociada con el surgimiento de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión y 15 diferentes tipos de cáncer, como el de próstata o mama. Además, la obesidad cobra más de 3, 4 millones de muertes al año en el mundo, según el sociólogo.