En las comunidades de la parte alta del páramo, las construcciones con techos de paja tejida son las más usuales. Foto: Archivo EL COMERCIO
Amplios soberados (espacios en el techo) para almacenar granos, paredes redondeadas de bahareque o bloques de tierra y techos recubiertos con paja tejida caracterizan a las chozas que se construyen en las comunidades indígenas de Chimborazo.
Las propiedades térmicas de los materiales de construcción y los bajos costos son algunas de las razones por las que ese sistema constructivo, de origen puruhá, continúa vigente. Las chozas aún se construyen, en mayor cantidad, en las comunidades más distantes.
José Concha construyó su casa en la comunidad Pulinguí, situada en las faldas del volcán Chimborazo, en la parroquia San Juan. Él necesitó la ayuda de su familia y varios amigos de la comunidad.
Las mingas y tareas colectivas son parte de la tradición constructiva en la cultura indígena. “Es como un intercambio de favores. Los vecinos vienen y nos ayudan, pero cuando ellos necesitan de algún trabajo, nosotros también los ayudamos”, explica Concha.
Él construyó dos chozas contiguas en un predio de 300 metros cuadrados. Las edificaciones funcionan como cocina y dormitorios, y cada una ocupa unos 25 metros cuadrados.
Concha y los demás habitantes de Pulinguí aprendieron cómo construir chozas por enseñanza de sus padres y abuelos. Ellos construyeron la comunidad allí en 1974, tras adquirir las tierras que antes eran de una hacienda.
Para edificar la choza, los comuneros preparan una mezcla de tierra, estiércol de alpacas o de llamas, agua y paja. Para que la preparación alcance la textura adecuada y sea un bloque resistente, varias personas la pisan hasta mezclarla bien.
La mezcla se coloca entre tiras de carrizo, y luego se reviste con más barro hasta formar un muro grueso. Las chozas no tienen cimientos: para garantizar la estabilidad de la construcción, los comuneros cavan huecos en el suelo.
Las chozas que se construyen en esa comunidad no han variado a pesar del tiempo y la aparición de materiales modernos. La economía, las cualidades térmicas y la filosofía andina son algunas de las razones que animan a los comuneros a optar por lo ancestral.
Sin embargo, también tienen desventajas. Las edificaciones tradicionales no cuentan con ventanas, por lo que el humo del fogón de la cocina se acumula en el interior.
La actividad turística y los nuevos conocimientos sobre construcción sí influyeron en las chozas que se edifican en Cacha, una parroquia situada a 20 minutos de Riobamba. Allí, las construcciones guardan el estilo heredado por los antepasados, pero cuentan con espacios para las comodidades modernas. El Centro Turístico Pucará Tambo está en el cerro más alto de la comunidad, es conocido por ser un lugar de convocatoria y atrae por su arquitectura peculiar. Allí hay seis chozas.
Las edificaciones conservan el estilo andino tradicional, pero están equipadas con camas y otros muebles de madera. Además, las ventanas tienen formas similares a la chakana (cruz andina).