La reducción de la fertilidad y el incremento de la longevidad explican el envejecimiento de la población. Los países toman sus medidas. Foto: Archivo
El envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI. Y las consecuencias se sentirán en el mercado laboral y el financiero, así como en la demanda de bienes y servicios como vivienda, transporte y protección social, según Naciones Unidas.
Se espera que el número de personas mayores, es decir, aquellas de 60 años o más, se duplique para el 2050, pasando de 962 millones en la actualidad a 2 100 millones, según el informe Perspectivas de la Población Mundial 2017.
A escala global, el grupo de personas mayores a 60 años está creciendo más rápidamente que el grupo de personas más jóvenes, lo cual es una bomba de tiempo para los sistemas de pensiones.
La fertilidad, la mortalidad y la migración determinan el tamaño y la composición por edades de una población. Y desde 1950 todas las regiones del mundo han experimentado un aumento considerable en la esperanza de vida, es decir, reduciendo la mortalidad.
Si la longevidad aumenta y se reduce la fertilidad, el resultado es el envejecimiento mundial de la población, un fenómeno que lleva varias décadas en Europa o Japón, pero que viene sumando otras regiones del planeta.
En Asia, por ejemplo, la edad promedio aumentó de 21 a 38 entre 1975 y 2015, muy por encima de los 30 años, que fue la mediana mundial, según la publicación Quartz, de noviembre pasado. “Asia Oriental está envejeciendo más rápido que el resto del mundo y las personas están teniendo menos hijos. Entre los factores que explican este fenómeno están el crecimiento económico, el mayor acceso a la educación, la incorporación de las mujeres en el mercado laboral y cambios en la agricultura”.
La mujer promedio de Asia Oriental pasó de tener casi seis hijos en la década de 1960 a menos de dos en la década del 2000. Y los asiáticos también están viviendo más tiempo gracias a la erradicación de enfermedades como la malaria. La esperanza de vida creció 30% más rápido que el resto del mundo.
El aumento de la esperanza de vida es una buena noticia para la humanidad, pero al mismo tiempo supone un desafío para los sistemas de pensiones, señala un reporte de septiembre pasado del banco BBVA. “Se estima que la mitad de los niños nacidos hoy en países desarrollados superará los 100 años de edad. En las condiciones actuales, con edades de jubilación en torno a los 65 o los 67 años, supone que los jubilados del futuro vivirán más de un tercio de su vida con la pensión que reciban del Estado y de los ahorros que hayan reunido en su vida activa”.
El aumento de la esperanza de vida es un fenómeno relativamente reciente, que data del siglo XIX. Hasta entonces, y durante unas
8 000 generaciones, la esperanza de vida se había mantenido estable. Según el trabajo ‘Longevidad: un breve análisis global y actuarial’, del mismo BBVA, desde la época de los cazadores-recolectores hasta el siglo XIX la media de la esperanza de vida de la humanidad se mantuvo en los 31 años. Pero a partir del siglo XIX la tendencia cambió: la esperanza de vida al nacer empezó a aumentar en los países industrializados primero, y en el resto del mundo ya entrado el siglo XX.
El impacto de estos nuevos cambios poblacionales es diferente en cada región. Para el 2050, el 80% de los ancianos en el planeta vivirá en países de ingreso bajo, explica Gloria Grandolini, directora de Prácticas Globales de Finanzas y Mercados del Banco Mundial, quien se pregunta si estos países están preparados para cuidar a los futuros adultos mayores.
Pero incluso en países con mayores ingresos ya enfrentan los problemas para garantizar una vejez digna. Los jubilados chilenos creen que las pensiones que reciben son insuficientes y generaron un movimiento en contra de las Administradoras Provadas de Pensiones (AFP). Esto ha obligado a los candidatos a la Presidencia a proponer cambios al actual sistema. Las elecciones son este mes y en el Congreso ya se barajan reformas legales que incluyen un aumento en los aportes para la jubilación.
En Brasil, uno de los pilares del plan de ajuste fiscal del gobierno de Michel Temer es la reforma del sistema de jubilaciones y pensiones, que propone aumentar el tiempo de aporte de los trabajadores y la edad mínima para poder obtener la pensión completa.
En los 35 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la edad de jubilación aumentará en 1,5 años para los hombres y en 2 años para las mujeres de aquí hasta el 2060, conforme las reformas aprobadas hasta septiembre del presente año.
Entre sus miembros, sin embargo, hay diferencias marcadas. La edad de jubilación en Eslovenia o Luxemburgo está por debajo de los 60 años, mientras en Italia, Holanda y Dinamarca supera los 70 años. Estos últimos establecieron mecanismos de ajuste automático entre la edad de jubilación y el aumento de la esperanza de vida, con el fin de garantizar unas finanzas equilibradas.
Otros países, en cambio, fomentan la natalidad para aumentar el número de aportantes a la seguridad social en el futuro. Es el caso de Polonia, que el mes pasado ofreció pagar un subsidio de 118 euros mensuales por niño, a partir del segundo hijo. El Ministerio de Salud invitó a la población a multiplicarse como conejos para ese objetivo.
De todas formas, los países han priorizado la cobertura a los adultos mayores. El 68% de las personas que superan la edad de jubilación perciben una pensión de vejez, según un informe de la OIT presentado este mes. Pero las pensiones suelen ser bajas en muchos países, dejando pendiente el objetivo principal: garantizar una vejez digna.