El tradicional pase, que este año se realizó el viernes pasado, fue declarado Patrimonio Inmaterial local en Riobamba.
Los diablos de lata, danzantes, payasos, sacha runas, curiquingues, perros y monos que acompañan cada 6 de enero al Rey de Reyes llenaron de música y colores las calles céntricas de Riobamba.
Son los siete personajes del Pase del Niño, una fiesta religiosa que el viernes pasado fue declarada patrimonio inmaterial local en el Concejo Cantonal de esa urbe. Una investigación realizada por un equipo de especialistas de la Universidad Nacional de Chimborazo, sustentó la declaratoria.
Cada personaje se caracteriza por una vestimenta singular y por el rol que cumplen durante las festividades. Además, representan la simbiosis cultural que surgió con el mestizaje.
El sacha runa es para la cosmovisión andina un espíritu sagrado, protector del páramo, del bosque y de todos los seres vivos. Originalmente, su traje estaba forrado de musgo, pero debido al daño ambiental ahora visten con fibras de cabuya.
Este no es el único personaje sagrado para la cultura andina que participa en la fiesta. El curiquingue, quien viste penachos altos en forma cónica y alas decoradas, representa al ave del mismo nombre.
“Muchos elementos sagrados son ahora figuras importantes en las tradiciones religiosas. En la época de la conquista, a nuestros abuelos les impusieron la religión, pero hallaron formas de incorporar elementos sagrados”, dice Valeriana Anaguarqui, yachak de Chimborazo.
Para ella, otro ejemplo de esta creencia, son los danzantes. Antes, ellos bailaban solo en ceremonias para agradecer a la Pachamama por las cosechas y la vida, pero en la actualidad están presentes en las fiestas religiosas más importantes.
El diablo de lata es uno de los protagonistas del Pase del Niño y solo se lo puede mirar en Riobamba. Es que la tradición nació en el barrio Santa Rosa, cuando un grupo de hojalateros quisieron homenajear al Rey de Reyes vistiendo un traje elaborado por ellos mismos.
La elegancia de sus pasos de baile, su trenza tejida de cabuya, y el sonajero que lleva en sus manos son sus características más destacadas. “Quien baila como diablo una vez, debe hacerlo por siete años, sino el mismo diablo aparece y se lo lleva”, cuenta Segundo López, un bailarín.