Seguidores de River, detenidos por provocar desmanes hace una semana. Foto: Agencias
Una mujer con la camiseta de River Plate envuelve en el tierno cuerpo de su hijo de 5 años un manojo de bengalas, para evitar los cacheos en la
entrada al estadio. La imagen se vuelve viral y estremece. ¿Cómo una madre puede adherir una bomba al cuerpo de su pequeño hijo?
La barbarie no queda ahí: minutos después, y como si se estuviese rodando una película de acción, el bus que traslada a Boca Juniors entra a toda velocidad al estadio Monumental: tiene los vidrios rotos y dentro, el capitán del equipo, Pablo Pérez, siente su ojo derecho caliente: un proyectil lo impactó cuadras antes, cuando el automotor fue emboscado por hinchas rivales.
La consumada agresión a los futbolistas resultó en una suspensión del juego. Pero los hechos bochornosos no acabaron: cuando se anunció el aplazamiento del partido del pasado sábado, turbas de River Plate arrasaban con todo lo que podían en las calles aledañas al recinto deportivo, robaban autos y a los asustados transeúntes.
Así de devastadora fue ‘la final del mundo’, pomposo cartel que las cadenas de televisión estadounidenses con oficinas en Argentina -Fox Sports y ESPN- dieron a la serie decisiva de la Copa Libertadores.
Tuvieron que pasar varios días -desde el sábado hasta el jueves- para que las autoridades deportivas de la región determinasen que el compromiso de vuelta entre ‘millonarios’ y ‘xeneizes’ se jugara en cancha neutral, alejada de Buenos Aires, en donde el espectáculo resultó inviable. El decisivo juego se efectuará el próximo domingo en el Santiago Bernabéu, en Madrid.
La ‘final del mundo’ fue un circo patético, un espectáculo que avergüenza y que conmociona. Pablo Alabarces, sociólogo argentino que ha trabajado a profundidad los temas de violencia de los barrabravas, hizo una interesante reflexión: “Somos un país en donde el Estado democrático renuncia a hacer coincidir en tiempo y espacio a dos personas que tengan simpatías futbolísticas diferentes. Pero no solo eso: el Estado demostró
que no puede siquiera garantizar la seguridad solo con los hinchas locales”.
De acuerdo con datos de la ONG Salvemos al Fútbol, en Argentina se han producido 328 muertes violentas en los escenarios del balompié, desde 1922.
Por la violencia, en dicho país no se admite a las hinchadas visitantes. Por ello, la ‘final del mundo’ solo tuvo a fieles de Boca Juniors en el primer juego, disputado el 11 de noviembre, y solo iba a tener afición de River Plate en el fallido partido del pasado fin de semana.
Pero si no hay adversarios o enemigos en cancha, ¿por qué se registraron actos de violencia? ¿Por qué fracasó la seguridad en un partido en el que no se preveían roces? La explicación está dada por el protagonismo de los barrabravas y las relaciones que mantienen con la dirigencia de los clubes.
Un día antes de la final, según reportaron los medios argentinos, la casa de Héctor Godoy, conocido como el ‘Caverna’, fue allanada. Él lidera desde las sombras la barra Los Borrachos del Tablón de River; registra antecedentes penales y por ello su entrada a los estadios está prohibida. Pese a ello, él controla el negocio de la reventa de entradas.
En el allanamiento, las autoridades encontraron 500 tiques para la final, ropa deportiva oficial del cuadro millonario y USD 150 000 en efectivo. Los agentes de Fiscalía manejan la hipótesis de que ‘Caverna’ y su grupo decidieron lapidar el bus de Boca, generar desmanes y torpedear la final, como represalia a la acción judicial que perjudicó su lucrativo negocio.
Los barrabravas se enfrentan entre sí, revenden entradas, torpedean partidos. El hecho no es nuevo: hay que recordar lo sucedido en la semifinal de la Libertadores 2015: otra vez Boca y River, frente a frente. El partido de ida terminó 1-0 a favor de los millonarios. En el entretiempo del juego de vuelta Adrián ‘Panadero’ Napolitano, otro barrabrava, de La 12 de Boca, lanzó gas pimienta a la manga por la que salieron los jugadores visitantes: el juego se suspendió y River Plate pasó a las finales.
Hay una palabra que define lo que, a criterio de los fanáticos, debe tener una barra: aguante. El mismo sociólogo Alabarces elaboró para la Universidad de Buenos Aires una tesis sobre las implicaciones de este término: ‘hacer el aguante’ implica seguir al equipo por donde vaya, armar cánticos, vestir la tribuna con banderas y bombos, pero además tiene una implicación física de confrontación con grupos contrarios.
Es decir, el fanático no solo debe expresar amor por su camiseta, sino que debe ser capaz de hacer lo que sea por su institución, como ‘Panadero’, que lanzó gas para reducir a los jugadores de River, o como los seguidores ‘millonarios’, que intentaron intimidar a los jugadores de Boca al ingreso al estadio Monumental.
Ese modelo de barrabravas que germinó en Argentina también ha tenido una influencia marcada en los equipos ecuatorianos, que en sus filas cuentan con sus propios ‘Panaderos’ y ‘Cavernas’ y también hacen demostraciones de ‘aguante’.
La fallida serie entre River y Boca hiere de muerte al paradigma de la pasión desmedida y al protagonismo de las barras.
Además, también deja en evidencia la poca capacidad organizativa del fútbol sudamericano, recientemente envuelto en actos de corrupción, como el caso del FIFAgate, y que no pudo colocar a ninguno de sus equipos en las semifinales del pasado Mundial de Rusia.