El cementerio de Pijal es el centro de la reunión de todas las familias. Allí se comparte la comida hecha en casa y se recuerda a los seres queridos que partieron. Foto: Galo Paguay / ELCOMERCIO
El Día de los Difuntos es una de las tradiciones que resiste al paso del tiempo y a la modernidad.
La casa de Gonzalo de la Cruz, de 82 años, convoca a varias generaciones de su familia para elaborar figuras de pan, la noche anterior al Día de los Difuntos.
Él vive en la comunidad de Pijal Alto. Sus hijas y sus nietos viven en los alrededores y cada víspera del 2 de noviembre llegan con los ingredientes del pan.
A medida que transcurre la noche, las figuras de pan toman novedosas formas y una a una son colocadas en latas de metal. Estos alimentos se compartirán en la visita al cementerio, donde la gente de Pijal come, junto a otras familias y amigos, alrededor de sus muertos.
Aquí no hay colada, hay champús, una bebida hecha con harina de maíz.
Gonzalo de la Cruz hace figuras de caballos a la perfección, lleva décadas elaborándolas. Pero también amasa rosas y caracoles, entre otras muchas formas. Foto: Galo Paguay /ELCOMERCIO
Una vez que la masa está lista, se la coloca en el horno de leña. Este puede construirse en el interior o exterior de las casas, según el espacio del que se disponga. Foto: Galo Paguay / ELCOMERCIO
Samia Bautista y Sandi de la Cruz amasan en una batea de madera la harina de trigo con los demás ingredientes. Foto: Galo Paguay / ELCOMERCIO