El actual escenario político es capaz de legitimar antivalores como el sexismo y la xenofobia y volverlos estandartes radicales a la hora de sostener un discurso dirigido hacia la búsqueda de culpables. Foto: Agencia AFP
El discurso antimigración no fue el único de los pilares que sostuvo la campaña del magnate Donald Trump. El machismo y el racismo también sumaron en su elección como presidente de los Estados Unidos, en los comicios del martes 8 de noviembre de 2016, que dejaron en carrera a la candidata demócrata Hillary Clinton.
Según el sociólogo Christian Arteaga, docente universitario y candidato PhD (c) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el actual escenario político es capaz de legitimar antivalores como el sexismo y la xenofobia y volverlos estandartes radicales a la hora de sostener un discurso dirigido hacia la búsqueda de culpables y la redención americana. Es por ello, según el académico, que el electorado no reparó en las ‘performance vulgares’ de Trump sino en su simbología como el hombre de éxito que devolverá a Estados Unidos su destello.
“Cuando eres una estrella, ellas –las mujeres– te dejan hacerlo. Uno puede hacer lo que quiera”, dice el magnate en un video del 2005, viralizado en campaña para catalogar su tendencia machista. El clip saltó a la luz pública en octubre de 2016. A más de un mes de las elecciones, la imagen del empresario era sacudida por unas declaraciones que hicieron tambalear su candidatura. Pero quizás ni tambalear. Anteriormente enfrentó acusaciones de varias mujeres como Alicia Machado, Salma Hayek, Natasha Stoynoff, entre otras, quienes lo tildaron como abusivo, pero el empresario supo salir ‘advanti’.
La exposición mediática
Pero, ¿se trataba de hechos aislados o fueron una estrategia para afianzar una imagen de hombre americano ostentoso y amo del mundo? Para Arteaga, la respuesta apunta hacia lo segundo. Según el docente, Trump representa el arquetipo de masculinidad grotesca, vinculada a las características propias del capitalismo: millonario, con poder sobre los demás. Una muestra de ello fue su reality show ‘The Apprentice‘ donde tenía la autoridad para elegir o ‘eliminar’ personas de una competencia.
Esas características en su personalidad, para la socióloga Gioconda Herrera, académica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, sede Quito), hicieron que antes que denotar un sentimiento de vergüenza o culpa, el candidato republicano robusteciera su halo de orgullo, su postura. Es decir, que pese a los escándalos de abuso sexual o xenofobia, Trump utilizó tales antivalores como plataformas de su discurso de poder.
Para Herrera, cada vez que existía una crítica a su misoginia, el magnate no buscó una salida honesta sino una reivindicación a sus palabras. Como calificar de “conversaciones de camerino” a sus expresiones machistas, para no sentirse condenado por la acción.
Esa intención de no ceder, de no renunciar, pese a los factores sociales en contra, hicieron que los seguidores de Trump, según Herrera, recibieran señales de poder por parte de su candidato. Es decir, que el empresario supo jugar con la estrategia de no rendición para mostrarse como una persona que tiene poder por encima de los valores sociales.
El racismo desde casa hacia afuera
A eso habría que agregarle temas como el racismo que también fueron útiles, de manera subrepticia, para mantener la posición radical antimigrantes, sostiene Herrera. Según la socióloga, sumado a la misoginia, devolver el concepto de la supremacía blanca fue clave para que la sociedad americana ‘despierte’ de un gobierno principalizado por Barack Obama. Ni pensar en el factor que una mujer los gobierne, como hubiera supuesto el caso de Hillary Clinton. En ese sentido, agrega, Trump representó, de cierta manera, un volver a poner la ‘casa’ en orden.
Para Arteaga, Trump resulta una metonimia de un sistema patriarcal y machista. Según él, la campaña política y comunicacional de Trump entendió que necesitaba afianzarse en el racismo y la misoginia, instrumentalizando en la figura del magnate postulados que buscaron calar en el votante para marcar una intensidad política a su favor. Lo cual resulta, según Arteaga, más perverso que pensar que solo se trata de un empresario ególatra y mujeriego.
La nueva estirpe política de Trump
Ahora, ¿era necesario que Estados Unidos presentara un candidato como Donald Trump para la Casa Blanca? Para Arteaga, queriéndolo o no, Trump se muestra como la conciencia americana de última generación que vuelve a estar matizada por una tendencia racista, xenófana e intolerante. Esta conciencia americana, dice el sociólogo, estuvo en trance tras los atentados terroristas del 2001 y los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama y tenía que volver a resurgir de la mano de un hombre que se muestre como el estadounidense portentoso, capaz de volver a hacer grande a su nación.
Para Herrera, que la estrategia política estadounidense se haya servido de los discursos de discrimen para sostener una candidatura evidencia la legitimación de lo irracional. Más aún, lamenta la académica, devela una época donde el odio es un instrumento político eficaz.