Antes de la pandemia, Valentina y su novio Alejandro se veían todos los días en el colegio donde estudiaban. Por las tardes iban a la casa de uno de los dos, para hacer tareas. Y pasaban tiempo entre las familias, en comidas o en el cine.
El SARS-CoV-2 cambió todo eso. Cuando la emergencia sanitaria se inició, cuenta la chica de 17 años. A ella la cambiaron a un plantel con pensión más barata, por la crisis económica.
Ambas familias -apunta- eran conscientes del peligro que significaba el contacto entre personas que viven en sitios distintos. Por eso no se vieron durante ocho meses.
“Con el tiempo nos dieron autorización para vernos un mes y el otro no. Y ahora ya podemos vernos una vez cada dos o tres semanas”.
En el caso de Alejandro, de 18, el permiso para ver a su novia depende del estado de salud de su papá, quien por una enfermedad es vulnerable al covid-19.
Se hace chequeos, cuenta Valentina, y cuando está todo normal, Alejandro puede ir a su casa o ella a la de él, sin tener contacto con el adulto.
Cuando se ven sacan a pasear a sus mascotas o ven películas, sin quitarse la mascarilla para protegerse del covid-19.
Pero en realidad, admite la chica, su relación se mantiene gracias a la virtualidad. En la mañana se saludan por chat, antes de que cada quien empiece sus clases virtuales y en la tarde vuelven a intercambiar unos pocos mensajes.
Durante la noche, luego de haber terminado sus tareas, tienen más tiempo para conversar. Así que hacen una llamada telefónica o videollamada antes de ir a dormir.
El fin de semana comparten más tiempo de forma telemática. Se conectan y ven una o dos películas al mismo tiempo.
Aunque el encierro y la falta de contacto físico les han afectado emocionalmente, los jóvenes creen que esta experiencia les ha hecho más independientes el uno del otro.
Esta época difícil ha permitido que relaciones como la de estos chicos se fortalezcan y maduren, señala la psicóloga Montserrat Gortaire.
Hay que animar a los chicos, dice, para que tengan este tipo de relaciones que “son positivas para la formación de una personalidad madura y sana”. En este momento, recuerda, se les debe motivar a seguir viviendo esta experiencia con responsabilidad.
De no ser así, reflexiona, los chicos podrían resultar afectados psicológicamente. Requieren pensar en otras posibilidades para verse, incluso rompiendo reglas, lo que les ocasiona problemas.
Asimismo, la especialista enfatiza en la importancia de la exclusividad en el noviazgo de los jóvenes, con el fin de que desde las primeras experiencias en pareja comprendan sobre responsabilidad afectiva.
Mateo acaba de cumplir 20 años. Apenas unos meses después de empezar la universidad llegó la pandemia y con ella se hicieron comunes las relaciones cortas e inestables.
En el último año ha tenido tres novias. La primera duró dos meses, la segunda un mes y medio y con la chica actual lleva dos semanas y media. “Las relaciones virtuales no funcionan tan bien”.
El joven cuenta que las actividades que realizaba antes, como ir a clases presenciales, comer en la tarde con sus amigos y amigas o asistir a fiestas los fines de semana eran oportunidades para socializar y mantener relaciones de pareja. Ahora ya no es posible.
Con su primera novia, Mateo nunca pudo verse personalmente. Participaban juntos en videojuegos grupales y al final del día conversaban por videollamada.
A la segunda, relata, pudo verla por primera vez tras obtener permiso de los padres de ambos. Se realizaron una prueba para detectar covid-19 y Mateo la visitó en su casa, en donde lo desinfectaron al llegar, le tomaron la temperatura y le pidieron estar dentro de la casa sin zapatos y con mascarilla.
En ocasiones posteriores pasearon en sitios abiertos y comieron en restaurantes.
Con Camila, su pareja actual, se han visto una sola vez y no sabe cuándo será la próxima. Mientras tanto, chatean, se telefonean o hacen videoconferencias.
En el país hay 2, 9 millones de chicos de 13 a 21 años. Para ellos se intensifica la necesidad de mantener relaciones con amigos y parejas, opina la psicóloga Ana María Viteri.
La pandemia -indica- ha causado rupturas por la falta de esa convivencia del día a día en el colegio o la universidad.
“El estar separados da otra perspectiva. Muchas parejas han detectado que sus relaciones no funcionaban bien y con esta distancia obligada por la pandemia han decidido separarse definitivamente”.
En la adolescencia y la juventud es fundamental tener a alguien cerca, para llenar la necesidad de intimidad. Pero, apunta, no siempre la pareja es la figura con la que se puede saciar esa necesidad emocional.
“Se pueden tener relaciones de amistad. Hay que fomentar la interacción social, a pesar de que no se pueden hacer físicamente como antes”. Gabriel eligió esta opción. El chico, de 17 años, cree que la pandemia haría menos posible la estabilidad con una novia. Él no tiene permiso para salir como lo hacía antes de la llegada del covid-19. “No quisiera que a mis abuelitos les pasara algo por mi culpa, si llegara a contagiarme”.