En un patio de vehículos abandonados en el norte, la maleza crece entre neumáticos. Fotos: Diego Pallero / EL COMERCIO
La naturaleza se abre sus espacios en medio del trajín de la urbe. Las plantas herbáceas o malas hierbas crecen en cualquier lugar, sin respetar propiedad ni historia.
En casas abandonadas, en vehículos retenidos por años por órdenes judiciales, en esquinas, sobre cables y paredes, en plazas, veredas y hasta en el asfalto, las plantas se abren paso e irrumpen donde uno menos lo espera, de la mano del abandono y del descuido.
Este ensayo fotográfico intenta evidenciar la lucha constante entre los procesos naturales y el crecimiento de las ciudades. Fue realizado en diferentes lugares de Quito, en donde no es difícil encontrar mala hierba, como evidencia del paso del tiempo y hasta del olvido.
En el Intercambiador de la avenida 12 de Octubre, un arbusto creció a principios de año.
Enredaderas, algunas cargadas de flores, hojas largas y arbustos llegan a cubrir estructuras completas, trepan en el alumbrado público como adorno, a buscar su espacio en medio del cemento.
Plantas de todo tipo se enredan entre cables de la calle Tamayo, en el norte de Quito.
La hierba se abre paso en el asfalto.
En la calle Vizcaya, en La Floresta, la hierba se toma cada día más esta casa abandonada.