En el siglo pasado, la parroquia San José de Minas, ubicada al norte de Quito, fue el escenario de cientos de historias de aventura, peligro y contrabando. Los arrieros eran hombres en su mayoría, aunque también había algunas mujeres, que dominaron el arte de arrear hasta 100 litros de aguardiente en un solo caballo por caminos durísimos, largos y peligrosos.
Ellos debían esquivar a los guardas de estanco para evitar que los detuvieran o les quitaran sus cargas. Los arrieros sacaban ilegalmente desde Minas el aguardiente hacia Otavalo y las afueras de Quito.
Este ensayo fotográfico es parte del libro ‘Arrieros: Historias de caña y contrabando’ y muestra las herramientas y objetos típicos que utilizaban los arrieros en sus faenas.