En su libro ‘No te vayas, campeón’, Roberto Fontanarrosa, el gran caricaturista y escritor argentino, apasionado por el fútbol y por Rosario Central, marca una relación que tenemos los hinchas con los jugadores en el desarrollo del tiempo. “Hubo una época -dice-, cuando yo era pibe, en que los jugadores de fútbol parecían señores grandes (….) Poco después, yo ya tenía la misma edad que los jugadores, éramos iguales, éramos pares. Con el tiempo pasé a tener la edad de los directores técnicos. Ahora estoy en una edad en la que uno, en cualquier momento, pasa a brindarle su nombre a un sector de las plateas o al salón de billares de la sede social”.
El fútbol se ve según la edad. De niños, algunos padres nos acompañaban a la salida del estadio para que viéramos a los jugadores. Queríamos tocarlos, darles una palmada en el hombro. Imaginábamos que nos habrían de contagiar su talento y nos iluminarían en esas noches previas a un partido, cuando dormíamos con los zapatos de pupos y soñábamos con grandes goles, como aquel de Diego Armando Maradona a los ingleses en el Mundial de México 86, que es el gol que todos imaginamos hacer en algún momento de nuestras vidas y eso explica por qué es la mejor jugada de todos los tiempos.
Además, eran jugadas a las que les correspondía un relato: nos pasaban la pelota y decíamos, por ejemplo, “y Mario Alberto Kempes toma la pelota, se lleva de uno, de dos… patea al arco y…”, y para los que nunca fuimos buenos, casi siempre eran goles errados. ¿No?
Cuando se crece, la relación cambia y, mayormente, diremos que el fútbol de antes fue mejor. Nuestros padres (o abuelos) dicen (o decían) que no hay mejor jugador que Pelé; otros, menos viejos, dirán que Maradona es lo mejor que ha existido. Y ya vendrán los días en que algunos dirán: “yo le vi a Lionel Messi”. Ya para entonces quizá no quede ninguno que diga que vio a Pelé, pero sí los que dirán siempre que Maradona será insuperable. Pero algo tendrá esta generación que podría ser la envidia de todas las anteriores: jamás se ha visto que dos jugadores se disputen el trono, como es Messi con Cristiano Ronaldo. Aunque algunos que vivieron en los años 50 decían que Garrincha fue mejor que Pelé, fue una disputa estéril de los que dicen que Buster Keaton fue mejor que Chaplin.
Esta vez, la discusión es más seria: unos van por el argentino y otro por el portugués. Pero en el fondo, lo que se está diciendo es que todo tiempo pasado fue mejor o, para ser más precisos, el fútbol nos devuelve a la infancia, cuando lo único que importaba era salir todas la tardes a jugar a la pelota con los amigos hasta cuando caía la noche . Por eso, el mejor será el jugador de nuestra infancia porque nos sorprendió y nos ilusionó con una vida mejor.
Por otra parte, los mundiales pueden ser una medida del tiempo, como lo eran las olimpiadas en la antigua Grecia. El futbolero puede contar lo que pasó en su vida entre mundial y mundial: las fiestas en la adolescencia durante España 82, la graduación de bachillerato en México 86, la universidad con Italia 90. Y entre uno y otro mundial, la vida, los amores, la peleas, los acontecimientos que podemos decir que fueron antes o después de un torneo.
Todo variará según los años de nacimiento, sin duda, pero el sentimiento será igual: llegará el momento en que comience la vida laboral y a partir de ahí habrá que ingeniárselas para no perder un solo partido. Y en este tiempo de televisores que parecen pantallas de cine, poco imaginarán las nuevas generaciones que antes comprábamos televisores de dos o tres pulgadas, en blanco y negro. A su alrededor, un corro de 10 personas intentaban ver a esos seres diminutos patear una pelota aún más diminuta y no entiendo hasta ahora cómo podíamos gritar esos goles que apenas podíamos distinguir.
Por los años relatados, es fácil desprender que quien escribe esto ya se aproxima a los 60 años y siente una profunda nostalgia porque es cierto que el fútbol nos devuelve a la infancia. Y sabemos que será el último mundial de Messi y el último de Ronaldo.
Pero también sabemos que el fútbol ha perdido una figura. Ya no hay el enganche, el que funciona de número 10. No es ese triste número que funcionaba de marcador izquierdo con Walter Ayoví en la selección ecuatoriana. No: es el tipo Maradona, Platiní, Sócrates, Riquelme, Iniesta: esos seres por donde pasa toda la inteligencia y toda la belleza de este deporte que nos ocupa el tiempo y nos da grandes dosis de felicidad o tristeza.
Más noticias de Ecuador:
Visita nuestros portales: