Estas mujeres se apoyan y resisten al punitivismo

Las integrantes de Mujeres de Frente son parte de la Escuela de Formación Política Feminista y sostienen una economía colaborativa. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

El sofá color mostaza es una oportunidad de diversión para Scarlet. La pequeña aprovecha el acolchonado del asiento y se para de cabeza. Su abuela, Analía, le hace cosquillas y -en medio de carcajadas- la niña intenta sobreponerse para llevar de nuevo sus pies a las alturas.

Sobreponerse, como ahora lo hace su pequeña nieta, es parte de la historia de Analía. A sus 60 años, continúa junto a las mujeres que, en el 2004, llegaron a ella y no la soltaron más.

En ese año hubo un amotinamiento en la cárcel de El Inca, en donde Analía estuvo durante nueve años. Con ese hecho surgió la organización Mujeres de Frente. Sus integrantes buscaban apoyar a las encarceladas. Algunas estaban junto a sus hijos, recuerda Analía.

“Ellas (las Mujeres de Frente) se convirtieron en parte de mi familia, eran mis visitas”, cuenta. Desde entonces se sostienen.

Tras su excarcelación y la de otras mujeres, las reflexiones de Analía y sus críticas con respecto al castigo hicieron que, en el 2008, surja la Escuela de Formación Política Feminista y Popular.

Esta se mantiene como un espacio de formación permanente de las mujeres que son parte de la organización: presas, excarceladas, comerciantes autónomas de la calle, recicladoras de residuos, trabajadoras sexuales y del hogar.

Todas se definen como un colectivo contra el castigo. ¿Por qué? Andrea Aguirre, quien coordina la Escuela de Formación Feminista, dice que experimentan no solo la violencia penitenciaria sino, en general, la violencia estatal. “Varias compañeras, durante períodos, han sobrevivido a eso aunque no hayan pagado prisión”.

54 mujeres cabezas de hogar son parte del colectivo, al que se suman sus niños, niñas y adolescentes. Las acciones también están dentro de la prisión. En el pabellón B de mujeres de la cárcel de Latacunga, otras 15 están activadas en el acompañamiento.

Economía colaborativa

Las violencias que viven las integrantes de Mujeres de Frente las llevan a la organización cooperativa. Por eso tienen actividades de carácter económico: el taller de costura y la canasta comunitaria de alimentos.

El primero consiste en la fabricación de vestuario con sus propias manos y bajo pedido, aunque ya cuenta con su propia línea de ropa, que está disponible en la página web de la organización. Y para la canasta compran -juntas- alimentos básicos al por mayor. Con esto abaratan su propia alimentación y, además, ofrecen los productos en una tienda.

Su idea, explican las mujeres, es generar un trabajo cooperativo, sin competencia y sin jefes. “Nuestro objetivo es tener alternativas de trabajo digno”, señala Aguirre.

Así es como lo piensan Margarita y Lidia. Ambas son comerciantes de la calle que se han visto más afectadas en sus ingresos desde que empezó la pandemia.

Luego de terminar un curso de costura, en el que elaboraron mascarillas, Margarita se puso a pensar cómo subirá y bajará de los buses ‘al vuelo’ para vender sus chifles de sal y de dulce, cuando llegue a la tercera edad.

Así surgió la idea del taller de costura. “El propósito es que aquí haya trabajo para las que no pueden conseguir afuera: las de la tercera edad -que es hacia donde yo voy- o las personas que salen de la cárcel. Para ellas no hay posibilidades”.

Al igual que ella, Lidia se enfrenta a lo que otras comerciantes autónomas: la persecución de funcionarios municipales y las nuevas normas del transporte público.

Lidia cuenta que, ahora, para subirse a ofrecer sus papas y chifles en un bus deben pagar pasaje. “He pagado los 0,35 centavos y no he vendido nada”. Pero eso no la frena y decidió formarse para entender mejor su trabajo y el valor del mismo, en La Casa de las Mujeres, como conocen ella y sus compañeras al edificio de la organización. En talleres y asambleas con otras mujeres entendió que, de su negocio debe obtener hasta los 0,50 centavos diarios de luz que consume. Antes pensaba “que eso no importa porque son dos o tres dólares”.

Rumbo al empoderamiento

Los hermanos de Lidia, quien cría sola a su hijo, le decían que, por ser hombres, son los encargados de darles todo a las mujeres y que, gracias a ellos, ellas viven. “Ahora sé que no es así, que nosotras sí podemos salir adelante, así tengamos un hijo, aunque nos discriminen por ser madres solteras”. En Mujeres de Frente, asegura, aprendió que eso es el patriarcado. Margarita también describe ese concepto: “yo decía que nací pobre, pero no es así. Las políticas patriarcales son las que me empobrecen y me ponen trabas”.

Frente a las diversas violencias que vivieron, y que aún atraviesan, Analía, Margarita y Lidia coinciden en una cosa. Las tres aseguran que la organización femenina colectiva es la única salida.

El dato

Mujeres de Frente lleva a delante una campaña de recolección de fondos para entregar una beca mensual a las participantes de la Escuela de Formación Política Feminista y Popular. Aquí puede contribuir.

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