En helicópteros de las Fuerzas Armadas o en canoas de pescadores artesanales. A pie, subiendo cerros en medio de paisajes andinos o recorriendo extensos senderos para llegar a remotos caseríos costeños.
Estas son algunas de las estrategias del Ministerio de Salud Pública (MSP) para ampliar la cobertura de vacunación en las comunidades rurales del país, desde esta semana. El plan se acelerará con las monodosis de Cansino. Han llegado 200 000 fórmulas de 700 000 solicitadas.
La zona 8 ha pedido 12 000 fórmulas para esta primera semana. La coordinadora Alexa Zambrano dice que si bien el territorio es más urbano (abarca Guayaquil, Durán y Samborondón) y ya se ha cubierto al 73% de la población con al menos una dosis, hay grupos que aún requieren atención.
“Hemos identificado caseríos adonde llegaremos en helicópteros. Otro grupo es el de privados de libertad (16 000), que serán inmunizados cuando tengamos seguridades. Y las brigadas casa a casa, en zonas urbano-marginales, donde hay vigilancia activa de covid”.
En las últimas semanas la logística se ha desplazado a comunidades del golfo de Guayaquil, como Puerto Roma. En su muelle, que usualmente recibe a pescadores y cangrejeros, desembarcaron las primeras dosis para el poblado.
“He hablado con las familias para explicarles que debemos estar vacunados; no importa que vivamos aislados o que vivamos fuera de la ciudad, debemos estar protegidos”, dice Agapito Risco, presidente comunal de Puerto Roma.
El despliegue en la isla Puná, más lejana, incluyó un helicóptero militar. Los grupos de vacunadores llegaron en lanchas guardacostas para inmunizar a casi 1 000 isleños en un día.
Esta logística es parte de los 10 pilares de acción del Plan Fénix, propuesta de manejo y control de la pandemia presentada el jueves. La articulación con las Fuerzas Armadas busca acelerar la vacunación en zonas de difícil acceso.
La meta es llegar a 800 000 personas que viven en áreas rurales, comunidades aisladas y zonas urbanas periféricas de 80 cantones, en 17 provincias.
Con las monodosis, las coordinaciones zonales de Salud levantan informes para la aplicación. Isabel Cueva, de la zona 7 (El Oro, Loja y Zamora Chinchipe), comenta que no solo esperan llegar a sitios recónditos sino cubrir a las poblaciones en condición de movilidad en la frontera. Aquí requieren un poco más de 56 700.
Desde el inicio de la pandemia, la doctora Verónica Chávez se enfocó en la atención a lo rural. La especialista en Emergencias y Desastres dice que el distanciamiento entre comunidades y familias desaceleró el avance del virus y el contagio fue menor.
Pero esa dinámica implica un riesgo de vulnerabilidad. “Eso no ha permitido la inmunidad colectiva -de forma natural- como ocurrió en las zonas urbanas. Si alguien se contagia, la comunidad se infecta y puede ser grave”.
Por su experiencia, Chávez sugiere dar prioridad a las comunidades amazónicas de Morona Santiago y Pastaza, más expuestas al virus por la actividad comercial.
Algo similar ocurre en caseríos de la Sierra, por ejemplo, en poblados cerca de ciudades como Latacunga (Cotopaxi) y Riobamba (Chimborazo), donde el riesgo de transmisión aumenta por el intercambio en ferias populares.
En la Costa, analiza Chávez, podría haber más resistencia. Esmeraldas, Guayas, Santa Elena y Manabí tuvieron un brote inicial tan fuerte, con tasas de letalidad cinco veces mayores a las esperadas en el 2020, que no se ha vuelto a repetir. Y eso podría incidir ahora en el ausentismo.
Por eso recomienda el acercamiento con los líderes comunitarios, para tener más apertura. Con esa estrategia coincide John Farfán, presidente de la Asociación Nacional de Médicos Rurales.
Son unos 10 000 profesionales que cubren apartados territorios y que han sido convocados por el MSP para trabajar en la promoción de las vacunas, en las casas y centros de salud.
Es necesario para alcanzar la inmunidad colectiva, dice el epidemiólogo Johnny Real. Los grupos sin vacunar más la capacidad de mutación que tiene el virus constituyen una fórmula peligrosa que activa el riesgo de nuevos brotes.