¿Quién repara el corazón roto de una madre frente al dolor de ver a su hija violada y asesinada? Es la pregunta que hace Ruth Montenegro, mamá de Valentina Cosíos, una niña de 11 años a quien Ruth envío a la escuela hace cinco años, con vida, y la recogió muerta.
“Díganme ustedes -grita- si hay manera de paliar el dolor de la constante herida que deja la violencia feminicida”. Asegura que se refiere a la inoperancia de las instituciones del Estado; a las leyes que no responden a la realidad de niñas y mujeres de la ciudad, y mucho menos a las de zonas rurales.
Todo esto -dice Ruth- se conjuga para creer que la violencia es normal. Por eso, ella y otras siete familias se unieron para recuperar la memoria de sus víctimas de femicidio, en un acto que -aseguran- para ellos es reparador.
Las historias son parte de Flores en el Aire, una herramienta con los mapas de tres ciudades, que van más allá de la ubicación del territorio que habitaron las víctimas. Estos permiten recorrer sus pasos, sus gustos y sus sueños.
Las rutas, que honran la memoria, son también caminos de injusticia, señala Paulina Jiménez, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Los mapas narran la lucha incansable en la búsqueda de justicia por parte de las familias.
¿Por qué en mapas? Porque la vida de las mujeres asesinadas por razones de género se inscriben en un territorio; en calles, en plazas, en sus viviendas, explica Jiménez.
Las estadísticas oficiales registran 443 femicidios entre agosto de 2014 y noviembre de 2020. Y en ese mismo período, la Alianza para el Mapeo de los Femicidios en Ecuador reporta 883 casos.
Que los femicidios no queden en la impunidad y se conviertan en una cifra más implica que madres, como Yadira Labanda, se conviertan en ‘investigadoras’. Después de que mataron a su hija Angie, en 2014, se levantaba cada día para “ir detrás de los fiscales”, cuenta.
Fueron dos años y medio de búsqueda, de pegar afiches, de cruzar la frontera, de rogarle al exnovio de Angie (el femicida) por información. “Fueron dos años y medio de luchar durante el día y de pedir de rodillas por la noche”.
La construcción de los mapas le permitió a esta madre conocer los relatos de otras víctimas y acompañar a sus familias. “Muchas no sabemos cómo hacer un duelo. Lo hacemos tratando de buscar ayuda, porque el Estado no nos ha podido dar reparación integral”.
Parte del duelo de Yadira es mirar las fotos de su hija en el mapa de Lago Agrio, en los sitios en los que Angie estuvo. Por ejemplo, en el parque Nueva Loja, adonde solía ir con sus amigos.
Las familias, pocas veces sienten que se hace justicia verdadera, dice Adriana Lucio Paredes, oficial de programa del PNUD. Por ello es necesaria una reparación simbólica para sus miembros.
Y es que “la reparación estatal no existe”, coincide Mónica Jiménez, madre de Nicole, una chica de 19 años que tenía un sueño: ser paramédica y salvar vidas. Y su vida fue tomada por paramédicos, por compañeros, relata su madre.
“Pese a ser criminales continúan transitando en la impunidad”, reclama Mónica. Y cuenta que al profundo dolor de la pérdida de su hija hubo que sumar la indignación, porque los operadores de justicia “asesinaron la verdad”.
Que la historia de ‘Niki’ se conozca es una manera de decirle basta a la impunidad, dice la madre. Esto, porque para ella y otras familias de víctimas, día a día continúa la revictimización.
Conocer las realidades detrás de las cifras de femicidios es una forma de interpelar los efectos que este delito tiene en las familias y en la sociedad, sostiene Geraldine Guerra, de la fundación Aldea.
Ecuador cuenta con la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. Y la Secretaría de Derechos Humanos anunció que para el período 2022-2025 se destinarán USD 24 millones para combatir este mal.
La justicia -sostiene Guerra- debe acercarse a los territorios y no las víctimas a ella. “Señor Guillermo Lasso, queremos una ley reparadora”, le dice al presidente.