Las Matemáticas es el lenguaje que debe ser reaprendido

Galileo galilei. Su pasión por las matemáticas lo llevó a plantear varios modelos científicos sobre el orden de los cuerpos celestes en el universo. Foto: Retrato de Galileo Galilei reaizado en 1640 de Justus Sustermans / Dmitry Rozhkov / Wikimedia

En uno de sus recientes monólogos científicos, el matemático y youtuber Eduardo Sáenz de Cabezón explicaba que existen tres líneas marcadas entre quienes defienden a las matemáticas cuando surge la pregunta: ¿y para qué sirven?
Frente a esta interrogante, unos optan por una pregunta más abstracta: ¿y para qué sirven la poesía o la música? Otros, en cambio, apuestan por irse más a la defensiva, diciendo: “sin matemáticas no hay puentes ni computadoras”. Entre estos aparece una tercera posición que mira a las matemáticas no solo como una ciencia exacta que está presente en todo el universo, sino además como una construcción humana que ha permitido domar a la creatividad para que esta, cuando es responsable de dar forma a nuevos aparatos o teorías, tenga una verdadera estructura lógica.
En Ecuador, de acuerdo con los últimos resultados de las pruebas PISA, las matemáticas son una asignatura pendiente entre los escolares. En tests cuyo puntaje máximo son los 1 000 puntos, los estudiantes de colegios nacionales apenas alcanzaron una calificación de 377.
La psicóloga educativa María Fernanda Cevallos dice que el aprendizaje de las matemáticas en escuelas y colegios del país es problemático, porque se suele partir de dos presupuestos: no es inmediatamente útil y su enseñanza es aburrida. Con esto se deja de lado uno de los factores claves de la contemporaneidad: en una sociedad hiperconectada, las matemáticas brindan las herramientas necesarias para entender el mundo más allá de lo meramente evidente y crear herramientas (aplicaciones, bases de datos, entre otras) que permitan que las personas estén en una misma sintonía.
Más allá de una apología de las matemáticas, lo que urge es que la enseñanza de esta ciencia deductiva, al menos en los primeros años de formación escolar, esté enfocada en ir más allá de la resolución de problemas a partir de casos hipotéticos. En un artículo publicado como parte de sus investigaciones en Educación para la Universidad de Boston, Sam Richard sostiene que la meta de las matemáticas debe ser ubicar al estudiante en situaciones complejas para que, a partir del uso de la lógica y el razonamiento, pueda encontrar soluciones prácticas a casos reales, ya sea en su vida profesional o personal.
Irene Aldridge, investigadora en matemáticas financieras de la Universidad Cornell (Nueva York, EE.UU.), es mucho más enfática en el uso de esta ciencia en la vida diaria. En un artículo sobre la educación matemática en edades tempranas, ella explica que el aprendizaje de los números y sus cálculos permiten que los niños comprendan elementos como el valor del tiempo o el dinero, además de prepararlos para un mundo donde pululan las carreras técnicas y relacionadas con cálculos matemáticos. Detrás del planteamiento de Aldridge existe una realidad: el Método Singapur, el cual alcanzó cierto grado de popularidad el año pasado, cuando Jeff Bezos lo puso en la discusión educativa como uno de los “mejores” en su estilo.
A diferencia de las matemáticas tradicionales, las cuales centran su atención en la memorización de procesos necesarios para encontrar una solución, el Método Singapur se enfoca en la lógica que existe detrás de la resolución del problema. A través de los pilares Concreto, Pictórico y Abstracto, los cuales resultan en el uso de imágenes, símbolos u objetos en el aula para comprender matemáticas, los alumnos desarrollan habilidades numéricas en torno a situaciones concretas.
A la postre, esta metodología no busca enseñar una mayor cantidad de contenidos sino que el estudiante comprenda objetivamente lo que el docente le imparte. Es, en otras palabras, una técnica para hacer más reales a las matemáticas.
El desarrollo de estructuras lógico-matemáticas del pensamiento van más allá de las ciencias exactas. Al menos esa es la experiencia de Jaime López, docente de biología. En clases, las matemáticas se expresan a través de los patrones migratorios de las aves, la disposición de las celdas dentro de los panales de abejas, las proporciones de las partes del cuerpo humano, etc.
Para transformar el bajo puntaje de las matemáticas entre los ecuatorianos, uno de los retos es volverlas funcionales para los mismos estudiantes. En China, donde se desarrolló el método Maestría de Shanghái, uno de los más exitosos de su tipo, en la enseñanza de esta materia se pone énfasis en que todos los alumnos de una clase aprendan un solo concepto y, solo a partir de entonces, pasan al siguiente. Además, lo profesores ponen especial atención a la manera en que sus estudiantes comunican los problemas, porque es en el uso de un lenguaje aparentemente lógico donde se logra medir el éxito de esta metodología, ya que es altamente conceptual y requiere la comprensión de las ideas para luego plasmar ejemplos reales y útiles.
Estas metodologías que resaltan los usos prácticos y teóricos de esta ciencia pueden permitir que se comprenda la idea que planteó Galileo: “Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el Universo”. O sea, son un lenguaje. Si los estudiantes que ahora fallan en las pruebas PISA llegasen a estar en sintonía con este lenguaje, ni siquiera se plantearán si las matemáticas son útiles o no, pues comprenderán el mundo a partir de usar esa ciencia. El punto es cómo reaprender ese lenguaje para que, en lugar de memorizar sus reglas y pasar unas pruebas, sirva para entender la realidad misma.