De acuerdo con la ley aprobada, las víctimas de violación deberán demostrar que sufrieron ese atroz momento. Lo mismo pasa con las mujeres que soportan otros tipos de violencia, y que no siempre viven para contarlos. Margarita Carranco, con amplia trayectoria en el activismo por los derechos de las mujeres y contra la violencia de género, reflexiona al respecto.
¿Por qué a las mujeres no nos creen que sufrimos violencia y tenemos que demostrarlo?
Desgraciadamente, vivimos todavía en una cultura machista. Las causas de la violencia son estructurales y esa estructura es patriarcal: un presidente hombre, la mayoría de ministros hombres. La estructura no ha cambiado, entonces es natural que los hombres dirijan y decidan. Pero también hay una causa cultural. Desde pequeños, a los niños y niñas se les dice cuáles son sus roles: las mujercitas tienen que cocinar, el hombre va al fútbol y las mujeres nos quedamos cocinando, lavando y planchando. Viene de generación en generación.
Está naturalizada la violencia.
Por eso no nos creen. Además, no les interesa creernos, porque a determinados hombres les interesa mantener esas relaciones de poder. Siguen creyendo que su rol es disciplinar, gritar, castigar y hasta matar.
Además hay una posesión sobre el cuerpo, ¿a qué responde?
A la noción machista de “la mujer es mía”. Ellos piensan “eres mi mujer, mi pareja. Cumple con tus obligaciones de cocinar, lavar, planchar, tenerme lista la comida, cuidar a los guaguas. Y, además, cuando yo quiera tu cuerpo es mío”. O del otro lado dicen “yo soy tu papá, entonces te puedo tocar”.
Con lo que ocurrió en el parque La Carolina se ve que la violencia ya no solo pasa en la casa.
Así es. Ya ha pasado de lo privado a lo público, incluso el femicidio.
Con este caso surgió el debate de si se debe grabar para dejar evidencia o ayudar a la víctima, que luego va a necesitar demostrar que sufrió violencia.
La grabación, mientras se utilice como testimonio y no como morbosidad, es correcta. Si la persona grabó y guarda eso como prueba y, además, valientemente se ofrece a ser testigo, correcto. Pero también está bien ayudar como lo hizo el turista. Es nuestra obligación ayudar a una persona que está en una situación de violencia.
Muchos prefieren no meterse y responden con indiferencia.
Tenemos que ser lo suficientemente sensibles. Si mi vecina empieza a pedir auxilio, yo me muevo, llamo a la Policía, golpeo su puerta y digo “señor, ya basta”. Llamo a los vecinos y nos unimos todos. No importa lo que pase después o si ella vuelve con su agresor, porque se puede salvar a alguien actuando. Hacerle notar a ella que no está sola es bastantísimo.
No solo debemos demostrarle a la sociedad que sufrimos violencia, también al Estado, como en el caso de las víctimas de violación.
Quedamos como que no hay ley. La niña de 10 años no sabe que está embarazada. Hay varias revictimizaciones y traumas. El primero: la niña es violada en la casa o la calle. Segundo: hacer público en la familia, en donde posiblemente esté el violador y se culpan unos a otros. Tercero: la niña y los papás deciden que aborte porque es pequeña para ser madre y lo hace de forma clandestina, con riesgo de morir. Por último: aborta y va a la cárcel. Cuatro traumas que con la ley quisimos evitar, porque teníamos que proteger a la víctima y no hay protección en el veto. Al contrario, se la expone, es como no tener ley… como no tener nada.
¿Qué posibilidad hay de que una víctima, efectivamente, denuncie que fue violada?
Eso no se puede, nadie se atreve a denunciar que es violada. Hay una visión conservadora, equívoca, que no protege a estas niñas y adolescentes. Ellas no saben qué hacer porque fueron violadas, no tienen la culpa y, encima, tienen que demostrarlo.
¿Qué ha producido esa visión conservadora?
Acusa a las feministas. No es que queríamos tener la ley para abortar en masa. ¿Quién decide eso? A nadie se le ocurre. El aborto es difícil, es para proteger a las que decidan hacerlo. A ellas les estamos dando un destino doloroso, obligándolas a seguirlo.
¿Qué nos falta como sociedad?
Empatía. Cuando el problema es del otro no lo descubres, pero cuando está cerca lo entiendes. ¿Qué tal si tu hija de 10 años es violada por su hermano o su vecino? Harías que aborte porque no puede ser que una niña con juguetes, de repente tenga un niño, que no sabe cómo criar.
Margarita Carranco
Es defensora de los derechos humanos, con énfasis en las mujeres. También lucha por los derechos de los animales y la naturaleza. Fue educadora y política; miembro de Mujeres por la democracia, concejala y vicealcaldesa de Quito y asambleísta alterna. Trabajó con enfoque de género en las fundaciones Tierra Nueva y Esquel. Fue asesora de la Defensoría Pública.