No todas las madres tienen la oportunidad de compartir el espacio laboral con sus hijos. Las que pueden hacerlo lo disfrutan y les llena de orgullo y de sonrisas. Esa es la experiencia de Ximena Grijalva, gerente general de Vertmonde, y Mariana Sarmiento, gerente de la Constructora Sarmiento – Rodas, dos empresas ubicadas en Quito.
Las dos mujeres trabajan junto a sus hijos en proyectos familiares desde hace varios años. A lo largo de su vida, les han inculcado con ejemplo el amor a la familia; el valor del trabajo; y que con diálogo, comunicación y respeto se puede solucionar cualquier dificultad que se presente, tanto en el ámbito familiar como en el laboral.
Aunque a la mayoría no le emocione mucho la idea de trabajar junto a su mamá, los hijos de estas mujeres han podido crecer profesionalmente, empezar a cumplir sus sueños y disfrutar lo que hacen en familia. Además, generan fuentes de empleo para otros.
En esta nota periodística conoceremos sobre sus actividades y los retos de ser mamá, hijos, jefa y compañeros de trabajo a la vez.
‘Hay que seguir, sin importar nada, mañana será mejor’
El deseo de mantener el ambiente limpio y un planeta verde fue la idea de Jhoanna, la mayor de los tres hijos de Ximena. La madre apoyó a su hija y así nació Vertmonde, una empresa dedicada al manejo de residuos electrónicos, en Quito.
Jhoanna estudió Ingeniería Ambiental e hizo una especialización en gestión de residuos. Lo que quería era evitar el problema que causan los residuos electrónicos en el ambiente. “En ese entonces, en Ecuador todavía no se hablaba de eso, pero ya era un problema a nivel mundial”, contó.
En 2009, ella le dijo a su mamá: “Yo no puedo permitir que en mi país se repliquen historias como las de África, India, donde existen unos botaderos gigantes de residuos electrónicos a cielo abierto. Necesitamos hacer algo”.
Su madre, aunque no sabía nada del manejo de residuos le dijo “te apoyo”. Pero no fueron solo palabras, empezó a realizar todos los trámites legales para la creación de la empresa y buscó el terreno donde realizarían las operaciones. En el proceso se sumó también su segunda hija, Belén.
La empresa inició las operaciones en enero del 2010. Cada una tiene su papel establecido: Ximena es la gerenta y se encarga de la parte financiera de la empresa; Jhoanna está al frente de la parte técnica, y Belén es la encargada de recursos humanos.
Ellas recuerdan que cuando nació el emprendimiento las tres se encargaban de todo, desde cargar los equipos electrónicos hasta desarmar los aparatos. “La primera recolección fue a un colegio particular de Quito. Ellos nos llamaron y nos dijeron tenemos un aula llena de aparatos electrónicos, por favor, llévenselos. Nos tocó a nosotras cargar todos esos equipos”, contaron las emprendedoras.
Después de un tiempo contrataron a dos personas para que les ayudaran, pero los ingresos de la empresa no eran suficientes para el pago de salarios y los gastos de arriendo. El padre de familia, que siempre las apoyó, por cerca de tres años les dio dinero para pagar a los empleados que tenían.
Las tres emprendedoras reconocen que “al principio fue duro”. Las personas no querían deshacerse de sus aparatos electrónicos, les daba pena o nos preguntaban ¿cuánto me van a pagar? “Siempre hay dificultades, pero siempre les estoy empujando a las dos. Hay que seguir, no importa, mañana será mejor y, gracias a Dios, nos va mejor ahora”, señaló Ximena.
Ahora, 21 personas trabajan en Vertmonde, para tener un mundo siempre verde. La empresa está en el Parque Industrial Quito.
‘Combinamos profesionalismo, experiencia y amor’
La constructora Sarmiento Rodas nació hace 28 años como una sociedad familiar. Después de un tiempo, Mariana Sarmiento se quedó a cargo de la empresa y con el pasar de los años se fueron incorporando sus tres hijos a la compañía. “Ingresaron a trabajar después de graduarse de la universidad”, contó la madre.
Primero lo hizo el mayor, Juan Pablo, de 47 años. Él estudió ingeniería civil e ingresó a laborar junto a ella en los proyectos que realiza la constructora en los valles de Los Chillos y Cumbayá.
Luego, se incorporó Gustavo, de 34 años, su segundo hijo. Él siguió administración de empresas y se dedica a la parte financiera de la organización. En 2020 se unió Michelle, de 27 años, la menor. Ella se graduó de arquitecta y empezó a trabajar junto a su familia.
“Para mí es bonito e importante trabajar con ellos porque todos perseguimos el mismo objetivo. El hecho de que esta sea una empresa familiar implica más responsabilidad de cada uno. Las profesiones de mis hijos encajan perfectamente dentro de la constructora”, señaló Mariana.
Agregó que siempre el trato es con cariño. “A veces puedo ser enérgica, pero no es muy seguido, porque ellos son muy profesionales en lo que hacen”.
De sus tres hijos, con quien pasa la mayor parte del tiempo es con Michelle, ya que viven en la misma casa y también comparten el área laboral. Gustavo también vive con su madre, pero él tiene otras actividades. “Vivo con mis dos hijos solteros. Desayunamos, almorzamos, pasamos todo tiempo juntos”, cuenta esta madre con una sonrisa de felicidad.
Mariana y Michelle trabajan desde la planificación hasta la ejecución de los proyectos. “Combinamos el profesionalismo, la experiencia y el amor”.
En las reuniones familiares es inevitable hablar de trabajo, pero es lindo compartir juntas dice Michell. “Siempre hay la confianza y el cariño. A veces se presentan diferencias y hay que llegar a un acuerdo por el bien de todos”.
En la casa y en la empresa sus hijos le dicen ‘mami’ y ella asegura que siempre estará para apoyarlos u orientarlos en todo lo que necesiten. “Mi experiencia me da la facilidad para poder ser el apoyo para mis hijos y para la empresa”.
En la constructora no hay diferencias, todos cumplen horarios y con las planificaciones y metas establecidas.
Actualmente, la empresa cuenta con 60 colaboradores y están en ejecución los conjuntos habitacionales Santorini, en Nayón, y Prados del Valle, ubicado en Los Chillos.