Silvana Moreno es sorda y dirige desde mediados de 2017 la Escuela Miguel Moreno Espinosa, en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Con soltura, Silvana Moreno dibuja con su dedo una S cerca de su frente. Esa es la seña personal, que la identifica del resto de sus compañeros de trabajo. Mientras mueve sus manos y gesticula, la intérprete y docente Paulina Luna dice en voz alta el significado de cada uno de los movimientos.
Silvana es sorda. En el 2017 se convirtió en rectora de la Unidad Educativa Especializada para Sordos Miguel Moreno Espinosa, de Quito. Ella y un equipo de 22 docentes enseñan lenguaje de señas, que fue reconocido el año anterior como oficial para esa comunidad de sordos. Hoy, 23 de septiembre, se conmemora su Día Internacional.
En el mundo hay más de 300 lenguas de ese tipo. Son utilizadas por 72 millones de personas que viven con esta condición, según la Federación Mundial de Sordos. Solo en Ecuador hay 66 111. Las cifras nacionales -hasta agosto- son del Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades.
Los primeros años de estudios de Silvana fueron gratificantes y los realizó en el mismo establecimiento que hoy dirige. Aprendió a leer, escribir y sacó dos títulos de bachillerato: Diseño de Modas e Informática. Pero la educación es su pasión, por lo que escogió esa carrera universitaria.
Culminar este sueño fue un reto. No entendía algunas explicaciones y no lograba participar en el aula. La universidad -cuenta- no permitía el ingreso de su intérprete, por lo que una amiga aprendió lenguaje de señas y le ayudaba en las clases.
Pese a estas vicisitudes, Silvana logró titularse como docente y posteriormente siguió una maestría. Este diploma -relata con alegría- será su impulso para cumplir otro sueño: dictar clases universitarias a jóvenes sordos que busquen seguir una carrera.
El reconocimiento del lenguaje de señas es parte de la lucha de la comunidad de sordos, ya que les permite alcanzar sus derechos a comunicarse y a acceder a una educación, salud y trabajo de calidad, dice Vinicio Baquero. Él es presidente de la Federación Nacional de Personas Sordas del Ecuador (Fenasec).
Baquero asegura que, por ejemplo, se han concretado varios intentos por incluir a niños sordos al sistema educativo regular. Y no se ha logrado.
Hay dos razones: no existen docentes con una formación en lenguaje de señas y en escuelas fiscales, principalmente, se trabaja con 40 alumnos por aula. Hasta el momento solo se ha conseguido que los niños asistan a clases. “Muchos chicos insertados en escuelas regulares han tenido que regresar a las especializadas”.
Una situación similar se registra en el sistema de salud, comenta Baquero. En centros médicos, él ha tenido que ir con sus familiares o intérpretes para recibir la atención. “No es lo ideal -asegura- porque nos sentimos excluidos”.
Ante esta problemática, la Federación y el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) desarrollaron una plataforma digital para fortalecer la comunicación entre personas sordas y oyentes.
Su uso es sencillo. La persona realiza una videollamada y se contacta con un intérprete virtual, quien traduce cada movimiento. Así se facilita el trabajo del médico.
El plan piloto comenzó en el 2018 y cerraron con 2 500 llamadas. Baquero calcula que el servicio crecerá, ya que en lo que va del año se ha receptado el mismo número de llamadas.
Jaime Paredes ha utilizado la herramienta en su trabajo. Cuando tenía 4 años perdió la audición, por lo que empezó a aprender el lenguaje de señas. Con su título de bachiller y con solo 19 años, llegó al Servicio de Rentas Internas (SRI). Hoy es el encargado de ‘dar el visto bueno’, para el pago a los contribuyentes.
Al principio fue complejo, ya que tenía que escribir o señalar las cosas para comunicarse. Pero hace un año esa situación cambió o, por lo menos, ya lo hace con menos frecuencia.
Su compañero de trabajo, Francisco Acosta, aprendió esta lengua. Tiene un nivel básico, pero le sirve para sostener una conversación fluida. El miércoles pasado, por ejemplo, Francisco fue el intérprete de Jaime, para la entrevista con este Diario. “Ambos lo disfrutamos”, señalan entre risas.
En el país también hay personas sordas que no manejan el lenguaje de señas. En este grupo están Luis y Néstor, quienes trabajan en el área de limpieza del Hospital Metropolitano. Ambos han buscado diferentes maneras de comunicarse. Leer los labios y señalar objetos son sus estrategias.
En el hospital, además, se ideó una forma de reconocer a las personas sordas. Luis y Néstor, por ejemplo, llevan bordada una señal en sus camisetas. Esto les ayuda a distinguirse y a evitar inconvenientes con los pacientes.
La Federación espera que más personas aprendan esta herramienta; crearon un diccionario denominado ‘Gabriel Román’. Tiene más de 4 300 palabras, además de expresiones comunes como “hola, ¿cómo estás? o gracias”.
Este Diario solicitó información a los ministerios de Salud y de Educación sobre el tema y aún se esperan sus respuestas.