Jubilados del IESS acaban su pensión en tratamientos médicos

Jubilados salen de consultas en el Hospital Teodoro Maldonado, con las manos vacías por falta de fármacos. Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Solo los parches de morfina y las gotas de cannabis medicinal le dan un poco de alivio. El maestro jubilado William Tomalá ideó su propio esquema terapéutico para soportar los dolores de la espondilitis anquilosante.
Hasta febrero de 2022 recibió tratamiento en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo, del IESS en Guayaquil. Cada dos meses le administraban tres ampollas de infliximab, un biológico que poco a poco lo había alejado del bastón que ahora no puede abandonar.
“Ya casi no puedo caminar; tampoco puedo tomar cosas con mis manos”, dice. Es el efecto del tipo de artritis crónica que le diagnosticaron. También es la consecuencia de la crisis en las unidades de salud del Instituto Ecuatoriano
de Seguridad Social.
El profesor Tomalá no hace el esfuerzo de comprar las ampollas por su cuenta, porque sería en vano. Cada una cuesta USD 650 y su pensión apenas alcanza para cubrir otras medicinas que escasean en el hospital: para la hipertensión, para la tiroides, para el párkinson…
"Gasto unos USD 500 al mes, que es casi toda mi pensión. Tengo que pensar bien: gastar en medicamentos y no comer, o comer y no tomar las medicinas”.
El desabastecimiento afecta gravemente a la salud de los jubilados. Al igual que el maestro Tomalá, muchos deben sobrevivir y ajustar las pensiones que recibieron después de años de aportes al IESS para comprar recetas y pagar por exámenes a los que no tienen acceso en los hospitales de la institución.
Este Diario solicitó datos al Seguro Social, sobre las patologías más comunes entre los jubilados y los servicios médicos con mayor demanda. Hasta el cierre de edición no hubo respuesta.
Sin análisis ni citas médicas
Andrés Figueroa fue por 32 años técnico de mantenimiento. A sus 69 años necesita seguir trabajando, pero solo puede hacerlo cuando la artritis psoriásica se lo permite. La picazón le quema la piel y la rigidez congela sus articulaciones.
El infliximab también es esencial en su tratamiento, un biológico que hace meses no llega al Teodoro Maldonado. “La jubilación no me alcanza ni para una ampolla -dice resignado-. Solo puedo comprar cremas para el ardor de la piel o soportar el dolor”.
En este hospital del IESS, el más grande de la Costa, tampoco hay reactivos para pruebas de laboratorio. Por eso Figueroa no sabe si ha desarrollado algún tipo de resistencia a la terapia que lo mantenía estable. Ni siquiera recibimos la receta completa para enfermedades como hipertensión. Y cada vez que vamos a reclamar nos encontramos con un nuevo gerente que nos pide tiempo”.
Pero el tiempo se agota, al igual que la paciencia. Jorge Cobo, de 74 años, tenía una cita para cardiología en marzo y fue aplazada en tres ocasiones. Cuando acudió al IESS Quito Sur para averiguar qué ocurría, sufrió un desmayo y fue hospitalizado por siete días.
"Fue un martirio -recuerda-. En la Torre 1 solo había agua caliente en un baño y la gente hacía fila desde las 04:00 para usarlo”. Luego supo que por cuatro meses el caldero estuvo averiado.
Postrado en una cama, cuenta que conoció el paracetamol en todas sus presentaciones: intravenoso, en pastilla, en inyecciones. “Es lo único que tienen, para eso hemos aportado toda nuestra juventud”, dice el también presidente de una federación que agrupa a 1 500 jubilados. Entre ellos las quejas son recurrentes: cirugías postergadas, recetas incompletas, exámenes por los que deben pagar.
Préstamos para medicinas
Eduardo Franco vive en Manta y en 2018 fue diagnosticado con cáncer. El IESS lo derivó a un centro oncológico donde está en seguimiento, pero para otras dolencias no encuentra atención.
Es diabético, hipertenso, tiene glaucoma, problemas de colon, de los huesos y demás. “Y la novedad en el hospital del Seguro es que no hay medicina en ‘stock’, todo tenemos que comprar”, se lamenta.
Su bolsillo llegó a un límite y no tuvo más alternativa que tramitar un préstamo quirografario de USD 10 000, por el que cada mes le descuentan USD 257. Le falta más de un año para pagarlo, por lo que ahora piensa negociar su jubilación patronal para saldar la deuda.
El abastecimiento general de hospitales y dispensarios del Seguro Social no superaba el 50%. El Consejo Directivo ha anunciado medidas, como el plan de externalización de farmacias que arrancará en esta semana.
Pero jubilados como William Tomalá sienten que para muchos será tarde. Algunos de sus compañeros han fallecido por cáncer u otros males catastróficos, y el pedido que frecuentemente escuchan es que esperen. “La enfermedad no espera -dice enérgico-. A veces creemos que esperan que desaparezcamos”.
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