Edificio del Parlamento alemán Reichstag, en Berlín, cicleada por la ciudad. Fotos: Cortesía
La experiencia de viajar es inolvidable. Conocer una cultura diferente, tomar decisiones y visitar nuevos lugares es parte del sentimiento que genera la salida del país. Así lo sintió Camila G. una estudiante del Colegio Alemán, que participó en el programa de intercambio estudiantil.
En el programa denominado Humboldteum participaron en este año 33 alumnos del plantel quiteño. Se trata de intercambios cortos, que se desarrollan con varios colegios que forman parte del convenio. Ellos visitan ciudades como Frankfurt, Oldenburg y Lampertheim, en Alemania.
Consiste en una estadía de nueve semanas en el país.
La experiencia incluye una semana de preparación, seis semanas con familias anfitrionas y una gira por algunas ciudades europeas.
Para Camila, la experiencia es única. Cada día –dice- se aprende a tomar decisiones, se administra el tiempo y dinero. En definitiva se aprende a ser más maduros.
En el intercambio ella llegó como un miembro más de la familia. Conoció museos y lugares de ensueño.
Vista al Berliner Zoo, Berlín
La experiencia de Camila G., de 15 años
Después de tanto tiempo se cumple un sueño: el viaje de intercambio a Alemania. Se trata de una meta que me propuse desde pequeña. Al igual que todos mis compañeros de promoción.
Los dos días antes del vuelo fueron intensos. No tuve tiempo de sentirlos, ya que las horas transcurrían rápido. De pronto, estaba a un día de mi viaje. Lo recuerdo bastante bien.
La noche anterior tuve una cena, que fue preparada por mi tía. Nos quedamos con ella y su familia hasta aproximadamente las 21:00. Hasta esa hora no tenía hecha la maleta para mi viaje.
Berliner Dom, Berlin
Mi familia y yo volvimos con algo de urgencia a casa. Mi mamá y yo nos quedamos hasta tarde arreglando la maleta. Por suerte ya habíamos comprado todo lo que me hacía falta. Al parecer llevaba todo lo necesario – hablo de lo material- para embarcarme sin problema.
El día del viaje me desperté temprano para arreglarme, ya tenía todo listo, solo faltaba yo. Desayuné sin apuro y me di cuenta que en menos de 24 horas estaría volando sobre un océano que me separaría de los seres que más amo en el mundo: mi familia.
Llegué al aeropuerto (Mariscal Sucre, en Tababela). Allí almorcé junto a mis papás y mi tío -él es como mi segundo padre-.
Los minutos previos a embarcarme al avión sentí muchas emociones: tristeza, alegría y expectativa. Llegamos un poco tarde al chequeo previo al embarque y llegó la hora de la despedida.
En el circuito de cuerdas altas Bikini Mitte Berlín
Ese fue el último momento junto a mis seres queridos, sin descartar a mi compañera de vida y de locuras, mi hermana, quien días antes viajó a su gira de fin de año a Galápagos. Su vuelo de retorno llegó cuatro horas después de mi partida.
Primero, abracé a mi mamá. Ella, con sus dulces consejos, me recordó que mi viaje era un sueño cumplido y que, cuando menos lo esperemos, estaríamos en ese mismo lugar reencontrándonos.
Después me despedí de mi tío. Un abrazo cálido fue suficiente para saber que lo extrañaré y que me haría falta su cariño.
Y por último mi papá, que llegó un poco tarde a despedirse porque tuvo que dejar unas cosas en el auto. No importó, ya que logramos darnos un fuerte abrazo, que rompió las fronteras que nos separaban.
En el avión llegaron todas las preguntas a mi cabeza, esas que deseas que no sucedan en tu viaje. ¿Me llevaré bien con mi familia anfitriona? ¿Qué pasa si no puedo hablar alemán o si no me entienden?
Ha pasado ya una semana y tres días y puedo decir que sigo teniendo miedo a esas preguntas. Algunas las estoy superando.
La primera semana pasé en Berlín junto a mis amigos para acostumbrarnos al idioma y conocer un poco de la cultura. Me gustó mucho, ya que, recordé los lugares que conocí hace unos tres años cuando viajé por primera vez a Alemania.
El cansancio de la primera semana valió la pena porque volví a ver el Muro de Berlín, recorrí los museos y visité lugares maravillosos. Todo esto acompañada de mis amigos, que hacían que el viaje sea inolvidable.
Uno de los días más complicados fue el sábado 9 de junio. Cada uno debíamos ir a los pueblos asignados. Viajé en tren junto a mis amigos y uno por uno fueron bajando en sus diferentes paradas. Cada vez se sentía ese sentimiento que estoy segura que no le gusta a nadie: extrañar a alguien.
Esta experiencia me hizo madurar mucho. Ahora, observo el mundo de manera distinta y planeo mi futuro. Aplicar a una beca en Alemania es uno de mis planes futuros. En pocos días, retornaré a mi Ecuador.
Visita al estadio Olimpico de Berlín