Solo en cuatro meses, de mayo a agosto de 2022, en Quito 36 personas han intentado quitarse la vida. A escala nacional, en lo que va de 2022, se han registrado cerca de 200 suicidios y más de 400 intentos, según un reporte del ECU 911.
La cifra es similar a la de 2021. En los ocho primeros meses de ese año hubo un total de 253 suicidios, frente a los 216 que se reportaron en 2020 al sistema de emergencias nacional en ese mismo periodo.
“Sin duda son datos alarmantes”, dice la psicóloga del Hospital de los Valles, Lorena Merino.
La especialista señala que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año en el mundo se suicidan cerca de 700 000 personas y es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años.
Un día que conmemora la prevención del suicidio
La Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, con el apoyo de la Federación Mundial por la Salud Mental y la OMS impulsaron la iniciativa para conmemorar, cada 10 de septiembre el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, catalogado como un problema de salud pública.
Merino explica que el suicidio es el resultado de un dolor psicológico que tiene que ver con el sinsentido de la vida que cuando excede los umbrales de tolerancia de la persona, la muerte aparece como una alternativa.
El dolor psicológico, señala, es el resultado de situaciones relacionadas con el estrés, problemas familiares, económicos, laborales, sentimentales, una autoimagen negativa, entre otros.
También puede influir la parte genética, es decir, si en la familia hay un historial de trastornos de desequilibrio.
¿Qué tanto influyen los dos factores? Merino agrega que el tema genético y el entorno tienen un porcentaje parecido de influencia.
Por ejemplo, si hay un antecedente genético, pero hay un entorno seguro, es más probable que la persona tenga o encuentre un sentido de vida.
En cambio, si hay un factor genético, sumado a un entorno inseguro, la única salida aparente es la búsqueda de la muerte, agrega.
Por ello, la psicóloga resalta la importancia de construir entornos seguros, comenzando por la familia. “Una persona escuchada, rodeada de amor incondicional, de sentido de familia es una persona segura y con sentido de vida, con ganas de vivir”.
¿A qué signos hay que prestar atención?
Cambios en la conducta, aislamiento, ansiedad, somnolencia, son algunos de los signos a los que hay que prestar atención, dice el psiquiatra Fernando Cornejo.
“Toda conducta que no es habitual se debe presumir que algo está ocurriendo”, sostiene.
Otras alertas son:
- Desordenes en la alimentación, en el aprendizaje o en el aspecto laboral.
- Poca interacción social con sus entornos acostumbrados.
- Cambios de humor repentinos.
- Consumo de sustancias que causan dependencia.
Cuando la familia evidencie comportamientos que alteren el normal desenvolvimiento de una persona, su manera de relacionarse, lo más recomendable es buscar ayuda especializada lo más pronto.
Cornejo menciona que lo ideal es trabajar en conjunto con la familia y un equipo interdisciplinario (psicólogo, psiquiatra y otras especialidades). Además, se puede optar por medicación después de realizar el diagnóstico.
El seguimiento de los protocolos establecidos por los distintos profesionales es de suma importancia, así como el tratamiento que ayudará a lograr el equilibrio en todas las dimensiones, indica Merino.
Entornos seguros
Al igual que Merino, el especialista recalca que la familia es un pilar fundamental en la vida de cualquier persona, por ello se debe buscar un buen relacionamiento en donde prime el amor, el respeto, la aceptación y la escucha.
Tomando en cuenta que un gran porcentaje de personas que se suicidan son adolescentes y jóvenes, Merino señala que la familia debe abrir espacios de comunicación para que se sientan seguros y que no sean juzgados.
“Los padres y madres tenemos la obligación de formar hijos e hijas seguras, en un entorno confiable para que expresen sus necesidades, con amor incondicional”, finaliza.