Una segunda oportunidad para los animales abandonados

Los animales víctimas de maltrato y abandono llegan a hogares permanentes donde son cuidados, alimentados y queridos. Foto: Archivo.

Rescatar a un animal de la calle para brindarle el calor de un hogar es una experiencia que ha cambiado la vida de quienes ahora los tienen como mascotas. Las huellas del maltrato y las consecuencias de los días que pasaron sin comer, son marcas que poco a poco han ido desapareciendo gracias al cariño de quienes ahora cuidan de ellos.
Daniela Castillo todavía recuerda cuando Ñawi llegó al parqueadero de su edificio en octubre del 2013. Apenas sintió que la gatita estaba en el lugar, colocó agua, comida y una caja de arena, pero Ñawi no se dejaba atrapar. Después de un mes, los vecinos empezaron a quejarse, por eso decidió pedir ayuda a las fundaciones para atraparla. Cuando finalmente lo logró, la esterilizó y desde ese momento se quedó en su hogar.
La joven de 28 años continuó con su labor en defensa de los animales y, junto con una amiga, rescataron una manada de 22 felinos de la calle. A la gata adulta la adoptó su abuela y Castillo, junto a su novio, se quedaron con Chiita, la gata carey de la manada. Aunque al principio pensaron que solo la tendrían temporalmente, poco a poco se fueron encariñando y no pudieron dejarla ir.
Quien realmente adoptó a Chiita, admite Castillo, fue Ñawi, ya que la trataba como si fuera su hija y cuidaba de ella. Junto a Simón, su perro, son los más consentidos del hogar.
Juan Bernardo Cueva vivió un caso similar con su gata Micha, que acudía a la puerta de su casa todas las noches. Al principio no permitían que entre porque pensaban que tal vez sus dueños estaban cerca, pero al ver que continuaba regresando, le prepararon una cama y desde ese momento se quedó en su hogar.
La gata convive con Zara, una sabueso que Cueva adoptó. La perrita sufría de parvovirus cuando se la entregaron y estaba muy débil. Poco a poco fue recuperando su estado de salud y se hizo amiga de todas las mascotas que habitan en la casa. La pastor alemán la adoptó como su hija y el beagle ahora es su mejor amigo.
Zara todavía tiene problemas gastrointestinales, pero gracias a la dieta puede digerir mejor la comida. La perrita que estuvo al borde de la muerte, ahora juega feliz con sus nuevos compañeros.
Evy Guerrón, por otro lado, encontró a su primera rescatada un viernes por la noche mientras montaba bicicleta en Solanda, en el sur de Quito. La perrita, con rasgos de sharpei, estaba preñada y debido a las lesiones en sus patas, se arrastraba sobre su barriga por las calles.
La joven de 23 años logró llevarla hasta su casa y el lunes siguiente parió ocho cachorros. Como tenía moquillo y defensas bajas, cuatro de sus crías murieron. A la otra mitad lograron estabilizar y ahora, tres años después, todos viven en la casa de Guerrón.
Este fue su primer rescate, pero no el más impactante. Después de un tiempo encontró a Mopi escondida entre la basura. La perrita era “hueso y pellejo” cubierta de motas que dejaban ver solamente sus ojos, con los que pedía ayuda.
Al llevarla al veterinario le informaron que estaba deshidratada y con moquillo, por lo que se paralizaron sus patas traseras y no podía caminar. Guerrón admite que tuvo que cuidarla “como a un bebé recién nacido”. Todas las noches colocaba un calentador para que duerma, le daba sus medicamentos cada dos horas, cambiaba su pañal y trataba de darle todo su amor.
Gracias a los cuidados, Mopi ahora puede caminar, jugar con otros perros y disfrutar de una vida libre de maltratos. Para Guerrón, ella no rescató a sus 12 “enanos”, ellos fueron quienes realmente la adoptaron.
Si quiere compartir su experiencia, envíenos su historia con la foto del antes y después de su mascota a tendencias@elcomercio.com. Las dos imágenes deben ser enviadas en formato .jpg.