Vista desde la torre Zaha Hadid, inaugurada este año en Pekín. El crecimiento económico del ‘Gigante asiático’ se revela en la construcción, que se ha expandido al mundo. Foto: Meng Zhu
China es en este momento la segunda potencia económica y militar. La expansión con inversiones alrededor del mundo preocupa a EE.UU., que, con Donald Trump, lo ve como una amenaza.
Alguna vez Mao dijo que si todos los chinos saltaran al mismo tiempo la órbita de la Tierra se modificaría. Lo dijo metafóricamente y vale aclararlo porque existen cálculos -en serio, los hay-, que concluyen que eso es imposible, que los 1 400 millones de personas que habitan el país no lograrían semejante acometido. Pero al cabo de los años y terminándose esta década, Mao tenía razón: la influencia de China en el mundo se ha consolidado y se ha convertido en el mayor socio comercial de la mayoría de los países de América Latina, África, Asia, algunos países europeos, y que le ha llevado a la confrontación, sobre todo de Estados Unidos.
Mirando en retrospectiva, Richard Nixon tuvo un acierto geopolítico -avanzado, incluso, para la época-. En el marco de la Guerra Fría, se convirtió en el primer Presidente estadounidense en visitar China, en 1972. De la semana que pasó allí Nixon, solo una vez se reunió con Mao. Pero eso no importaba porque ya EE.UU. no podía desentenderse de la gran potencia asiática, según afirmaba el entonces asesor de seguridad y también secretario de Estado, Henry Kissinger.
Para Patricio Giusto, profesor de la Universidad Católica de Argentina y director del Observatorio Sino-Argentino, la ruptura de relaciones entre la URSS y China de 1969 generó una tensión. Fue la oportunidad para que Nixon modificara el tablero geopolítico.
Para 1972, Mao se encontraba muy enfermo, algo que se mantuvo en secreto, pero había mejorado un poco para encontrarse con el estadounidense. Y aunque seguía siendo el padre de la República Popular, ya emergía, al punto de que debieron silenciarlo y exiliarlo, la figura clave de la modernización china y del socialismo de mercado: Den Xiaoping.
Con la muerte de Mao, cuatro años más tarde, Den fue rehabilitado. Y la historia de un país, con una población sumida en la miseria gracias a la revolución cultural, comenzaba a cambiar radicalmente y para siempre. Y ahora, Estados Unidos solamente ha encontrado una alternativa para frenar a su mayor antagonista: la guerra comercial con la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca.
“Hasta el período de Barack Obama, Estados Unidos percibía a China como un competidor estratégico. Pero con Trump esto cambia y China es visto como una amenaza para sus intereses estratégicos”, añade Giusto.
En la década que termina, China se consolidó como la segunda potencia económica y militar; es el primer exportador de mercancías y el segundo importador en el mundo. Su crecimiento es tan grande que, en los años del apogeo de los ‘commodities’ para América Latina, se decía que los países crecían “a tasas chinas”. Pero además de ser el mayor socio comercial, su presencia ha sido vital como factor de desarrollo.
Para Sebastián Mantilla, estudioso de las presencia china en la región, “dará el gran salto para convertirse en la primera potencia mundial, en la década que comienza o en los próximos 15 años”.
Estados Unidos lo sabe y lo teme. El vicepresidente Mike Pence y el secretario de Estado, Mike Pompeo, en sus giras internacionales a América Latina han hecho lo mismo.
“La mano con la que viene Pence es de la presión. No nos da pruebas, no nos da fundamentos y no nos da ni una zanahoria. Anunció la famosa iniciativa para las Américas, pero no sabemos montos ni en qué consiste”, dice Giusto.
¿Qué ofrece China? Negocios, inversiones en áreas estratégicas, vialidad y energéticas; minería, como el litio y lo que hubiere; tecnología, como la 5G que se irá imponiendo. Y, además, permite que en países donde tanto gusta el término soberano se sientan con la conciencia tranquila.
China negocia con cualquier país. “No le importa mucho ni le preocupa sobre cómo son esos gobiernos. China no pide nada. Quizás, en algunos momentos, expresa sobre temas que le incomodan, como Taiwán y ahora Hong Kong. Lo demás es una estrategia y se gana aliados, sean democráticos o no”, dice Mantilla.
La ‘Nueva Ruta de la Seda’ es el emblema y la síntesis de esta expansión. Más de un centenar de países, entre los que se encuentra Ecuador, se adhirieron a esta red de infraestructura y comercio, iniciativa del presidente Xi Jinping en el 2013.
Pero esta Ruta no será, en el fondo, únicamente económico, sino también cultural. No dejará de ser interesante que la primera ruta de la seda, que unió Extremo Oriente con Medio Oriente y Europa, en el 130 D.C., fue un gran factor para el conocimiento y la memoria. Occidente se había beneficiado de cuatro inventos provenientes de China: el papel y su manufactura; las técnicas de impresión; la pólvora y la brújula. Actualmente, se conoce que en España y Argentina crece el número de escuelas y colegios que comienzan a enseñar chino, la macrolengua sinotibetana.
Muchos afirman que hay un imperialismo chino. Será difícil asegurarlo. Quizás, en el futuro, tengan alguna intención. Sin embargo, no es visible por el momento, dicen los dos analistas que colaboraron con esta nota. Ha creado organismos de presencia mundial, como el Banco Asiático de Inversiones; tiene mayor peso en la ONU.
Además, si a un país se lo puede intentar entender a partir de sus tradiciones, en sus 4 000 años de historia, no se ha caracterizado por ser un imperio intervencionista. Pero siempre quedará la duda de si todo el país saltara junto-metafóricamente siempre-, el mundo podría temblar.