El santuario de San Antonio, luego de ser destruido por las bombas. El Estado Islámico es el responsable de los atentados de Sri Lanka. Foto: AFP
En 50 países, 200 millones de personas que profesan esta fe sufren distintos niveles de persecución humana y religiosa.
Si bien las masacres del último Domingo de Pascua en Sri Lanka pueden tener un trasfondo o mensaje político, que revela futuras estrategias del derrotado pero no inexistente Daesh (ISIS) frente a Occidente, a través de la utilización de grupos extremistas locales, no debe pasar inadvertido que fue la minoría cristiana en ese país, de menos del 8% de la población total, el blanco u objetivo de los brutales atentados cometidos. No se atacó, por ejemplo, a la comunidad cingalesa budista, con la que extremistas musulmanes mantienen un permanente conflicto.
Durante un par de semanas, llamó la atención mundial una serie de asesinatos a minorías cristianas, como si fuesen hechos aislados, ignorando que estos se producen permanentemente en diversas latitudes y por diferentes motivos. No obstante, las víctimas de Sri Lanka obligan a la comunidad internacional a crear una mayor conciencia sobre la serie de genocidios que en la actualidad ocurren, casi de manera inadvertida, en regiones de Asia o África, específicamente contra minorías cristianas, de distintas denominaciones.
Al viajar a Sri Lanka, uno puede explorar el día a día de una sociedad que ha vivido graves episodios de violencia en los que, sin embargo, los cristianos no han sido actores o víctimas directas de hostilidades. De hecho, entre las minorías musulmanas y cristianas no se percibe confrontación o antagonismo, como en tantos otros lugares del planeta. En este caso, los cristianos fueron simplemente utilizados por ser un blanco fácil y desprotegido.
La situación, sin embargo, no es la misma en otros países y territorios, en los que minorías cristianas son un permanente y sistemático objeto de persecución e incluso de exterminación, que en números y niveles de violencia sobrepasan considerablemente a lo sucedido en Sri Lanka. De hecho, el último mensaje de Pascua del papa Francisco afirma que, aunque sea difícil de creer, hoy en día hay un mayor número de mártires cristianos que en los primeros siglos del cristianismo.
Un informe solicitado por el Secretario de Estado de Exteriores británico, Jeremy Hunt, cuyas conclusiones finales serán publicadas en las próximas semanas, sostendría, según la BBC de Londres, que la persecución de cristianos en determinados lugares del mundo es cercana a los niveles de genocidio.
Este estudio, dirigido por el obispo de Truro, Cornwall,
no obstante se quedaría corto, ya que las condiciones para hablar de genocidio, según la Convención de 1948, han sido
sobrepasadas en un sinnúmero de casos.
Los datos provisionales de ese informe concluyen que las acciones encaminadas a la destrucción total o parcial de comunidades cristianas y el cumplimiento de prácticamente todos los indicadores de genocidio harían de los cristianos el grupo religioso más perseguido del planeta.
El informe 2019 de la organización Ayuda a las Iglesias en Necesidad (ACN, por sus siglas en inglés), que trabaja con 140 países, ha llegado a incluir a la Federación de Rusia, predominantemente cristiana, en los crímenes de detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y violación de la libre expresión para cristianos.
Por otra parte, la lista de alerta mundial (world watch list) de la organización internacional Open Doors estableció que en los 50 países en los que trabaja, más de 200 millones de cristianos sufren persecución de diverso tipo debido a su fe, con una permanente tendencia a incrementarse.
El derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, contemplado en el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, es papel mojado en muchos países. El Comité de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas ha declarado que las leyes sobre apostasía (cambio de la fe que se profesa) son contrarias a la Convención Internacional que rige los derechos humanos. No obstante, 19 países miembros de la Organización criminalizan la apostasía, al punto que en 12 de ellos puede ser sancionada con pena de muerte.
En el contexto global, las redes sociales permiten en la actualidad tener mayor conciencia sobre estas realidades ignoradas, pero al mismo tiempo son un instrumento para promover propaganda extremista y odio entre personas que buscan penas de este tipo.
De los más de 1 600 millones de musulmanes en el mundo, aproximadamente 1 300 millones no pueden cambiar o escoger su religión a riesgo de ser acusados de apostasía, blasfemia o herejía, con penas que, dependiendo del sistema legal, van desde prisión, expulsiones masivas o inanición forzada hasta la muerte, con métodos infames como cruces sobre fuego, o la utilización de rodillos compactadores o aplanadoras, como ha sucedido en casos verificados en Corea del Norte. La sola sospecha de actividades cristianas en ese país sería considerada una deslealtad al Líder Supremo y podría dejar sin servicios básicos a comunidades enteras.
Esta es parte de la realidad de millones de cristianos víctimas de crímenes contra la humanidad, cuyas vidas han sido devastadas por profesar esa fe. Un estudio de la citada organización ACN revela que desde el año 2015 la situación de las minorías cristianas en el mundo se ha deteriorado de manera exponencial, con excepción de Arabia Saudita, en donde su condición no podría empeorar más. Una reciente publicación del Foro para Libertad Religiosa de Europa (Foref) reporta casos de aplicación de penas capitales, ejecuciones, flagelaciones públicas, pérdida de derechos civiles, de la custodia de hijos, abortos forzados, anulación de matrimonios, confiscación de bienes o documentos de identidad, prisión (incluida para niños y menores de edad), por conversión al cristianismo, por la práctica de actividades cristianas, matrimonios con cristianos o comentarios en redes sociales.
En China, su Presidente ha descrito literalmente al cristianismo como una “infiltración extranjera” que se resiste al control gubernamental. Bajo ese aval de intolerancia, en ese gigante asiático se han cometido actos de persecución y asedio contra minorías cristianas (entre otras minorías), generalmente iglesias “subterráneas”, bajo la mirada indolente de sus socios comerciales de Occidente. Similares o peores efectos han tenido las políticas del actual nacionalismo religioso del Gobierno de la India.
La persecución no solamente se produce por parte de agentes de estados como Afganistán, Arabia Saudita, Bangladesh, Egipto, Eritrea, Iraq, Irán, Nigeria, Siria, Paquistán, Kuwait, Sudán, o Yemen. Cristianos en otros Estados cuya legislación tolera la libertad de credo, como Jordania, Marruecos o Indonesia han sido también afectados por persecución a causa de apostasía o cambio de religión, blasfemia o herejía. Un lacerante ejemplo es el de Boko Haram en Nigeria, que no puede calificarse de otra forma que no sea genocidio, en ocasiones en complicidad con autoridades militares locales, por haber estado presentes y no impedirlo. Según ACN, solamente en la Diócesis de Kafanchan, entre 2012 y 2017, 988 cristianos fueron asesinados y 20 iglesias destruidas. En la Diócesis de Maiduguri, el número de iglesias cristianas de diversa denominación destruidas se multiplica por 10, sobrepasando las 200, y el número de desplazados se calculaba entonces en más de 1,8 millones de personas.
Una de las mayores consecuencias de genocidios cristianos es precisamente su desplazamiento, que, en los casos en los que se produce internamente, Acnur no tiene competencia para actuar, debido a un vacío legal que no es casual. Aún en el caso de refugio, Foref denuncia que en localidades como Khormaksar, en Yemen, los oficiales locales de Acnur se declararon en imposibilidad de proteger cristianos, a menos que se conviertan al Islam. Únicamente en Siria se considera que del millón y medio de cristianos que aproximadamente vivían en el país, quedaron en 2018 unos cuantos cientos de miles. Más de dos terceras partes asesinadas, “convertidas” o en el éxodo. ¿No es eso genocidio?
Iraq es otro caso de estudio en el que según el reporte de ACN del año 2017, para 2020 los cristianos serían un grupo exterminado. La derrota de ISIS y los actuales retornos de cristianos a lugares como Nínive y la orilla oriental del río Tigris (Mosul) harían cambiar esa proyección.
La constancia de las comunidades cristianas, pese a la persecución y al genocidio, hará que, sin embargo, y parafraseando al maestro Leonard Cohen, en sus iglesias sigan tocando las campanas que todavía puedan sonar, y que a través de las grietas dejadas por la destrucción llegue más luz.
*Investigador PhD de la U. de Leiden y embajador del Servicio Exterior Ecuatoriano. El artículo no refleja la opinión de la institución a la que pertenece.