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Z: La generación hiperconectada

Generan y suben sus propios contenidos, siguen modas en Internet y sus ídolos son youtubers. Ilustración:  Francisco Javier Olea

Generan y suben sus propios contenidos, siguen modas en Internet y sus ídolos son youtubers. Ilustración: Francisco Javier Olea

Generan y suben sus propios contenidos, siguen modas en Internet y sus ídolos son youtubers. Ilustración: Francisco Javier Olea

Escáner de un buen representante de la especie: el sujeto es adolescente, tiene entre 13 y veintipocos años. El sujeto se conecta al menos tres horas diarias a Internet a través de distintas pantallas: tiene tablet, celular multimedia y computador personal.

El sujeto es usuario de redes sociales: watsapea con amigos, tiene cuentas de Facebook, Twitter y Vine, comparte sus fotos en Instagram o Snapchat, incluso tiene un canal propio en YouTube, o sigue a otros youtubers con avidez.

El sujeto aprende por tutoriales online. Es veloz, testarudo, impaciente. Consume de manera personalizada: no le gustan los uniformes, lo masivo, pasar inadvertido ni las estructuras.Quiere ser feliz más que tener dinero, pero quiere ser feliz ahora, no al jubilar. No le interesan los partidos políticos ni las organizaciones tradicionales, aunque iría gustoso a darle desayuno a la gente que vive en la calle o participaría en campañas de reciclaje.

Resultado del escáner: el sujeto es un fiel reflejo de la Generación Z, un grupo compuesto por más de dos mil millones de jóvenes en el mundo nacidos entre 1995 y 2010, hijos de la Generación X, que han crecido en un planeta amenazado por el terrorismo y el cambio climático, y donde la tecnología es tan común que la viven como un órgano más de su propio cuerpo. Son los nuevos chicos adictos a las pantallas, la conexión a Internet y a la velocidad que quieren salvar el mundo (aunque aún no sepan cómo hacerlo).

Lucas Bernal tiene 15 años. A su edad ya posee tablet, celular multimedia, computador personal y un wifi todopoderoso en casa. Se conecta desde que llega del colegio, a las cuatro de la tarde, hasta que se acuesta. En Internet, mira Instagram de amigos, sube fotos, ve series online, chatea y sigue algunos youtubers: antes seguía a chicos que jugaban online (gamers), ahora ve a otros que cantan o hacen blogs de su vida cotidiana. "¿Televisión? A veces veo noticias, pero nada más. Es que encuentro que la tele es muy cuadrada. YouTube es mejor, porque es lo que yo quiero ver, a la hora que quiero verlo".

Rodrigo de la Fabián, psicólogo experto en adolescencia y director del doctorado de Psicología de la Universidad Diego Portales, explica: "Para esta generación, la tecnología es una extensión de sí mismos, como una prótesis. Consumen de manera más personalizada, quieren elegir más finamente: por eso prefieren Internet. Además, allí pueden opinar, poner si les gusta o no, consumen mientras construyen contenido".

Gracias al consumo personalizado, tienen ídolos de Internet como el sueco PewDiePie, comentarista de videojuegos que tiene 30 millones de seguidores. Entre ellos, los youtubers son 63 por ciento más populares que otro tipo de celebridades. Debido a estas ganas de participar en lo que consumen, marcas como Starbucks y Nike han iniciado campañas donde los chicos Z se integran al proceso de creación de sus productos finales.

Muchos generan sus propios contenidos. Suben sus fotografías a Instagram, tienen blogs, Flickr, Tumblr, incluso canales propios de YouTube. Según la agencia norteamericana JWT, 84 por ciento de los chicos de este tramo etario tiene alguna cuenta registrada en Internet.

Valentina Villagra (22) vive en Iquique. Empezó a hacer videos con la cámara de su computador cuando tenía 16 años, en 2009. Al principio, los subía a Facebook. Dice que le dio pudor que la vieran sus amigos, por eso prefirió trasladarse a YouTube.

Hoy su canal tiene 500 mil suscriptores y es una figura entre los adolescentes chilenos. Cuando salió del colegio, entró a odontología en la Universidad del Mar, en Iquique, pero cuando la institución cerró, Valentina se dedicó de lleno a su vida online. "La mayoría de los youtubers dejan los estudios. En mi caso, los estudios me dejaron a mí. Pero fue lo mejor que pudo pasarme, fue el destino. Así puedo dedicarme de lleno a mi canal".

Valentina tiene Twitter, Fanpage en Facebook, usa Instagram, chatea por su celular y graba sus videos. Recién a la una de la mañana se desconecta y lo primero que hace al despertarse es ver su celular.

Catalina Marchant tiene el pelo rojo, un blog y un canal de YouTube con más de 15 mil suscriptores. Allí sube tutoriales -hace poco enseñó a comprar por eBay con la Cuenta RUT- y mucho de su vida diaria: qué come, dónde va, su vida con su pololo. Ella explica: "Todo lo pongo en Internet. A la gente le interesa lo que haces o contar lo que otros pueden vivir".

"Nosotros podemos sacarle fotos a todo y recordar todo. Tenemos la herramienta y es ilimitada", dice Valentina. Algo que para el psicólogo De la Fabián a ratos puede resultar agotador.

"Hace 20 años existían los diarios de vida, que eran privados, hasta tenían candaditos. Ahora se trata de exponer la vida lo más posible. Estás en un lugar lindo y si tienes Instagram, piensas que tienes que compartirlo. Estás en un doble lugar: en tu vida y, a la vez, valorizando cada momento de ella. Es muy cansador. Hay una construcción de marca personal y eso implica capitalizar cada instante, darle valor de mercado a la vida cotidiana".

Aunque no ha vuelto a la universidad, cuando a Valentina le preguntan si estudia, ella dice que sí. "En Internet hay un montón de información. Todo lo que sé de edición, cámara e iluminación lo aprendí allí. Está todo. Me da rabia que cosas súper buenas no tengan tantas descargas", opina. Otra cualidad de esta generación: son autodidactas. Y su principal fuente de información y aprendizaje es la red.

También la manera de relacionarse con los otros es distinta: la Generación Z tiene más interacciones virtuales que reales o las relaciones virtuales tienen una continuidad fluida con el mundo real: amistades virtuales se pueden conocer en vivo o la gente en vivo se sigue comunicando vía virtual. Igual crean comunidades: en Internet existen grupos de gamers, grupos en torno a temas o modas online como Juegos del Hambre y K-Pop coreano. Por ejemplo, Pedro Pablo Gálvez se junta online a jugar Fifa con otros jugadores virtuales a quienes no conoce en persona.

Catalina organiza una reunión anual en un lugar público con sus seguidores, para que puedan conocerla. "Es bacán Internet. Ahí interactúas, conversas con otros, aprendes. Y cuando nos juntamos, aprovechan de preguntarte cosas y sacarse fotos", dice.

Valentina califica la relación con sus seguidores como algo especial. "El amor es mutuo. Puedo tener un mal día, pero leo algo que ellos me escriben y me pongo contenta. Por el apoyo de la gente he tenido fuerza para salir de situaciones difíciles".

Por la virtualidad de la comunicación, algunos expertos dicen que la generación Z pierde en habilidades comunicativas. "Algunos de mis compañeros no saludan a todas las personas. O no miran a los ojos", dice Pedro Pablo. La psiquiatra infantojuvenil Nadia Ragib explica que a veces "un chico por WhatsApp puede tener mucha personalidad, pero en vivo es otra cosa. Un adolescente no validado en casa, va a buscar validación en las redes sociales".

Sin embargo, para Rodrigo de la Fabián, la hiperconexión no necesariamente resta a la hora de relacionarse en persona. "Sus relaciones están entretejidas por las tecnologías y en ese sentido tienen que hacer elecciones más complejas que las que hicimos generaciones anteriores como por qué vía te comunicas. Por ejemplo, el fin virtual de un  enamoramiento es el más duro: terminan en vivo, pero después deben responderse si sacan al otro del Facebook o no. Es un razonamiento fino de vínculos sociales".

Lo cierto es que están tan conectados que cuando pierden la señal, no saben qué hacer. Padecen de FOMO (Fear of Missing Out), como lo calificó el gabinete norteamericano de estudios Sparks and Honey.

Hoy Catalina anda sin su iPhone y anda perdida. "No sabía qué hora era. Miraba el paisaje y decía: '¿Eso estaba ahí?'. A veces una va tan pegada a la pantalla que no mira el entorno".

El psicólogo experto en adolescencia dice: "Esta construcción de identidad es frágil: no te puedes quedar dormido, no te puedes desconectar porque quedas excluido. Además tienes que estar siempre trabajando en esta marca personal que es algo que está en permanente construcción".

Internet y su bombardeo de información instantánea hace que los jóvenes de la Generación Z sean abiertos de mente, innovadores, impacientes, testarudos, autónomos y veloces. Muy veloces. La psiquiatra Nadia Ragib lo comprobó con sus propios hijos hace unos años cuando les mostró un video de los monitos animados que ella veía cuando era niña. Lo encontraron tan lento que uno de sus hijos le preguntó: "Mamá, ¿estos eran monitos para niños con problemas?".

La ventaja de esta rapidez es que los Z son más evolucionados, procesan más información. Por eso escanean, no leen. Sin embargo, según Ragib esto también tiene desventajas: "Se aburren de hacer cosas simples. No es que no tengan capacidad de concentración, sino que tienen demasiados estímulos externos.

Nosotros fuimos hijos del rigor, pero hoy el péndulo está en el otro extremo: ellos viven inmediatez y presionan por tenerlo todo al minuto. Los padres ceden por culpa muchas veces y se endeudan para darles lo que piden. Por eso tienen poca tolerancia a la frustración. Tengo pacientes con crisis de pánico cuando tienen prueba en el colegio".

Felicidad al instante:

Experimento número 1 con chicos Z: ¿Qué opinan de los partidos políticos? Respuesta unánime: "No me interesan".

Las organizaciones tradicionales y los partidos políticos no representan a esta nueva generación. Sienten una desilusión de las estructuras tradicionales, pero sí tienen mayor interés en voluntariado, campañas de reciclaje o causas animalistas. Criados en una época donde el calentamiento global ha sido uno de los grandes temas, tienen conciencia ecológica y social.

Quieren salvar el mundo, sin saber muy bien cómo hacerlo. Valentina por ejemplo, ha participado varios años en campañas para llevar cenas navideñas a la gente que vive en la calle en Iquique: cuenta que todo se organizó por Facebook. Pedro Pablo ha trabajado en campañas de reciclaje en su colegio y Catalina está organizando con otras youtubers un evento a beneficio de niños en riesgo.

Rodrigo de la Fabián explica sin embargo que esto tiene que ver más con su sentido de inmediatez que con el altruismo: "No sé si el bien común tiene mucha fama: son muy individualizados, están muy enfocados en la autorrealización y la felicidad. Lo que está en desuso son los partidos políticos. El voluntariado reemplaza para ellos a los partidos y otras organizaciones tradicionales como espacio comunitario. No creen en grandes relatos, sino en ver resultados".

Experimento número 2: ¿Qué opinan del mundo del trabajo y cómo lo pasan los adultos allí? Lucas responde: "Es muy sistemático, cuadrado, tienen métodos para todo. Mi papá siempre está estresado. Pienso que el sacrificio no tiene mucho sentido: ¿para qué ganan dinero si después no tienen tiempo para disfrutarlo? Yo soy más carpe diem para mis cosas".

Esa es otra característica de la Generación Z: no quieren encajar en el molde. Su ambición tiene que ver más con la felicidad que con el dinero. El 76 por ciento quiere convertir su hobby en su trabajo y entre el 50 y 72 por ciento le gustaría tener su emprendimiento: creen que las empresas son "despiadadas", "complicadas", "una selva".

El director del doctorado de psicología de la UDP explica: "Antes era: dime en qué trabajas y te diré quién eres. Hoy es: dime qué consumes y te diré quién eres. Esta generación ve el trabajo como algo instrumental para consumir más. La idea de partir desde abajo, ahorrar, ser austero para poder comprar y disfrutar, es algo que no les hace sentido: vieron que ese momento de la felicidad después del sacrificio no llegaba nunca".

Ese es el experimento número 3 para los miembros de la generación Z: ¿Cuál es tu concepto de felicidad y qué quieres ser cuando grande? Catalina responde: "Todo tiene felicidad. Yo soy feliz todos los días. Creo que la plata no hace la felicidad. Para el futuro me gustaría seguir haciendo videos y quizá retomar la carrera de comunicación audiovisual para aprender más".

Desde Iquique, mirando la pantalla de su computador, Valentina dice: "Felicidad es hacer lo que me apasiona, vivir el ahora, es más el camino que el objetivo. De grande me imagino haciendo lo mismo que ahora. Por ejemplo embarazada, haciendo un tutorial con los cuidados para mi bebé. Así me veo a futuro".