Cada día la madre de Adrián Tacuri mira la foto de su hijo y le pregunta dónde está. No sabe de él desde que intentó cruzar la frontera a Estados Unidos y vive sumida en un calvario que se repite en muchas otras familias de ecuatorianos desaparecidos en las rutas de la migración irregular.
La comunicación con el joven de 23 años se perdió el 9 de julio, cuando trató de entrar a Estados Unidos por Fronton (Texas). El migrante realizó un viaje de dos meses desde Cuenca (Ecuador), una de las zonas de donde más ecuatorianos emigran.
“(Los coyotes) nos dijeron que la ‘migra’ los había correteado y cogido, que esperásemos 15 días para ver si llamaba, pero nadie se comunicó. Después nos enteramos que se había desmayado y había convulsionado y lo dejaron ahí, abandonado con solo una botella de agua”, relata la madre de Adrián.
Desde entonces, solo silencio, únicamente roto por unos mensajes de extorsión que reclamaban dinero para liberarlo y que, tras pagar, resultaron ser un fraude. Antes ya habían pagado USD 15 000, un precio habitual de las mafias para llevar gente desde Ecuador a Estados Unidos bajo todo tipo de riesgos, peligros y vejaciones.
Ola migratoria en aumento
Adrián buscaba un trabajo para enviar dinero a Ecuador y mantener a su familia, incluido el alquiler de la vivienda de su hermana. Como él, decenas de miles de ecuatorianos han hecho el mismo viaje, en una ola que está volviendo a crecer a números dramáticos.
Solo en 2021, más de 81 000 ecuatorianos abandonaron el país por puntos regulares, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) de Ecuador. Otros 97 000 fueron detenidos al cruzar de manera irregular a Estados Unidos, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. La gran mayoría fue expulsada o deportada.
En 12 meses, de octubre de 2021 a septiembre de 2022, fueron 25 000, gracias a que México reinstauró la exigencia de visas para ecuatorianos, pero solo en octubre se contabilizaron 7 000.
Sin embargo, el flujo real puede ser el doble o el triple con aquellos que tienen éxito al cruzar, señala William Murillo, de la organización 1800 Migrante.
‘Que tengan piedad’
Para la familia de Luis Raúl Maniato, ya va camino de dos años que tampoco saben nada de él, desde que el 19 de febrero de 2021 se le perdió el contacto cuando viajaba en un camión a la frontera de México con Estados Unidos, por la zona de Piedras Negras.
“El coyote estaba en contacto con nosotros hasta el día siguiente, pero al insistir para que nos dijera qué había pasado, se puso bravo y ya no contestó”, relata su hermana. La mujer pide que “si esto llega a México, quizás alguien conozca qué le pasó, y que nos avise, que tenga piedad, por favor”.
A sus 23 años, Maniato se fue rumbo a EE.UU. desde Cañar, provincia vecina a Azuay. El joven tomó la decisión luego de que su padre, a raíz de la pandemia, no pudiera seguir pagando su universidad.
Le habían exigido USD 16 000 por el viaje, de los que USD 7 000 había pagado al inicio y el resto lo abonaría una vez en el destino, a través de una ruta que fue de Quito a Panamá, y de Panamá a Monterrey.
Huida de la discriminación
Similar camino hizo Andrés Marqués, nombre masculino con el que se identificaba Yolanda Topón, cuya madre espera ahora la repatriación desde Ciudad Juárez de su cuerpo. La Fiscalía de Chihuahua confirmó su muerte tras 14 meses de espera.
“Depositamos todo el dinero (USD 17 500) y mi hija se perdió”, relata entre lágrimas esta compungida mujer, que hasta hace pocos días todavía guardaba la esperanza de encontrarlo con vida.
“Estoy muy endeudada, pagando al banco. Esta casita está hipotecada. Estoy trabajando y pido ayuda, no de dinero, sino para traer el cadáver” a Cuenca, dice la madre entre lágrimas, mientras sostiene la última foto que le mandó Andrés el 25 de agosto de 2021.
Lo último que supo fue que el coyote adujo que habían pagado el dinero a alguien distinto. “La dejó botada en el puente… después de haberse cogido todo el dinero. Pienso que le quitaron todo, hasta el celular”, señala su madre.
Con una cara medicación para una enfermedad renal que sufría y sin muchas opciones de trabajo, la ilusión de Andrés, de 20 años, era una nueva vida lejos de la discriminación que sentía en Ecuador por su identidad de género.
Al igual que Andrés, son varios los ecuatorianos que volverán de este viaje en ataúd, tras perder la vida en los últimos meses en siniestros de tráfico en México. De acuerdo con 1800 Migrante, desde inicio de 2022 son ya 13 los migrantes ecuatorianos fallecidos y cinco los desaparecidos.
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