La época invernal es la mejor temporada para realizar recorridos fluviales. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Marjorie Bolaños debe desvarar su balsa todas las mañanas para trasladarse río abajo donde cultiva cacao, en la comunidad Bocana de Ene, en la parroquia Carlos Conca, cantón Esmeraldas.
Esta población, bañada por el río Teaone, es una de las cuatro comunidades afros que están dentro de las 6 000 hectáreas de bosque, parte de la reserva Mache-Chindul, compuesta por 119 172 hectáreas ubicadas entre las provincias de Esmeraldas y Manabí.
Las otras tres comunidades son: Cupa (zona ganadera), Valle de Ene y Mina de Piedra, que están dedicadas al cultivo de cacao (1 000 hectáreas), maíz y otros productos de ciclo corto, para su alimentación y comercialización.
En las cuatro comunidades habitan unas 2 000 personas que tienen prohibido talar el bosque para vender la madera. “Somos guardianes de la masa forestal como nativos de esta zona de Esmeraldas”, Luis Cabrera, nativo.
Las antiguas costumbres de los habitantes se mantienen. La siembra de plátano, cría de cerdos y los huertos con plantas medicinales como el discansel, ruda, flor amarilla y llantén se observan en los patios de las casas de madera.
Otra de las tradiciones es la siembra de plantas utilizadas en la condimentación como la chillangua, albahaca y chirarán, que también se producen para vender en pequeños atados que cuestan USD 1.
Marjorie Bolaños, de la comunidad de Bocana de Ene, explica que las personas que viven dentro de la reserva han aprendido a conservar el bosque desde 1996, tras la declaratoria de reserva ecológica.
Esta zona es custodiada por dos guardaparques del Ministerio del Ambiente (MAE), quienes cuidan que los habitantes de las cuatro comunidades no deforesten y terminen con la caza de animales.
Según datos del MAE, en la reserva se han identificado 136 especies de mamíferos, 491 de aves, 54 de anfibios y 38 de reptiles. También se han inventariado 1 434 especies maderables, distribuidas en 624 géneros y 149 familias.
Lorenzo Landázuri, exguardaparque y habitante de la población de Valle de Ene, señala que la caza de tatabra, guanta y venado se redujo en un 80%. El 20% de la actividad de caza se la hace para alimentación de las familias.
Hasta hace 10 años muchos de los habitantes estaban dedicados a la cacería de guanta, pero las capacitaciones sobre la conservación de especies animales hicieron que disminuya esa práctica.
Milton Palacios, durante 20 años cazó en la zona para la alimentación de su familia, pero hace un decenio dejó de cazar en la reserva tras conocer las sanciones y la importancia de conservar las especies.
Ahora trabaja en fomentar pastizales en el área que está autorizada y en la siembra de maíz, que saca en mulos o por el río durante el invierno, cuando crece el río Teaone.
Los habitantes de la comunidad de Mina de Piedra se han organizado en la Asociación de productores agrícolas 23 de Junio. Tienen un comité de gestión para gestionar mejoras de caminos y sitios para acopiar la producción de cacao.
Las familias que habitan al interior de la reserva, en su mayoría, no cuentan con escrituras de sus predios, por eso cuando se declaró el área como zona de reserva ecológica, no pudieron legalizar la tierra a sus nombres.
Quienes sí legalizaron sus tierras antes de la declaración fueron los habitantes de Las Minas, que tienen 1 200 ha en el programa Socio Bosque.