Hasta el jueves 24 de junio del 2021, Doménica asistió a su escuela fiscal, en la parroquia de Yanahurco, en Tungurahua. Iba tres días a la semana, de 08:00 a 10:00; en su aula interactuaba con máximo seis niños.
Fuera de esa ‘burbuja’ de contactos, como la llaman los médicos, en la que compartió con sus compañeros y un profesor, la niña que finalizó cuarto de básica forma parte de una adicional. Junto con sus padres, quienes teletrabajan, Doménica visita a sus abuelos en Ambato, una vez por semana.
Los adultos mayores -asegura la madre de la niña, Andrea Medina- casi no salen para protegerse del covid-19. Pero reciben a hijos y nietos, incluida una familia más, que viaja desde Quito. Con este grupo -señala- se sienten seguros, porque saben que los niños han recibido clases desde casa y los adultos teletrabajan. “Usamos mascarilla; es nuestra responsabilidad que la niña no lleve el virus a la escuela”.
Para no propagar el SARS-CoV-2, las familias que envían a sus hijos a los planteles o acuden al trabajo presencial deben disminuir al máximo sus contactos, alerta la epidemióloga Andrea Gómez.
“Hay menos riesgo para teletrabajadores y para quienes salen, pero tienen su propia oficina y no están en contacto con más personas; pasan en un lugar ventilado y se transportan en autos propios”.
Ese compromiso de autocuidado es el pedido de María Brown, ministra de Educación, tras los primeros 15 días de retorno progresivo y voluntario a clases semipresenciales, el miércoles. Según su reporte, dos alumnos, de 13 y 15 años, de Ambato y Daule, se infectaron.
“Los estudiantes son monitoreados. Cumplen con medidas de bioseguridad, pero es responsabilidad de la ciudadanía seguirlas fuera del ambiente escolar”, subrayó Brown.
La Cartera confirmó que en septiembre, cuando empiece el próximo ciclo 2021-2022 en Sierra y Amazonía, las clases seguirán de forma semipresencial y voluntaria.
1 230 planteles tuvieron autorización para el uso de sus instalaciones, desde el 7 de junio. La mayoría -1 079- está en zonas rurales y no todos los alumnos asisten. En el régimen Sierra y Amazonía este período escolar terminará mañana, 30 de junio.
En la Costa también acuden grupos a planteles autorizados y se seguirán aprobando planes piloto, según Brown.
En Riochico (Portoviejo), Tanya Sánchez decidió enviar a sus hijas Jesly y Kerly, de segundo y sexto de básica, respectivamente. Con su madre, las niñas caminan tres días a la semana hacia la escuela, que está a cinco minutos de su casa. “Que los profesores les expliquen las medidas me ayuda. Yo no soy maestra. Y debo atender a mis bebés de 8 meses y 2 años; más otra, de 12”.
En total, la burbuja que Jesly y Kerly mantienen fuera de la escuela está integrada por siete personas en casa. Además, cuenta Tanya, hay días en los que tienen contacto con su tía y con su abuela, las visitan en su vivienda, en el mismo barrio, y ayudan en el cuidado de la adulta mayor de 97 años.
Para trabajar en su negocio de aluminio y vidrio, el papá de las niñas se moviliza a diario en su moto hasta San Clemente. “Él es muy estricto en el uso de mascarilla. Al llegar a casa se desinfecta”. Pero entra en contacto con más gente.
En total, 55 063 estudiantes son parte de los establecimientos con planes de retorno aprobados. La epidemióloga Gómez indica que mientras menos edad tengan los niños hay menor probabilidad de contagio. “Estudios han mostrado que los adolescentes tienen la misma probabilidad de contagio que un adulto”.
Para reducir el riesgo, la médica enfatiza en la necesidad de hacer vigilancia epidemiológica, que incluya una selección de estudiantes o trabajadores presenciales para la realización de un número suficiente de test por semana.
Entre las instituciones con autorización para clases presenciales hay 150 urbanas. La mayoría (120) son privadas.
A una de ellas se integraron los hermanos María Paz y Emilio, quienes terminaron primero y cuarto de básica, asistiendo a clases semipresenciales desde el 7 de junio.
Su padre, Andrés Armijos, anota que gracias al teletrabajo pudieron transportarlos al colegio, para que no tengan contactos adicionales en un bus escolar. Al llegar al hogar se duchan, para desinfectarse.
Apartede la escuela, esta familia tiene contacto con los abuelos maternos, quienes, asegura Andrés, permanecen en casa sin visitas. “Para que vayan a la escuela nos cuidamos todos, no vamos a reuniones familiares ni de amigos”.
Espera que en otros hogares haya iguales precauciones.