La pandemia elevó el suicidio, la ansiedad y la depresión

El Instituto de Neurociencias, en Guayaquil, reporta más casos de ansiedad en adultos jóvenes y adolescentes. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Las cicatrices en sus muñecas eran una señal de auxilio que fue ignorada por meses. Solo se hicieron evidentes cuando llegó al hospital de Yantzaza, en Zamora Chinchipe, por una grave intoxicación.

Había ingerido un plaguicida de uso común en la zona agrícola de El Pangui. Luego de varias sesiones de apoyo, la adolescente reveló sus múltiples intentos de suicidio por una pesadilla que vivía en casa.

“Aparecen como una epidemia”, dice el psicólogo clínico Juan Pablo López, responsable de Salud Mental del distrito que cubre este cantón amazónico, uno de los más afectados por los suicidios, según el Ministerio de Salud (MSP). “Cuando hay un intento o un suicidio, no para hasta que ocurran tres o cuatro”.

La pandemia agravó la situación, como afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ante el encierro y el desempleo generados por la emergencia, el organismo pide a los gobiernos reforzar sus programas de salud mental.

En el país se aplican estrategias de telemedicina, brigadas de contención y chats de apoyo para cubrir la elevada demanda. Con teleconsultas, el Instituto de Neurociencias incluso llegó a zonas fronterizas.

Sus casi 5 000 consultas al mes -incluidas las presenciales- son un reflejo de lo que ocurre en el país. Elena Rodríguez, jefa de Consulta Externa de este centro de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explica que hay un aumento de los casos de ansiedad, trastornos del sueño y depresión.

“La pandemia destapó el miedo a la muerte, generando angustia y cuadros de somatización. Quienes llegan aquí pasaron por cardiólogos, gastroenterólogos y neurólogos que, al no hallar una causa, optaron por derivarlos”.

El manejo es terapéutico y en 70% de los casos incluye medicación, por ejemplo, para el insomnio. Los cuadros más críticos van a internación. “La esquizofrenia era la principal causa; ahora hay más problemas de ansiedad y depresión”, dice Sara Torres, jefa de hospitalización de Neurociencias.

Son casos ligados a problemas familiares y laborales, por el desempleo o la sobrecarga en el trabajo. Falta de interés y desesperanza, trastornos del sueño y baja concentración son los signos más frecuentes.

Las líneas de primeros auxilios en salud mental han sido otro soporte desde marzo de 2020. El sistema ECU-911 reporta 8 369 emergencias por crisis emocionales, solo en 2021.

Mientras que ÁnimaEC supera las 700 llamadas. Esta aplicación del Instituto de Neurociencias se activa con un mensaje de texto que llega a una central con 14 brigadistas especializados. “Atendemos casos de depresión, muy graves, con múltiples intentos de suicidio”, dice el psicólogo clínico José Rivadeneira.

La primera llamada es de contención, para la descarga emocional; las siguientes buscan conectar al usuario con un especialista. Pero además tienen un protocolo con el Cuerpo de Bomberos para atender situaciones de urgencia.

En intentos de suicidio, Azuay es la provincia con más reportes en el ECU 911. Milton Capon, encargado de promoción de la salud en la coordinación zonal 6, explica que para frenar su impacto usan un manual de salud mental comunitaria. “La meta es sensibilizar a la comunidad. No hay que dejar pasar por alto frases como: desearía estar muerto”.

En El Pangui, en cambio, funciona un servicio ambulatorio intensivo con profesionales que visitan a domicilio. Así detectaron que la adolescente que ingirió el plaguicida era víctima de abuso sexual. Su agresor fue denunciado.

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