Comprar marihuana sin miedo a la cárcel

Entre los estadounidenses hay una aceptación generalizada de la marihuana. Foto: REUTERS
Desde hace mucho, el consumidor de marihuana dejó de ser anatemizado por la sociedad estadounidense. Y por eso el país ha avanzado aceleradamente en la despenalización de su tenencia en varios estados. Lo que hace décadas era una idea marginal, su legalización está cada vez más extendida luego de que Colorado, en el 2012, diera el primer paso en esa dirección.
Cuando ya se regularizó la venta de cannabis en este estado, miles de personas viajaron allá para tener esa novedosa experiencia de comprar hierba sin temor a ser detenidos. Greg (no quiso dar su apellido) fue uno de los que se animó a ese viaje desde Maryland, en la costa este, y quedó absorto con toda la inmensa variedad de productos -su composición y sus efectos- que se ofertaban en las tiendas.
Ahora son 18 los estados en donde se permite el consumo de cannabis con fines medicinales y otros 18 para la recreación, con derecho al cultivo con ciertos límites.
En Maryland, por ejemplo, únicamente se ha aprobado su uso medicinal. Solo pueden ingresar a estas ‘farmacias’ personas que tienen un carné, que las identifica como pacientes con prescripción médica que señala que requiere de tetrahidrocannabinol (THC) para su tratamiento.
Las enfermedades de las que se aquejan pueden ser variadas, desde ansiedad hasta una leve afectación en la piel. La credencial cuesta USD 200, con vigencia de un año.
En Washington DC, en cambio, es legal su uso recreativo. No se puede comprar ni vender, pero sí obsequiar. La alternativa es ir a ciertos sectores -peligrosos, advierten- y comprar una bolsa en USD 50 y que incluye marihuana de regalo.
En Nueva York es legal la marihuana recreativa, pero aún no está normada su venta. Donde sí lo está es en Massachusetts. Y allí sí que se comienza a vivir una experiencia singular.
Para entrar, hay que pasar por dos filtros de seguridad, en los que se debe presentar el documento de identidad. No habría que asombrarse: para ingresar en los bares, debe mostrarlo así sea una persona con arrugas, canas y use bastón. Pero inquieta que la pidan tantas veces y, además, la pasen por un escáner.
¿Adónde van los datos? Afirman que solamente se trata de tener un registro preciso. Es más, ese día estrenaban una máquina para los pasaportes. Pero no funciona. Igual se pudo ingresar.
Y es verdad lo que dice Greg. Es abrumador ver los cajones con las distintas variedades. En la parte alta de las paredes está el menú en carteles luminosos como los de un restaurante de comida rápida. Se puede comprar la flor, el porro ya armado, aceite, cartuchos para vapeadores, pomadas, chocolates o caramelos. Vienen en tubos de ensayo si se trata de la hierba; en el caso de los chocolates, en ‘zip locks’ de material como para guardar café.
Es legal, pero pareciera que no. Luego de la compra, la puerta de salida es otra. En el caso de un local de Boston, da a un callejón oscuro. Quizá sirva como recuerdo de aquellos tiempos en que para conseguir el producto había que ir a lugares turbios.
Es ilegal consumir en lugares públicos, pero en Nueva York no pocos caminan fumando en medio de la multitud.
En los lugares de expendio en Massachusetts, no se permiten fotos. Y los trabajadores son, además, unos verdaderos expertos, conocedores casi científicos de los porcentajes de THC y las cantidades adecuadas según el efecto que se quiera tener. No en vano, al entrar en Massachusetts desde Connecticut, algunas universidades promocionan en los grandes carteles de la ruta maestrías en cannabis.
Es un negocio floreciente, que generó ventas superiores a los USD 18 000 millones en el 2020, según Leafly.com, un sitio dedicado al cannabis y su distribución.
Sin embargo, el consumo y su tenencia es ilegal a nivel federal. Por eso, las transacciones no se pueden hacer por tarjeta de crédito.
Técnicamente, el FBI podría actuar contra el cannabis en los estados, pero es difícil que lo haga por todo el dinero invertido en la industria. Y el 14 de julio pasado, el presidente del Senado, Chuck Summer, dijo que apoyará una ley para que se despenalice a nivel federal. Hay escépticos que dudan que se llegue a tanto y porque algunos republicanos buscarán frenarla, pero, como dice el Washington Post, “demuestra un creciente apoyo público a la despenalización de la droga”.
Los tiempos han cambiado. No valdría olvidar que en 1992, el entonces presidente Bill Clinton escandalizó al país porque 20 años antes había probado cannabis en Inglaterra. Gambeteó diciendo que no había tragado el humo.
En el libro ‘Barack Obama: The Story’, de David Maraniss, se revela detalles de que el expresidente no solo consumía hierba de joven, sino que era un apasionado. Formaba parte de un grupo: ‘Choom Gang’. Choom es la forma de inhalar y el grupo castigaba al que primero soltaba el humo: le era prohibido fumar en la siguiente ronda. Obama admite que la fumó, pero no la recomienda, aunque sí reconoce que es menos malo que el alcohol y el tabaco.