Clases y trabajo telemáticos dejan huella en la visión en pandemia

La médica Marcia Salazar revisa a Ronald; pasa más de 12 horas frente al computador. Foto;: Valeria Heredia / EL COMERCIO
El chequeo visual de Emma, de 7 años, dura unos minutos. La niña cubre su ojo derecho con una paleta, para identificar con el izquierdo las letras, números y formas proyectadas en la pared y viceversa.
Luego, la pequeña de ojos grandes y negros se acerca al autorrefractor -equipo para diagnosticar si necesita o no lentes-. Le piden observar por un orificio, en cuyo interior hay un pequeño globo.
Emma mira el dibujo y sonríe. Mientras eso ocurre, su madre, la oftalmóloga Fitha Vásquez, revisa las partes del órgano: córneas, el iris, etc.
Con un breve examen como este, la especialista puede determinar que la niña tiene dificultades de visión a distancia, por lo que le cambió los lentes. Los usa desde hace tres años.
Estos le ayudaron a que su visión no se deteriore; más en la pandemia de covid-19, en la que niños y adultos han tenido que cumplir con jornadas escolares y laborales digitales.
El principal problema -explica Vásquez- es el exceso de exposición a las pantallas de los computadores o de los celulares. “Ocurre que nadie ha disminuido su tiempo de ocio: en redes sociales o juegos, por lo que sé hay personas que pasan hasta 12 horas conectadas”.
Por ello, en su consulta ha recibido ojos negros y cansados; cafés y enrojecidos; verdes y resecos. Otros han presentado enfermedades más graves de fatiga visual o patologías como el llamado síndrome del ojo seco.

Este último es una afección muy frecuente, que aparece cuando las lágrimas no pueden lubricar los ojos de forma adecuada. Produce irritación y visión borrosa. Lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La entidad reconoce que en el mundo hay 2 200 millones de ciudadanos con padecimientos visuales -como el mencionado.
Cuando una persona está frente al computador además puede bloquear el músculo ocular, que sirve para enfocar objetos a distancia.
Meses atrás, la especialista trató a un niño con este mal. Tiene la misma edad de Emma. La madre del pequeño cuenta que luego de clases virtuales se concentraba en el celular. Jugaba más de cuatro horas. Lo que ocasionó este problema y una reducción de su visión.
La solución fue llevarle al optómetra, que le recomendó lentes. Se los pusieron, pero el malestar seguía. “Primero debe acudir a revisión del oftalmólogo, para tratar la enfermedad de base y luego ver si es necesario o no su uso”.
Afortunadamente, el niño solo requería un tratamiento basado en colirios y hacer ejercicios oculares. “Si se diagnostica a tiempo, los inconvenientes son tratables y curables”, dice Vásquez, quien recibe a diario cerca de 10 pacientes.
Juan Carlos Salcedo, de 36 años, acudió el martes con su hija Saraí, de 6 años. Desde los 3, la niña usa lentes para corregir su miopía -problemas de visión a distancia-.
Cuando estaba en clases presenciales se sentaba en los primeros asientos para ver mejor. Pero, en virtual, sus ojos pequeños sintieron mucha picazón. “Acudimos para que nos ayuden con recomendaciones para mejorar su salud visual”.
Entre los consejos más comunes están hacer ejercicios, como mirar a distancia por la ventana para ampliar el campo visual. También puede moverlos de un lado a otro y parpadear constantemente. Emma y Saraí los practican a diario, luego de usar el computador.
El oftalmólogo Xavier Cabezas detalla que hay una ‘regla de oro’, denominada 20, 20, 20. Así, cada 20 minutos, la persona debe ver a una distancia de 20 pies (seis metros aproximadamente), por el lapso de 20 segundos.
Para la oftalmóloga Marcia Salazar, el tiempo de descanso ideal debería ser mayor: 15 minutos por cada hora de exposición. Implica que debe desconectarse totalmente de cualquier dispositivo; incluida la televisión.
A su consulta de los martes llegó Ronald Rivas, venezolano de 45 años. Él labora en una empresa de marketing y debe pasar conectado más de 12 horas frente al computador. “Mi visión bajó totalmente. Ahora tengo que alejar los libros o cualquier papel de mí, para leerlos, se me complica”.
Por eso optó por comprar unos lentes en la calle. No recuerda su precio, pero le ayudaron a ver mejor. Sin embargo, el malestar sigue. “No se aconseja adquirir lentes sin una prescripción, se requiere del diagnóstico del especialista para medirlos correctamente”, comenta Salazar.
Además, se puede detectar a tiempo afectaciones graves. Los ojos de Ronald, por ejemplo, no aguantaban más. A simple vista estaban bien, pero cuando se acercó a la lámpara de hendidura, la galena vio que tenía una infección severa. “Con unos colirios, los males se curan, pero deben acudir a revisión oportunamente”.