La violencia en Ecuador ha sido el tema de conversación agudo en los últimos meses en el país. El femicidio de la abogada María Belén Bernal en Quito, el asesinato al fiscal del Édgar Escobar en Guayaquil, la agresión a una mujer y su hija en Cañar, los asaltos y demás hechos han estado presentes en la prensa, las redes sociales y las charlas.
Por la naturaleza de los actos mostrados, se pudiera pensar que solo los adultos están al tanto de los temas, pero no es así. Niños y adolescentes también reciben la información y, aunque es posible que entiendan lo que ven, es indispensable una reflexión con sus padres y madres.
Desde la casa el niño, niña o adolescente debe salir con herramientas para poder convivir con otros seres humanos y buscar estar a salvo lejos de la protección de papá y mamá. Caso contrario, es posible que las fuentes que tienen les proporcionen información inadecuada cargada de estereotipos y creencias que pueden servir de base para nuevas situaciones de violencia.
El psicólogo Esteban Rueda señala que se debe hacer una aproximación al tema de la violencia en general desde la niñez. Eso resulta favorecedor porque “el primer paso para saber que una persona está siendo sujeto de violencia es identificarla”, recalca.
Hay quienes piensan que la violencia es solo golpes o insultos y aunque lo son, existe otra clase de acciones que también pueden serlo. Si se habla de relaciones sentimentales de pareja, está, por ejemplo, el ‘ghosting’ que es cuando se inicia una relación, se intercambia emociones con la pareja y luego esa persona desaparece. “Eso también es violencia y muchas personas no lo saben”, explica el especialista.
Es fundamental que se entienda también que durante la niñez el modelo afectivo primario es la familia. Por lo que es muy probable que un menor violento sea producto de un hogar en esas condiciones, explica la doctora Estefanía Torres, psicóloga infantil y psicorrehabilitadora.
Asimismo puede darse el caso de que resultado de la violencia intrafamiliar el niño o niña sea demasiado retraído. Si no se comunica al menor que, aunque ocurra en casa, esa situación no es normal, cuando el niño crezca, pensará que esa es la manera habitual de relacionarse, es decir ser víctima o victimario, y lo repetirá.
Cuando el niño o la niña alcanzan la adolescencia y se inician los enamoramientos, es necesario también enseñarles a reconocer signos que pueden alertar de un vínculo violento. Entre ellos, señala la doctora Torres, están los celos, el intento de aislar a la víctima de su entorno de amigos y familiar, asustar y evidentemente la agresión física, sexual y verbal.
En la adolescencia, el acoso a la pareja se suele ejercer a través del celular o de las redes sociales. “Podemos evidenciarlo cuando existe un excesivo número de mensajes, de llamadas, hasta de correos electrónicos”, sostiene la doctora Torres.
El problema está en que los jóvenes no reconocen estas conductas como muestras de violencia, sino que las justifican porque las confunden con atención o con amor. Por lo que la intervención temprana de la familia es esencial para la prevención futura.
Para el doctor Rueda, este abordaje no es tema de un día o dos, es continuo porque son muchas preguntas las que deben ser respondidas. No hay que dar por hecho que, como ya son adolescentes, lo saben o que lo aprenderán en la escuela. Hay que estar alerta también con las películas, series, libros y telenovelas que insisten en el “mito del amor romántico”. Estos productos pueden mostrar conductas de aceptación y sometimiento como una expresión de entrega y verdadero afecto.
El especialista señala, además, que hay niveles de lenguaje para hablar con los hijos, no es igual una charla con niños que con preadolescentes y adolescentes.
¿Cómo hablar con los hijos?
Se puede empezar con una frase tipo: “Parece que te preocupa algo, ¿quieres contarme?”, dice la doctora Torres.
El temor al castigo o a ser juzgado es lo que más detiene a los hijos a charlar de ciertas cosas con los padres.
Otra forma de violencia es debilitar la autoestima de la persona a través de críticas a su físico, a sus ideas y acciones.
La mejor forma de dar herramientas a los hijos para que no sean violentados es convertirse en un ejemplo de no violencias.
Hay que enseñarles a no justificar la violencia con la excusa de que “era broma” y de ahí la clave de que aprendan a poner límites claros. No es no.