Esta madre disciplina a sus hijos con la ‘vara’; no lo hace enojada y les explica su razón. Foto: Misael Morales / EL COMERCIO
Con un cuestionado ‘método’, Katherine (nombre protegido) ha criado a sus hijos. ‘La vara’ (de madera) le ha funcionado, afirma, para disciplinar a chicos, de 23, 17 y 2.
La guarda entre sus brochas de maquillaje desde que tuvo a su primera hija, Camila. La joven que ahora es psicóloga infantil le agradece. “La vara funcionó conmigo, mami -le dice-, sino sería una vándala”.
“No rehúses corregir al muchacho; si lo hirieres con vara, no morirá”. En esa frase bíblica se ha fundamentado esta madre, guiada por la abuela paterna de dos de sus hijos. Le aconsejó no pegarles con la mano.
Existe -dice Katherine- una diferencia entre maltrato y corrección. Su ‘método’ consiste en golpear a sus hijos dos veces con la vara en la nalga.
En Ecuador, si se consulta ¿está de acuerdo con maltratar a los hijos? le contestan claro que no. Pero la respuesta cambia si se precisa que el castigo físico es “para corregir conductas inapropiadas”.
Lo explica la psicóloga y maestra Alexandra Serrano, quien cuenta que esa línea divisoria fue el tema del estudio de la Facultad de Psicología y el Centro de Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), que se publicará en un libro en septiembre.
Trabajaron con una muestra de 114 personas, de 18 a 60 años, de clase media y altos niveles de educación, con posgrados y en cargos directivos. Noventa de ellos de Quito, y el resto de Guayaquil y el Puyo.
El 90% de ellos recibió castigo físico en la niñez; les pegaron con la correa, cable u ortiga y les bañaron con agua fría. El 70% también ha aplicado maltrato físico con sus hijos o lo haría de tenerlos. Les dan nalgadas, un tirón de orejas y usan violencia psicológica, diciéndoles que dejarán de quererlos o evitando hablarles.
Los preescolares y niños de entre 6 y 8 años, concluyen los investigadores, son quienes más reciben castigo corporal.
Este estudio empezó, tras revisar la defensa, en redes sociales, al inspector del Mejía, que golpeó con un palo en la nalga a siete estudiantes. Exalumnos lo justificaron, dijeron que les hizo hombres de bien.
Casi un año después, el debate se reabrió, tras la circulación de un video en el que una mujer vende cabestros o látigos. Los promocionaba como el viejo psicólogo.
Desde el 2012, hasta su último informe, en el 2017, el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, ha señalado su preocupación por la prevalencia de diversas formas de violencia, entre ellas la física. Y los malos tratos contra niños de todas las edades en el hogar, escuela, transporte y espacios públicos, infligidos por padres, docentes y sus pares.
El Comité precisó que ocurren de los 5 hasta los 11 años, con mayor incidencia, y entre niños indígenas y afros. E instó al Estado a que se apruebe una ley para una infancia y adolescencia libres de castigos físicos y tratos degradantes.
En Ecuador, en los artículos 40 y 41 del Código de la Niñez se prohíbe toda forma de maltrato y desvalorización, sanciones corporales y psicológicas; y sanciones colectivas, en los planteles educativos. Y el 152 del Código Penal establece agravantes para quienes causen lesiones a familiares.
Sybel Martínez, del Consejo de Protección de Derechos, opina que la prohibición expresa de usar castigo físico debe constar en la reforma al Código de la Niñez. “No debe permitirse un punto moderado de maltrato, ni una nalgada o que a un hijo se le llame tonto”.
En una oficina de la Policía especializada en niños (Dinapen), en Quito, un funcionario que pidió la reserva de su nombre comentó que a esa dependencia han llegado casos de maltrato que han provocado la muerte de menores.
Aunque son pocos -anotó- pasan en situaciones en que no se miden consecuencias. Recordó la historia de una pareja que cumple una pena por golpear a su hijo en medio de una discusión y causarle la muerte.
Las denuncias que llegan a la Policía especializada no reflejan la totalidad de casos, ya que la Fiscalía remite las que considera pertinentes, explicó el coronel Henry Herrera, director de la Dinapen. Entre enero y junio del 2019 se registró 17% menos de denuncias que en igual período del 2018.
María Eugenia Céspedes es madre de Mateo, de 10 años. Aunque de sus padres sí recibió ‘correcciones’, asegura que ante el mal comportamiento de su hijo prefiere el diálogo.
Muchos -comenta- se ríen al ver su método para disciplinar a Mateo. “Me dicen que los niños no piensan, que le corrija, que le dé”. Más de una vez ha tenido que tirarle de la oreja ante la presión familiar.