En 14 casas de salud se capta a posibles donantes de órganos

El padre de Geovana, quien trabaja en una unidad médica, dio vida a otros. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

El padre de Geovana, quien trabaja en una unidad médica, dio vida a otros. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Carlos y Aída aceptaron la donación de órganos de su hijo Alex, quien tuvo muerte cerebral. Foto: Valeria Heredia/ EL COMERCIO

En el dormitorio de Alex, de 18 años, solo se observan su cama y sobre un pequeño portarretratos, la invitación a la misa por el primer mes de su fallecimiento. Su madre Aída Andino, de 69, atesora esa foto. Y mantiene el deseo de conocer a las personas que recibieron sus órganos.

El joven murió en julio del 2018, producto de un golpe en la parte posterior de su cabeza. Eso le generó -relata la madre- una muerte cerebral.

Quien fallece en esa condición se convierte en un potencial candidato para donar órganos y tejidos. En Ecuador se registra un total de 673 donantes, en los últimos 11 años. En 2018 hubo el mayor número: 133 personas, entre ellas, Alex.

El menor de 14 hijos nunca se mostró contrario a la opción de ayudar para que otros pudiesen vivir. En la Ley de Donación, aprobada en el 2011, se reconoce que ecuatorianos y extranjeros residentes son donantes, a menos que hubieran manifestado lo contrario.

Aída no conocía de ese detalle. Pero los médicos le explicaron sobre el proceso.

Los familiares de un donante cadavérico deben ser debidamente informados a través de un protocolo. El acercamiento debe ser cálido, humano y hay que apoyarlos, para que acepten la muerte, según Mauricio Heredia, director del Indot.

El padre de Geovana, quien trabaja en una unidad médica, dio vida a otros. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Este paso es básico para obtener el consentimiento familiar para el proceso de ablación o extracción de órganos, señala el titular de la entidad.

En el país, nueve de cada 10 personas son donantes. Con el objetivo de mantener esta cifra -dice el funcionario- se apunta a la coordinación con la red de salud pública y privada.

El año anterior, por ejemplo, se capacitó a 1 000 funcionarios de salud, que se encargan del primer abordaje o acercamiento, como se conoce al paso previo a la extracción. Laboran en 14 unidades médicas, como el Carlos Andrade Marín (Seguro Social) y el Eugenio Espejo (Ministerio de Salud).

La meta de este año es que 29 casas de salud puedan detectar tempranamente a un donante.

¿Qué órganos se donan? En la normativa se detalla que se pueden extraer todos los órganos, tejidos y células. Riñones, hígado y córneas son los más comunes. Desde el 2009 ­hasta la fecha se han practi­cado 5 327 trasplantes; el 2018 es el año con el mayor número, es decir, 717.

Estas cifras, dice el titular del Indot, son positivas pero aún hay un trecho que recorrer para que las familias reconozcan que la donación salva la vida de decenas de personas.

No se busca ejercer presión, ya que los profesionales respetan la decisión de la familia hasta que entiendan la importancia de la donación. Esto no puede tardar mucho tiempo, porque se trata de obtener órganos en buenas condiciones.

Alex –cuenta la madre– estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos de una casa de salud durante cinco días. Ese último lugar fue decisivo, ahí le explicaron sobre la ablación.

Al principio ella se negó. Luego entendió que el ciclo de vida de su hijo terminó, pero que podría ‘vivir’ en otros cuerpos. Finalmente, aceptó.

Ese proceso fue complejo, ya que miles de preguntas rondaron en su cabeza. ¿Quién o quiénes tendrían los órganos de mi hijo? ¿Los cuidarán o no? ¿Podré conversar con ellos?

Aída cuenta que pidió conocer a la persona trasplantada. Su pedido no se cumplió.

En la normativa vigente se prohíbe la divulgación de información sobre el donante o el receptor. Hay una excepción: “salvo el caso de requerimiento de la Función Judicial, dentro del ámbito de su competencia, o mediante acción de hábeas data, cuya audiencia tendrá carácter reservado”.

Aída aún mantiene esa idea. “No quiero molestar; solo saber a quién dio vida mi hijo”.

Una idea similar guarda Geovana Yar, asistente personal en una casa de salud.

Su padre se convirtió el año anterior en donante, luego de una caída en la que se golpeó la cabeza. Cuando la joven llegó al hospital -relata- le dijeron que él ya no le escuchaba. Sintió mucha preocupación y desesperación.

Leyó rápidamente y supo que su padre daría vida a otras personas. Aceptó, aunque el dolor de la pérdida de un ser querido seguirá por siempre.

Hablar sobre donación es fundamental, por lo que del 26 al 28 de abril se llevará a cabo el Primer Simposio Internacional de Trasplantes, en el Andrade Marín, en Quito. Con­tará con especialistas nacionales y extranjeros.

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