Los 'canguritos' fortalecen el crecimiento de bebés prematuros y con bajo peso

Las hermanas Karla y Ruth Grefa son madres canguros de las gemelas de Karla. Están en el IESS Quito Sur. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO

Las hermanas Karla y Ruth Grefa son madres canguros de las gemelas de Karla. Están en el IESS Quito Sur. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO

Verónica Chilibulo es canguro de los gemelos de su prima. Ella también acude al IESS Quito Sur para cumplir con esa rutina. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO

Al igual que una mamá canguro que lleva a sus hijos en su funda (marsupio), Verónica cobija con su cuerpo al pequeño Damián. Lo mira con cariño y siente sus movimientos leves. En ocasiones conversa con él y le canta. Lo mismo hace con su hermano gemelo, Benjamín. Ella no es la madre de los bebés pero ayuda en su proceso de crecimiento.

Se conoce como técnica del canguro al procedimiento que se practica a recién nacidos prematuros y de bajo peso. Consiste en el contacto piel a piel entre el familiar y el bebé, con el objetivo de estimular la alimentación, el desarrollo psicomotriz y el crecimiento, comenta la doctora Sandra Duque. Ella es coordinadora institucional del área de Neonatología en el Hospital Quito Sur, del Seguro Social.

En la casa de salud se adecuó un espacio para desarrollar esta técnica. Tiene una capacidad para acoger a unos 25 pacientes dispuestos en tres niveles: básico, intermedio e intensivo.

En la primera sala o área de crecimiento hay ocho sillas reclinables. En ellas están los bebés y sus acompañantes. Padres, madres, abuelos, tíos o primos –es el caso de Verónica- están en la lista de personas que sirven de canguro a los pequeños.

La dinámica es sencilla. El familiar o 'cangurito’ ingresa a la sala de desinfección para ponerse ropa cómoda y limpia. No debe usar cadenas, anillos o relojes. Luego es necesario el lavado de manos profundo. Antes de ello deben bañarse, ya que el niño reposará en el pecho. La idea es no afectar la salud del bebé, reitera Duque.

Las hermanas Karla y Ruth Grefa son madres canguros de las gemelas de Karla. Están en el IESS Quito Sur. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO

Verónica, de 36 años, acudió el viernes 14 de junio del 2019 al Hospital para “empollar a sus primos”, dice con cariño. “Es una experiencia maravillosa, ya que sé que mi cuerpo y mi calor les ayuda a crecer y a ganar peso”.

La mujer no tiene hijos pero sabe cómo tranquilizarlos por su formación como maestra. “Cuando están irritables les converso o les canto canciones. Se tranquilizan y su cuerpo empieza a calentarse”.

El niño debe estar sin ropa sobre el pecho del familiar. Solo debe usar pañal y una cobija para arroparlo. Así, por el contacto, el cuerpo del bebé empieza a calentarse y hay una relajación. “Es lindo verlos crecer”, dice Verónica.

Karla y Ruth, de 27 y 30 años respectivamente, viven una experiencia similar. Karla tuvo a sus gemelas a finales de mayo. Son prematuras y nacieron con un peso bajo, por lo que los médicos le recomendaron esta técnica.

Karla se recuesta sobre el sillón reclinable. Mira a su pequeña y sonríe. Recuerda que sus gemelas nacieron muy pequeñas. “Me daba miedo cogerlas”, pero con el tiempo ganó confianza. Ahora carga a una de las niñas y la coloca en su pecho. La abraza con una de sus manos y siente su respiración.

“El calor corporal es importante para su crecimiento”, afirma. Es por ello que pidió ayuda a su hermana Ruth para que sea canguro de su otra bebé.

“Es como tener nuevamente a mis hijos pequeños”, dice Ruth. Ella es madre de tres niños y ha enseñado varios trucos para la crianza de las gemelas.

A Neonatología –cuenta Duque– llegan unos 100 de los 3 000 recién nacidos que se atiende en el hospital. Ellos requieren atención especial. Solo saldrán cuando superen los 1 800 gramos (g) de peso. Un niño que nace a término –entre 38 y 42 semanas– pesa hasta 3 000 g. Las madres reciben charlas para la estimulación y el cuidado de sus niños, cuando dejen el Hospital.

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