En Camboya, Alejandro ayudó en la construcción de un pozo de agua, en un basural. Foto: Cortesía / Alejando Lalama
‘A los 18 años llegué a Estados Unidos, por un programa de intercambio colegial del Rotary Club. Me iba a quedar un año lectivo, pero empecé a buscar una beca universitaria y lo logré. Cumplí ya los 24 y en junio 2019 terminaré mis estudios.
Quisiera que más jóvenes ecuatorianos como yo intenten prepararse fuera, no necesariamente con apoyo del Gobierno. Hay oportunidades, pero a veces no sabemos aprovecharlas. Por eso les aconsejo que en la secundaria participen en actividades extras, en voluntariados, que son muy valorados en este país.
Yo me gané la beca en la Universidad Privada Gustavus Adolphus College, que está en Minnesota. Cubre alrededor del 80% de toda la colegiatura. Sigo dos carreras: Economía Gerencial Internacional y Comunicación y me especializo en Ciencias Políticas.
¿Cómo la obtuve? Acá toman en cuenta las actividades extras que hace un estudiante. Por ejemplo, yo fui voluntario de la Casa de Caridad de Penipe, en Chimborazo; trabajé con niños con discapacidad física e intelectual; y fui presidente del Consejo Estudiantil en el Colegio San Felipe Neri, de Riobamba. Presentar certificados de todo lo que hice en nuestro país me ayudó.
Además, me pidieron que escribiera un ensayo sobre por qué deseaba estudiar en EE.UU. Conté que no todos podemos pagar una carrera que cueste alrededor de USD 60 000 por año. Y que después yo regresaría a Ecuador, para compartir mis experiencias.
Una familia Owens, originaria de Los Ríos, fue como mi auspiciante, para conseguir la beca. También tengo mucha gratitud hacia la familia Venn, que me acogió cuando llegué a estudiar el último año en el Colegio Cannon Falls.
Me impulsaron para que perfeccione mi inglés. Y hasta me dejaban usar su auto para ir al centro comunitario. Yo colaboraba con tareas de la casa.
En Riobamba y hasta en Minnesota, cuando la mayoría de mis amigos se divertían, yo buscaba actividades y luego, sin darme cuenta eso me abrió las puertas a la beca. En el centro comunitario me inscribí como voluntario y fuimos a Camboya, para ayudar a niños que trabajaban en los basurales, por tres semanas.
En los primeros años de estudios universitarios fui parte del club de fútbol y para eso debía empezar el día a las 06:00. Ahora, además de estudiar las dos carreras, me hago tiempo para un club de conexiones globales y de negocios.
También soy voluntario. Enseño inglés en la biblioteca de la ciudad a los adultos mayores (de 70 años en adelante), que son cuidados por latinos y quieren entenderlos. Y a migrantes, más que nada de El Salvador, México, Nicaragua y Guatemala, de 30 a 60 años.
¿Por qué lo hago? El inglés me dio la posibilidad de integrarme a la cultura norteamericana. Yo también soy migrante y sé bien que las personas a quienes doy clases no tienen las mismas oportunidades de prepararse.
Este año me gané un premio en la universidad. Fundé una empresa que produce barras de quinua, con la idea de conectar a Ecuador con el resto del mundo. Presenté el proyecto a un auditorio, con 1 500 personas. Y conocí al director ejecutivo de una gran empresa.
¿Cómo se me ocurrió la idea? Teníamos que trabajar en un proyecto y tengo un compañero que es alérgico a varios productos, así que investigué y probé con quinua y no la rechazó. Al inicio quise hacer cereal de quinua y el sabor no fue muy bueno. Seguí experimentando y finalmente obtuve las barras, diseñé la caja y todo.
En junio me graduaré. Debo decidir si quedarme trabajando un año en mi empresa o volver a Ecuador enseguida. En esta Navidad estaré en Tanzania, con un grupo de enfermeras de mi universidad. Vamos a capacitar a niños y jóvenes de una tribu, según nos han dicho, sobre las enfermedades de trasmisión sexual”.