Manuscrito del discurso. Obra ‘Discurso de Bolívar ante el Congreso de Angostura’, del pintor venezolano Tito Salas.
Sin lugar a dudas, el Discurso de Angostura pronunciado por Simón Bolívar ante el Congreso de Venezuela el 15 de febrero de 1819, es un trabajo maestro, no solamente desde el punto de vista político sino por constituir “una obra magistral de literatura, sociología, derecho y pensamiento tendiente a buscar la unidad de los pueblos, desechar la tiranía de los gobernantes y cimentar la unidad de los pueblos de América” (Michael Gordon, ‘Bolívar y la influencia de su pensamiento’, Bogotá, Ediciones Populares, 1970, p. 60)
Efectivamente, el contenido de su mensaje supera toda otra consideración escrita hasta ese entonces sobre temas políticos y sociales americanos. Bolívar busca con denuedo la unidad del pueblo de Venezuela, país que desde 1811 hasta 1812 contaba con el llamado Congreso Republicano. Su intervención pretendía alcanzar un modelo político que se ajustara a la realidad de la nueva república constituida luego de duras horas de lucha armada contra el poder español. Se trataba de convertirla en un estado libre y soberano, razón por la que urgía construir un instrumento jurídico que tuviera validez y aplicación inmediata para reconocer a Venezuela como nación independiente.
La pluma del futuro Libertador sobre la realidad social continental de la época escribiría: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el Americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y América que una emanación de la Europa, puesto que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y su carácter….” (Carta de Angostura)
El tema político es tratado con soltura y profundidad, y sus palabras se convierten en permanentes mensajes dedicados a quienes se inclinan por esta materia. Sus expresiones buscan la solución a los problemas sociales, cuya tarea debe ser principio y fin de todo gobierno. “Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humanidad, cumplamos ahora con la política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y natural, mas tan débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere un pulso definitivamente firme, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración”.
De allí, concluye que “El sistema de gobierno más perfecto es el que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política (…) Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus propios intereses (…), el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. Por tanto es preciso que en todos los gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor (…) Es un oficio (la política) para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instrucción.
Todo no se debe dejar al acaso y a la aventura en las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza, y aunque es verdad que los senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad que saldrían de una educación ilustrada”.
Sobre las relaciones de los gobernantes con el pueblo, diría:
“Mi deseo es que todas las partes del Gobierno y Administración adquieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equilibrio no solo entre los miembros que componen el Gobierno, sino entre las diferentes facciones de que se compone nuestra sociedad. Nada importaría que los resortes de un sistema político se relajasen por su debilidad, si esta relajación no arrastra consigo la disolución del cuerpo social, y la ruina de los asociados. (…)
Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo, o del despotismo a la anarquía, muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a su circunstancia (..)
Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben: que la voluntad popular se contenga en los límites que un justo poder le señala: que una legislación civil análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba en vez de ligar la sociedad”.
Tenía un punto de vista forme respecto de la formación de un gobierno: “Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción; y la concentración recíproca a fin de que haya menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere sensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es el que ensancha el progreso de las luces”.
“El amor a la Patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados son las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un republicano…”.
Un capítulo aparte le dedica a la educación popular. Con sobriedad afirmará que esta debe ser “el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república, moral y luces son nuestras primeras necesidades.(…)
Demos a nuestra república una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana (…) para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que se purifique lo que se haya corrompido en la República, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la Patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos: que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos, debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente las que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público (…) los principios morales y las acciones de los ciudadanos serán los libros de la virtud y el vicio.
Libros que consultarán el pueblo para sus elecciones, los magistrados para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios…”.
Tiempo después de que Bolívar dejara tan sobria lección de gobierno a los legisladores venezolanos, el periódico Correo del Orinoco reprodujo el texto completo del discurso de Bolívar y lo dejó grabado para la eternidad. Una de las consecuencias del Congreso fue que a partir de su celebración en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, surgirá más tarde la Gran Colombia conformada por Venezuela, Nueva Granada (Colombia y Panamá) y Ecuador.
*Canciller de la Confraternidad Bolivariana de América, Capítulo Ecuador.