Sobrevivir y convivir, el camino

El psicoterapeuta Samuel Merlano posa en las afueras del Parque Samanes, en el norte de Guayaquil. Trabaja en su consultorio y hace consultorías y capacitaciones para grupos. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

El psicoterapeuta Samuel Merlano posa en las afueras del Parque Samanes, en el norte de Guayaquil. Trabaja en su consultorio y hace consultorías y capacitaciones para grupos. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

El psicoterapeuta Samuel Merlano posa en las afueras del Parque Samanes, en el norte de Guayaquil. Trabaja en su consultorio y hace consultorías y capacitaciones para grupos. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Los desafíos emocionales y conductuales que ha traído consigo el encierro por la crisis sanitaria del coronovirus han hecho que citas individuales, charlas y consultas de los medios sean parte de la agenda de los últimos meses del psicólogo Samuel Merlano, quien reflexiona sobre la convivencia en tiempos de pandemia.

¿Qué implica, como concepto, la convivencia?

El término nos refiere a vivir juntos, habitar o existir junto al otro. Lo deseable en una buena convivencia es que existan relaciones empáticas. Es decir, la implicación para tratar de entender una realidad ajena, la realidad de los demás, algo vital para la vida social.

¿El concepto lleva implícitos valores que nos hacen humanos?

Sí, abonan a una buena convivencia. Los antivalores lógicamente generan conflictos. Los valores como el respeto, la empatía o la tolerancia contribuyen a generar un ambiente positivo para el bienestar de una comunidad o un grupo, un ambiente funcional dentro de todas nuestras imperfecciones, mucho más si existe de por medio afecto o amor.

Se trata de una noción tan incorporada a nuestras vidas que a menudo no solemos reparar en ella. ¿Por qué gana relevancia ahora?

El tema de la pandemia ha generado cambios en todos los sentidos. Antes del efecto pandemia la mayoría de las personas vivían en su mundo, en su realidad y de lo único que cuidaban en cierto grado era de su círculo familiar. Es decir, era la prioridad y donde más se invertían esfuerzos de convivencia. Con la pandemia creo que las personas han abierto un poco más esa frontera, con una mayor conciencia e interés hacia cómo están vecinos, amigos, parientes o compañeros de trabajo, por el tema empático pero también porque está en juego la supervivencia de todos. En el momento en el que veo que mis vecinos están bien, yo también estaré bien.

¿Cree que ese ‘efecto pandemia’ puede contribuir a frenar de alguna manera el avance del individualismo y de la soledad en la sociedad contemporánea? Sería paradójico con una enfermedad que aboca al aislamiento físico y al encierro.

Creo que nos invita a generar nuevos paradigmas en las formas de convivencia: el cuidar a los demás implica cuidarme a mí mismo. La gente ya vivía aislada en su propio mundo antes de la pandemia, solo pensando en su propia realización y en su supervivencia, siento que ahora pensamos mucho más en términos de ciertas comunidades o grupos, por la misma crisis de salud que nos amenaza a todos.

Las dinámicas de interacción cambian y pueden traer consigo beneficios, ¿pero no serían más las complicaciones con las que no sabemos manejar?

La crisis nos puede significar crecimiento, puede volvernos más humanos y humildes si la persona es reflexiva, aprende y crece, incluso se puede alcanzar mayor madurez en el ámbito de la espiritualidad o en el plano de la trascendencia existencial. En el otro extremo está el rezago del individualismo, la persona que prefiere seguir culpando a los demás y que no se deja tocar por lo ‘ajeno’.Otra de las aristas del problema es la violencia ¿por que se recrudece en estos tiempos la violencia intrafamiliar, por ejemplo?

Está ligada a problemas de carácter que son anteriores a la relación de pareja, a personas que se enojan rápido, que no saben controlar ni gestionar sus emociones, es algo que no te suelen enseñar en casa ni en el sistema de educación. En una convivencia de largo tiempo de encierro van a florecer esos problemas de carácter, entonces se incrementan los conflictos, las peleas, la agresión, el maltrato.

¿En qué medida la pandemia puede redefinir también nuestras nociones sobre lo que es convivir en pareja?

Vemos que un mayor tiempo en casa contribuye en algo a socavar el paradigma machista de la división de tareas en el hogar, por ejemplo, con hombres más dispuestos a contribuir, que se acercan a una mentalidad más de equipo, porque nos damos cuenta de que necesitamos sobrevivir, supervivir y convivir. Ese es un camino, el de la sensibilidad y la compresión hacia el otro. En el otro extremo está el de la intransigencia con estructuras paradigmáticas del pasado que pueden dañar la convivencia al punto de generar divorcios o maltrato psicológico, físico, verbal.

¿Cómo lidiar con las dificultades que se crean al convivir más tiempo con los hijos, que estudian ahora desde casa?

Siempre digo que hay que brindar tiempo de calidad a los hijos, hay más tiempo para estar en casa con el teletrabajo y el teleestudio, pero no basta verse todo el tiempo, se deberían generar espacios para compartir un tiempo especial, lo que implica un esfuerzo de los padres. Los hijos necesitan intercambiar opiniones, conversar, presentar dudas, hacer preguntas y jugar con los padres, lo que va a permitir una mejor convivencia.

¿Por qué se afirma que mantener una buena convivencia es crucial para la salud emocional e incluso para la salud física?

Nos hace más felices estar acompañados y respaldados por otros, nos predispone mejor ante las contingencias de la vida. Cuando te acercas a un estado de armonía el cuerpo entra en una homeostasis, un estado de autorregulación y capacidad de mantener una condición estable, esto hablando en términos de estados físicos generados por problemas psicológicos. Una muy mala convivencia puede generar problemas como depresión, ansiedad, angustia, insomnio, entre otros.

Los conflictos y desavenencias son inevitables, naturales y hasta sanos en cierta medida, ¿cómo enfrentarlos?

Es normal en toda convivencia que existan niveles de conflicto, el conflicto es una parte necesaria de toda convivencia, llámese laboral, familiar, social. El tema es que el conflicto tiene que generar diálogo, comunicación y negociación para que desemboque en buen término, en una resolución.

¿Para que el conflicto resulte productivo, por decirlo así?

Claro, sin crisis no hay progreso. Pero hay que desarrollar habilidades para resolver estos conflictos a través del diálogo, teniendo mucho cuidado con las palabras que usamos porque la idea en vez de dañar la comunicación es darle apertura para alcanzar un acuerdo.

¿Hasta el próximo conflicto...?

Correcto, en las relaciones de pareja por ejemplo se supera el conflicto, se celebra el éxito y más adelante habrá otro conflicto de mayor o menor intensidad, pero las experiencias de haber salido y resuelto conflictos anteriores brindan una mayor capacidad de resolución. En ese sentido la convivencia es como una prueba de ensayo-error.

¿Se requiere cada tanto refrendar los pactos de la convivencia?

El problema es cuando un individuo se cree dueño absoluto de la razón, cuando no da su brazo a torcer y cuando se piensan los problemas bajo un rígido paradigma mental de yo gano y tú pierdes. El nuevo paradigma es todos ganamos, hablar en plural, saber escuchar para evitar anular al otro y respetar los puntos de vista. El hablar en primera persona genera ya separación y división. Tenemos que trabajar también en ser responsables con lo que hablamos a nivel familiar o en pareja, ser respetuosos con el lenguaje, porque esto ayuda al crecimiento personal, al acuerdo y a la negociación.

¿Cuándo se requiere terapia en ese caso?

Cuando el problema es tan grave que necesita mediación, no solo terapéutica o psicológica, sino incluso la intervención de abogados en el caso de parejas al borde del divorcio. Se mide qué tanto los dos están dispuestos a sanar, a reconciliar, a perdonar. En ocasiones es necesario tomarse un tiempo para que cada uno reflexione sobre sus comportamientos, sus conductas, se les ofrece una oportunidad de pensar de manera diferente, luego de lo cual se vuelven a reunir a ver si es posible o no una solución. Cuando ambos buscan ayuda es una buena señal.

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