Las poblaciones de animales de ríos, lagos y humedales se han reducido en un 80% durante las últimas cuatro décadas. Fotos: Google Earth, Wikipedia, ONU y WordPress
Las poblaciones de peces que viven en fuentes de agua dulce como lagos, ríos y humedales han disminuido en un 80% en los últimos 40 años. La reducción de estos ecosistemas, causada por las acciones humanas, amenaza a la biodiversidad del planeta.
Las imágenes de ríos que se secan o lagos que se encogen no son casos aislados. Según un informe reciente de la Organización Naciones Unidas (ONU), se estima que desde el año 1900 hasta ahora, el 70% de las aguas continentales ha desaparecido. En regiones como Asia, la cifra es aún mayor, aunque América Latina no escapa de esta problemática.
En el 2016, los medios mexicanos alertaban de la desaparición del río Atoyac. Un mes más tarde, otros dos cuerpos de agua se empezaban a secar en la misma región.
Freddy Nugra, biólogo e investigador asociado a la Universidad del Azuay, explica que el cambio climático, la deforestación, el uso inadecuado del suelo y las fumigaciones con glifosato en zonas cercanas a estos cuerpos de agua son algunas de las amenazas para estos ecosistemas.
El avance de las zonas urbanas es otro de los impactos. En sitios como Zimbabue, se han drenado humedales importantes para la construcción de edificios o centros comerciales, a pesar de que estos ecosistemas actúan como una protección contra las inundaciones.
Nugra cuenta que en Ecuador también se vive esta problemática. En la frontera con Perú hay sistemas acuáticos que han desaparecido por la tala de bosques, y en la Costa, otros ríos se han reducido por la actividad minera.
Aunque el agua dulce representa solo el 0,01% del líquido vital del mundo, es el hogar de alrededor del 6% de todas las especies identificadas. Estas condiciones hacen que la existencia de los organismos se ponga en peligro. Una muestra de esto, según la ONU, es que la tasa de disminución de sus poblaciones es más del doble que las observadas en las especies terrestres y oceánicas.
Un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), revela que casi el 18% de la biodiversidad de agua dulce endémica de los Andes tropicales de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia está amenazado de extinción en la Lista Roja de este organismo.
Para Nugra, quien se dedica a investigar los peces que viven en estos sistemas acuáticos, no se cuenta con suficiente información sobre sus poblaciones. “Los peces continentales de agua dulce de Ecuador son los menos estudiados”, dice, ya que se privilegia el estudio de animales que están en la superficie, como aves y anfibios.
A través de listas preliminares, se ha logrado identificar más de 900 especies en el país, pero no todas están clasificadas. El sitio en el que más se ha trabajado en estos temas, dice Nugra, es en el occidente de la Costa del Ecuador, donde se han registrado alrededor de 150 especies de agua dulce.
En los Andes, sobre los 1 500 metros existen aproximadamente ocho especies y dos corresponden a la trucha, que es un animal introducido de América del Norte y Europa. El bagre es uno de los peces nativos que habita en esta zona, “pero su existencia se encuentra en peligro”, dice el biólogo.
En zonas como la Amazonía, donde está la mayor diversidad de especies de agua dulce del país, los peces se enfrentan a los impactos causados por proyectos de captación de agua o hidroeléctricas que obstaculizan su paso y empiezan a declinar las poblaciones.
Para Nugra, es importante trabajar con las poblaciones cercanas en temas de educación ambiental y fomentar el desarrollo del ecoturismo.
En el Centro de Investigación, Posgrado y Conservación Amazónica (Cipca) se realiza un proyecto para poder reproducir y reinsertar cuatro especies locales: paiche, bocachico, sábalo y cachamas. Marco Andino, director de la Unidad de Producción y Comercialización de este centro, explica que el programa se está llevando a cabo con éxito y que en esta semana ya se podrá conocer el sexo de los peces.
A escala internacional, en diciembre del año pasado los delegados de la Asamblea de ONU para el Medio Ambiente se comprometieron a restaurar y proteger estos ecosistemas. Para ello, deben basarse en el ‘Marco para la Gestión de Ecosistemas de Agua Dulce’ para monitorear y combatir el cambio climático y el impacto de las actividades humanas.