En cántaros, vasijas y recipientes de madera se exhibieron varias recetas de chicha. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
La preparación y consumo de la chicha de jora, considerada una bebida sagrada, perdura entre las familias indígenas de Shiña, como desde tiempos incaicos. Este producto no falta en la alimentación diaria, fiestas, rituales, mingas, reuniones… y por eso en su nombre se realiza el Festival de la Chicha.
Shiña es una comuna del cantón Nabón y es uno de los más grandes asentamientos indígenas de la provincia del Azuay que no ha perdido sus tradiciones ancestrales: la mayoría habla kichwa, viste el atuendo típico y tienen la mejor organización social.
Las familias viven de la agricultura, ganadería y actividades artesanales. El maíz blanco y amarillo -cultivado con abonos orgánicos- es el principal producto en las huertas porque es la base de la alimentación diaria e ingrediente clave de la chicha, que marca la identidad en este territorio.
Para resaltar estas potencialidades, desde hace tres años el Consejo de Gobierno de Shiña realiza el Festival de la Chicha dentro de la agenda de fiestas de creación de la comuna.
Para el concejal Fabián Chucuri, es un espacio para mostrar la riqueza cultural, gastronómica y las tradiciones heredadas de los ancestros.
El Tercer Festival se cumplió hace una semana en una jornada cultural de más de 16 horas que reunió a las comunidades de Shiña centro, Shiñapamba, Quillosisa, Paván, Rosas, Pucallpa, Rañas, Ayaloma y Llullín. La producción total fue de 600 litros de chicha que compartieron entre los presentes.
A las 08:30 las autoridades, delegaciones de las comunidades y estudiantes participaron en el Desfile de Fortalecimiento Organizativo e Intercultural que concluyó en el centro parroquial.
A esa hora ya estaban los 16 puestos de las familias participantes.
Según Arnulfo Sagvay, del Consejo de Gobierno, esta bebida fue símbolo de la resistencia de los pueblos kichwa hablantes durante el tiempo de la Colonia. “Fue la bebida elegida por los indígenas y sus dioses para salir de la rutina”.
Por eso, en las ceremonias y rituales religiosos no faltaba la chicha y eso dio paso a una sociedad alegre que la sigue consumiendo por gusto o costumbre. “Actualmente esta bebida sigue siendo un motivo de alegría”, dijo Sagvay.
Por ejemplo, en el hogar de Rosa Morocho y Segundo Paucar casi nunca faltan el maíz y la chicha. Ella contó que la bebida fresca la sirve como refresco en el almuerzo o merienda, y a los niños les encanta. Para prepararla aplica algunos secretos milenarios que le contaron sus padres como el uso de plantas aromáticas y medicinales de la zona.
En cambio, Elvira Palta, de 71 años, para el secado de los granos del maíz toma en cuenta las fases lunares y la cantidad exacta de los ingredientes. Ella y su vecina María Lalvay, de 63 años, también ofrecieron una sopa preparada con porotos, trigo, habas, maíz, chagrillo y carne de cerdo.
La bebida está lista en ocho días. El proceso empieza con el remojo de los granos de maíz amarillo en agua durante tres días. Utilizan el amarillo porque le da color y sabor especial, según las mujeres.
Luego lo tienden en una especie de colchón, entre hojas de aliso, para que absorba su olor. En tres días más, cuando está seco, se lo tuesta y muele. Esta harina es la jora o materia prima de la chicha, explicó Maura Morocho, de 54 años, de Shiñapamba.
Entonces, ese almidón se lo cocina en pailas de cobre por dos horas, con canela y otras especies naturales. Cuando está listo se deja enfriar y se cierne. Ese líquido se lo hierve otra vez con panela para obtener el sabor dulce y se lo vierte en cántaros de barro para su maduración natural.
Mientras más tiempo permanece en reposo, sube el grado de alcohol, comentó Digna Chucuri, quien para ese día preparó 60 litros de chicha.
Todos los participantes se destacaron por los ingredientes naturales y el uso de accesorios ancestrales como vasijas de barro, cucharas de madera, bateas de piedra, cabuya… que mostraron en la decoración de los estands.
Eso también tomó en cuenta el jurado calificador para elegir a la mejor bebida que recayó en Elvira Palta, de la comunidad de Pucallpa.
Antes de la nominación, las 16 familias participaron en un ritual ceremonial ofrecido por Florinda Morocho, de 70 años, en la cancha central. Además, compartieron una pampamesa con los presentes.
A más de la chicha ofrecieron cuy, papas, yuca, mote, pan de trigo, tortillas de maíz… La jornada se cerró pasadas las 24:00 con la presentación de grupos de danza y música folclórica de varias comunidades y una presentación artística.
Población
Shiña tiene 4 400 habitantes distribuidos entre sus nueve comunidades.
Celebración
En septiembre recuerdan la compra de estas tierras comunales que hicieron en 1940.
El territorio
237 compradores adquirieron las 10 800 hectáreas del territorio de Shiña.
Bebidas
A más de la chicha de jora, las familias elaboran el mishki que lo extraen del penco.