Schubert Ganchozo, en su taller de Guayaquil, que es donde crea todo tipo de instrumentos ayudado por su esposa. Foto: Mario Faustos /El Comercio
El arte musical de Schubert Ganchozo no solo aparece sobre los escenarios sino también en su habilidad para crear los instrumentos ancestrales que utiliza en sus conciertos.
El artista guayaquileño, de raíces manabitas, heredó este don. Ganchozo representa la tercera generación de una familia de ‘luthiers’, es decir de fabricantes de instrumentos musicales. Su camino ha sido el de la experimentación, por eso ha creado orquestas que tocan instrumentos de bambú y más recientemente un ensamble con instrumentos hechos de barro, que hace poco dio su primer concierto y a finales de mes se presentará nuevamente en Guayaquil.
“Los Ganchozos somos de Manabí y los Galarza de la provincia de Los Ríos; somos cien por ciento montubios, crecí entre instrumentos musicales y jugaba con estos desde muy pequeño”, dice.
Primero comenzó en la música folclórica, luego pasó a la social, hasta redescubrir sus raíces. Es así como hace 15 años comenzó a desarrollar la tecnología musical apropiada para crear al principio instrumentos de caña guadúa, en la percusión, pasando por flautas, hasta llegar a parlantes.
Pero a los escenarios llegó hace 10 años luego de estudiar por un largo tiempo a la cultura montubia ecuatoriana. Fue así como decidió formar la Orquesta Máster de Bambú, llamada Macolla; conformada por 20 músicos, que interpretan con 160 instrumentos sonidos y letras que hablan del campo, de leyendas, de la naturaleza, de viajes en canoa o de la comida.
“La cultura montubia ecuatoriana tiene como elemento principal la caña guadúa y la orquesta es la proyección mítica de esta cultura, y es un canto a la naturaleza, hacia nuestras culturas milenarias”, cuenta.
Vistiendo un mandil rojo y con las manos llenas de barro, instalado en su taller, ubicado en el sur de la ciudad, se presta a relatar su idilio con la música. Y su más reciente incursión en la construcción de instrumentos de barro. Utiliza la materia prima ecuatoriana y las formas ancestrales para construir con barro guitarras, bajos, un bandolín, un tambor oceánico, un bombo, un xilófono y hasta esculturas de 1,60 metros de alto, que estarán exhibidas próximamente en Nobol (Guayas).
Ganchozo ha estudiado y recorrido el Litoral; es egresado en Arqueología de la Espol. Fue la cultura chola ecuatoriana la que inspiró esta nueva faceta: la Orquesta de Ensamble de Barro. “Yo recorro el Litoral para conocer esta cultura, el ensamble del barro representa eso, pero haciendo énfasis en los manteños huancavilcas”, explica.
El ensamble musical de barro, interpretado por siete músicos, ya tiene un repertorio en el que se pueden escuchar temas inéditos que representan cada región del país, como Fuego de Galápagos, Aguas del Litoral, Aires Andinos y Tierras Amazónicas. Los nombres de estas canciones retoman elementos significativos de esas zonas.
Y con su orquesta de bambú, la Macolla, tiene 14 canciones
inéditas y han grabado cinco producciones. También formó una agrupación más pequeña en el 2008: Bambú Ensamble. Son seis músicos que tocan instrumentos de viento, cuerda y percusión, interpretando amorfinos, en espacios más pequeños.
Ganchozo no está solo en sus empresas, lo apoya su esposa Joffri Campins, quien además de ser la productora, lo ayuda en la concepción y diseño de los instrumentos, que, agrega él, son los pasos que más tiempo toman, pues para hacerlo se debe estudiar la geometría sagrada de cada cultura.
“Ya ensamblar, por ejemplo una guitarra, toma un mes. Tal vez los otros instrumentos, menos tiempo, porque en el caso del barro hay que trabajarlo rápido para que no se sequen. Al final los de barro van al horno y mi esposa los pinta”, explica.
El secreto para construir los instrumentos está en su cabeza. Asegura que antes de comenzar a hacerlos, primero sueña con el sonido que desea obtener de cada uno. “Cada instrumento es creado según un acorde y armonía musical”.