Veneradas como antiarrugas pero acusadas de congelar el gesto, las inyecciones de botox podrían no obstante ayudar a sonreir de nuevo si, como sugirió hoy una investigación germano-suiza aparecida en “Journal of Psychiatric Research“, la sustancia actúa contra la depresión.
Investigadores de Hannover y Basilea han descubierto esta conexión, en un estudio sobre 30 personas víctimas de depresión y sin reacción al tratamiento habitual antidepresivo.
La mitad de los pacientes recibieron inyecciones en la frente de la toxina Botulina (Botox) y la otra mitad sólo con un suero inocuo. La facultad de Medicina de Hannover informó hoy de que, apenas dos semanas después, el grupo tratado con Botox habría remitido en la depresión.
El grueso de los síntomas se habrían reducido en un 60 por ciento tras seis semanas de tratamiento y, al final del experimento, tras 16 semanas, el grupo habría anotado aún más mejoras.
La mejora entre quienes recibieron un placebo sustitutivo apenas tuvo significación. El tratamiento carecería en general de efectos secundarios, sería seguro y económico, dado que el efecto de una inyección dura varios meses, recordó el profesor Tillmann Krüger, de la Clínica Universitaria MHH, de Psiquiatría, Socialpsiquiatría y Fisioterapia.
“La toxina Botulina podría suponer un nuevo paso en el tratamiento contra la depresión”. Advirtió sin embargo de que, antes de que pudiera extenderse su uso, deberá aclararse bajo qué condiciones y cómo puede realmente el Botox limitar la depresión.
Científicos estadounidenses habían establecido ya hace dos años cómo personas que recibieron un tratamiento de Botox serían menos proclives a mostrar enfado o tristeza, pero se achacaba a que tal vez tenían la gesticulación limitada. El Botox, sin embargo, ha sido ya prescrito para terapias neuromusculares o tics faciales.