Sim-man presenta los síntomas de un paro respiratorio. Tose frenéticamente, su pecho se levanta violentamente en búsqueda de aire. Pronto, la presión baja. Los latidos de su corazón disminuyen de frecuencia e intensidad hasta parar por completo. Sim-man está muerto o, mejor dicho, la simulación de su cuadro clínico ha acabado.
Sim-man es uno de los 10 muñecos simuladores con los cuales cuenta la facultad de Medicina de la Universidad San Francisco de Quito, ubicada en el Hospital de los Valles en Cumbayá. Estos robots tienen todas las facultades del ser humano: lloran, se lamentan, respiran, tosen, dan a luz entre otras cosas. Así mismo se les puede sacar sangre e inyectar. Todo sirve para recrear cuadros clínicos complicados que los futuros médicos tengan que resolver.
María Fernanda Sánchez, estudiante de tercer año de medicina general, está muy satisfecha con las prácticas en el hospital de simulación. “El estudiante pierde el miedo natural al acercarse al paciente. Y si te equivocas, puedes repetir todas las veces que quieras”, explica.
Según Fernando Jácome, Coordinador del Área de Simulación del hospital, el “factor miedo” es uno de los que más interfiere en el desempeño de un estudiante frente a una situación complicada. Hasta provoca errores.
“El riesgo, una situación complicada, pueden provocar miedo y el miedo puede hacer incurrir el estudiante en errores, que deben ser evitados lo más posible”, explica Jácome. Los muñecos sirven al estudiante para intervenir de forma segura frente a una situación difícil que, en sus prácticas profesionales con pacientes del hospital, no podría presenciar por su falta de experiencia.
Enrique Terán, director del Hospital de Simulación, concuerda en que el uso de estos maniquíes de alta fidelidad permite a los estudiantes vivir experiencias únicas frente a situaciones críticas a las que nunca podrían acceder en normales prácticas hospitalarias. “En la formación clásica de medicina, lo que pasaba es que no todos podíamos intervenir sobre el mismo paciente. Además, no siempre se tenía la disponibilidad de pacientes o la predisposición de los mismos a hacerse controlar por un estudiante.
Por ejemplo, en el caso de una mujer embarazada, los estudiantes pueden tener acceso a partos en condiciones normales. Pero no pueden tomar parte a partos difíciles, en los cuales haya pérdida de pulso del bebé por ejemplo, o la vida de la madre esté en peligro. Con los simuladores todo esto cambió”, explica Terán.
Los robots, que son todos inalámbricos y por esto pueden ser desplazados (es posible recrear accidentes de tránsito), pueden simular innumerables escenarios. Los profesores del hospital reciben preparación técnica para manejar las computadoras ya que el “diseño de la simulación” es bastante complicado. Los profesores programan el escenario para que sus alumnos la resuelvan y estén preparados a reconocer la respuesta clínica que debería dar un paciente a una u otra acción.
“Si por ejemplo el paciente presenta un paro respiratorio debido a una reacción alérgica, el estudiante puede “inyectarle” insulina. Los muñecos tienen chips, posicionados en varias regiones del cuerpo, que ‘reconocen’ una u otra medicina; solo acercándoles el medicamento (que también contiene un chip), el paciente responde positivamente o negativamente”, explica Jácome.
Fernando Jácome es quién programa los escenarios clínicos de los robots para las prácticas de los estudiantes. Para ingresar a las diferentes salas del hospital de simulación, es necesario ponerse bata y guantes de silicona. El espacio es dividido por especialidades médicas, como cardiología, cuidados intensivos, pediatría y ginecología. Cuenta adicionalmente con un robot que simula cirugías laparoscópicas, es decir mediante el uso de una micro-cámara que guía el cirujano el la intervención interna en el paciente.
Sin embargo, el acceso a los simuladores de alta fidelidad es gradual. En los primeros años de la carrera, los futuros médicos practican únicamente sobre brazos u cabezas, tomando los signos vitales. Sucesivamente empiezan a aplicar su conocimiento sobre los robots completos. El simulador de cirugías laparoscópicas es empleado por estudiantes de la especialización o por los mismos cirujanos del hospital, “quienes quieren ganar seguridad y experiencia, así como mejorar sus destrezas”, explica Enrique Terán.
Una inversión satisfactoria
La implementación de simuladores de alta fidelidad es una necesidad que surgió entre los docentes de la Facultad de medicina de la USFQ frente a la dificultad de acceso a los pacientes que se vive desde aproximadamente 10 años, explica Enrique Terán.
Hace dos años, se consideraba que la clínica universitaria, por ser una institución privada, carecía de espacios en los cuales los estudiantes pudieran hacer sus prácticas sobre pacientes. El traslado desde los edificios de la USFQ hacia el hospital de los Valles resolvió temporalmente el problema y la adquisición de los simuladores lo hizo completamente.
El hospital de simulación fue inaugurado en septiembre 2013 y actualmente es uno de los más completos de la región. Según Terán, muchas otras facultades universitarias cuentan actualmente con simuladores pero se trata “de piezas sueltas, brazos, cabezas; el nuestro es el único centro que cuenta con tanta diversidad de muñecos y de un ambiente que se asemeje a él de un verdadero centro de salud”.
La adquisición de los simuladores, de la marca Laerdal, fue bastante onerosa. La inversión rodea los USD 450 000 pero, asegura Terán, los “beneficios tanto por los estudiantes como por los médicos del hospital son incuantificables”.
Para amortiguar el costo, la facultad organiza encuentros para los médicos del Hospital de los Valles y cursos de primeros auxilios para la comunidad. “Necesitamos generar ciertos recursos, pero más que todo mantener un balance positivos para mantener en buen estado los equipos y comprar nuevos simuladores”, explica Terán.
Proyectos futuros
“Se vuelve un circulo vicioso”, admite Terán, contando que desde el próximo año el hospital contará con otros dos simuladores de alta fidelidad, un “niño” de aproximadamente 12 años, un simulador de cirugía dinámico y varias cabezas.
En el caso del robot niño, se trata de una implementación que surge de la necesidad de experimentar más sobre niños de esa edad. Terán explica que en el país no se incursiona mucho en la pediatría infantil en ese rango de edad. “Se sabe mucho de adultos y bebés, pero de niños en edad de pre-adolescencia no mucho”, añade el doctor.
El simulador dinámico, sirve en la simulación de cirugías. El robot con él que ya cuenta el hospital es estático; el dinámico, al contrario, tiene varias funciones, como la simulación de temblores, y permite al cirujano “sentir” la presión de los órganos y los movimientos naturales de un cuerpo humano.
Adicionalmente, el hospital de simulación integrará nuevas cabezas robóticas que servirán para la simulación ocular y de oído. “Los estudiantes podrán resolver escenarios de inflamación del bulbo ocular o problemas del canal auditivo, patologías difíciles de observar y curar en prácticas con humanos”, explica Terán.