Por qué los niños disléxicos leen mal

El cerebro de los niños disléxicos no procesa el sonido del mismo modo que aquellos que no padecen el trastorno. Investigadores de Estados Unidos descubrieron que la forma en que el órgano decodifica lo que oyen es inestable e irregular. La buena noticia es que la alteración puede ser corregida.

Para la mayoría de los niños aprender a escribir es un proceso que se desencadena casi naturalmente, pero en hasta uno de cada 10 casos se vuelve una verdadera lucha. La dislexia, uno de los trastornos neuropsicológicos más frecuentes, afecta a nivel mundial a entre el 3 y el 10% de la población.

En Uruguay se estima que 150.000 personas padecen del trastorno. Desde hace décadas se sabe que es independiente del nivel de inteligencia (Einstein lo padecía) y que tiene cierta vinculación con la audición y la atención de las personas. Ahora, investigadores de la Universidad Northwestern (Estados Unidos) aseguran haber descubierto un mecanismo biológico que juega un rol clave en su desencadenamiento.

"Es algo comúnmente aceptado que muchos `malos lectores` tienen dificultades en el procesamiento auditivo (recuerdo, secuenciación, ritmo y/o identificación de sonidos). Nosotros descubrimos que esas personas tienen, a nivel cerebral, respuestas inestables o `inconsistentes` frente a los sonidos", dijo Nina Kraus, investigadora y autora principal del estudio.

"Descubrimos una relación sistemática entre la habilidad para leer y la consistencia con la que el cerebro decodifica los sonidos", agregó Kraus, quien es profesora de Neurobiología, Fisiología y Comunicación. Los resultados del estudio fueron publicados ayer en The Journal of Neuroscience.

EL ESTUDIO

Como parte de su trabajo los científicos registraron la actividad del cerebro de 100 niños en edad escolar. En concreto, analizaron las ondas cerebrales que se creaban cuando ellos escuchaban un discurso determinado, simulando la exposición de una maestra durante el tiempo de clase. Los pequeños que mejor leían eran los que mejor codificaban el sonido.

Los técnicos se centraron en la consistencia de la codificación, es decir, analizaron en qué medida se mantenía estable y constante la traducción que el cerebro hacía de los sonidos. Los niños que leían con más dificultades tenían un proceso de codificación más inestable. La respuesta frente a los sonidos se estabilizaba cuando los chicos aprendían a conectar correctamente los sonidos y los significados.

Felizmente, indicaron los investigadores, Biología no es sinónimo de Destino. En una segunda prueba los científicos demostraron que esa carencia en la forma de codificar el sonido podía ser modificada y superada a través de ejercicios y experiencias prácticas reiteradas.

Durante un año los niños asistieron a clase con un dispositivo que transmitía directamente a sus oídos lo que la maestra iba dictando. Para las vacaciones de fin de curso habían mejorado no solo el nivel de lectura sino, más profundamente, la forma en que su cerebro decodificaba los sonidos, especialmente las consonantes.

Las personas disléxicas no suelen tener problemas para codificar los sonidos de las vocales, porque son relativamente simples y largos. Son los sonidos de las consonantes (más cortos y acústicamente más complejos), los que les resultan más difíciles para categorizar, comentó Kraus.

"El uso de los dispositivos hizo que los cerebros de los niños se focalizaran en los sonidos que eran más relevantes durante la clase y quitaran atención a otras distracciones externas", contó Kraus. "Después de un año de utilizarlos, los chicos afinaron su sistema auditivo y dejaron de necesitar la asistencia del equipo. Además conservaron su avance a nivel auditivo y cerebral", agregó.

Consultada sobre si consideraba que la técnica podía ser generalizada como una herramienta de tratamiento para niños con dislexia, la especialista fue optimista y dijo a El País que es posible que así sea.

A FUTURO

"Entender este mecanismo biológico que se utiliza para leer nos ubica en una mejor posición tanto para comprender cómo se produce el aprendizaje normal como para mejorarlo cuando se altera", apuntó Kraus.

"Nuestros resultados sugieren que los buenos lectores se benefician de una representación estable del sonido a nivel cerebral, y que los niños con respuestas neuronales inconsistentes están en desventaja al momento de aprender a leer", agregó la investigadora. La buena noticia es que esa consistencia en la respuesta puede ser mejorada con entrenamiento auditivo.

Estudios anteriores habían demostrado que la habilidad para leer estaba asociada con habilidades auditivas, la memoria y la atención, así como la capacidad para categorizar los sonidos registrados. La investigación dio un paso más.

Los resultados forman parte de un proyecto de investigación a largo plazo que busca identificar en niños preescolares cuáles tienen tendencia a la dislexia. "Quisiéramos predecirlo a una edad temprana, comenzamos el estudio con chicos de tres años", contó Kraus. Otra línea de investigación analiza, en escuelas públicas, la viabilidad de utilizar música para ayudar a mejorar las habilidades de lectura.

La cifra

3% A nivel mundial la proporción de ciudadanos con dislexia va del 3 y al 10%.

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