La anestesia no es necesaria en esta operación. Al menos no en altas dosis. Bajo las luces del quirófano, el paciente permanece despierto mientras los cirujanos extraen el tumor que se aloja en su cerebro.
¿La razón? Cuando se trata de extirpar tumoraciones ubicadas en áreas riesgosas, que comprometan el lenguaje, la movilidad, la vista, la audición, la sensibilidad y la memoria, el paciente es la mejor guía para evitar trastornos irreversibles. El neurocirujano Mario Izurieta, director del área de neurocirugía del hospital Luis Vernaza de Guayaquil, explica que la craneotomía con paciente despierto es una técnica de mínima invasión que permite sacar la mayor parte del tumor, sin hacer daño alguno a la persona. “En una ocasión una paciente presentó problemas para hablar, no lograba coordinar sus palabras. Otro sintió la mano pesada”. Las zonas de intervención estaban muy cerca a las áreas del habla y del movimiento, respectivamente. Pero ambos lograron expresar lo que sentían en la operación y los cirujanos tomaron otra ruta para la extracción. “Hubiera sido difícil, imposible identificar el riesgo si estaban dormidos”.Tres o cuatro inyecciones con un medicamento anestésico son suficientes para bloquear ciertos nervios que se irradian sobre el cuero cabelludo. De esta forma, al momento de la incisión, no hay dolor. Ese es el primer paso. Con la ayuda de equipos especiales se abre la piel y la duramadre, que es la capa que envuelve al cerebro. El craneótomo eléctrico es la herramienta que corta el hueso. Con este aparato se hace un agujero y en cinco minutos se secciona el cráneo. En la pantalla de un computador se traza la ruta para llegar al tumor. Esto a través de una resonancia, un examen que permite obtener la ubicación exacta de la carnosidad. Para comenzar la labor de extracción, que puede durar entre dos y tres horas, los médicos utilizan un microscopio y pinzas milimétricas.El tamaño de un tumor cerebral varía entre uno y 20 centímetros. La dificultad al momento de la cirugía está en su tipología. Algunos son fibrosos, similares a una pelota de pimpón. Otros son más vascularizados y causan mucho sangrado. Y aquellos que se funden con el tejido cerebral son más riesgosos, pues su extirpación puede implicar daños severos. Izurieta señala que las áreas de desarrollo del ser humano apenas ocupan entre el 10 y 15% de la masa cerebral. Gran parte de esas habilidades se ubican en la circunvolución frontal, como el área motora, que ocupa una banda vertical que va desde la parte superior del cerebro hasta el inferior. Debajo de esa banda está el área del lenguaje. Y detrás del área motora hay otra banda que controla la sensibilidad. En la parte inferior del área sensitiva, separada por un surco, está el área auditiva. En su extremo se localiza el área de la memoria. Y cinco centímetros detrás de ella hay una conexión con el nervio óptico. El resto del tejido (lóbulo frontal, partes del lóbulo temporal y secciones del lóbulo parietal, puede ser removido sin que haya cambios. Hasta ahora se han realizado seis cirugías de este tipo en el Luis Vernaza. ‘Claudia’ fue la última paciente que se sometió al procedimiento. Ella tiene 68 años y tras una resonancia se le detectó un tumor justo delante del área del movimiento. Su operación duró casi dos horas y no tuvo complicaciones. Ahora se recupera en la cama 3 del área de neurocirugía del hospital.