En las tardes de intenso sol los niños acuden a la plaza de San Blas para jugar con los chorros de agua que saltan del piso. Las risas de los infantes se escuchan en medio del ruido de los buses y el aire de modernidad que el lugar tiene.
Pero para Hernán Boada, presidente de la Sociedad de Ciegos de Pichincha, la plaza le ofrece una realidad distinta. Lo primero que advierte Hernán, antes de cruzar solo, es que la ausencia de veredas causa en las personas ciegas desorientación, para ellos es difícil saber si están en la parte peatonal o en plena vía de los vehículos.
El bastón para ciegos choca con los pilares que impiden que los vehículos salgan de su carril. Justo frente a la iglesia, uno de los pies de Hernán se enreda con un cable que sale del piso. Boada tropieza pero enseguida recupera el ritmo de su caminata. Intenta guiarse por el sonido de los vehículos, pero el ruido es tal, que Hernán fácilmente se desorienta.
Un hombre que se ha dado cuenta de la situación lo toma del brazo y lo ayuda a cruzar el primer tramo, desde la iglesia hasta la estación del trolebús que está ubicada donde termina la calle Montúfar. Boada se vuelve a quedar solo, su bastón tantea el piso y le es muy difícil detectar una cinta amarrilla de peligro que forma un cuadrado a más o menos un metro del piso para proteger un tubo que está en reparación. Hernán bordea la cinta y antes de llegar a la Guayaquil, su secretaria tiene que agarrarlo del brazo y alejarlo de una peligrosa alcantarilla.
La secretaria de Hernán guía el bastón de la persona con discapacidad hacia el agujero, para que este tenga una idea de lo que podía pasarle sin ayuda, una ayuda que por cierto, pocas veces está a la mano, según cuenta Boada.
Pero ahí no termina el paseo, las obras que se realizan sobre la calle Guayaquil son obstáculo difícil de sortear para estas personas y en la ruta aprovecha para señalar sus mayores enemigos en el Centro Histórico, a los cuales llama los rompecanillas: se trata de los tubos que se colocan en las veredas para evitar que los vehículos invadan la vereda.
El paseo por el Centro termina en un café y un sánduche. Hernán dice que le va a pasar el susto de transitar en las calles.