La sala de Emergencias del Hospital San Francisco cuenta con equipos de última generación. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
La unidad de Emergencias luce semivacía. Solo algunos de los cubículos, que cuentan con equipos de última generación, están ocupados por pacientes y enfermeras del Hospital San Francisco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, en Carcelén, al norte de Quito.
“Cuando la sala de Emergencias es eficiente debe mantenerse vacía para recibir a pacientes, en esta área nunca pueden estar llenas las camas”, sostiene el médico Rubén Guamangallo, jefe de Emergencias.
Diariamente en esta unidad hay cuatro médicos generales y cinco pediatras que atienden en consulta rápida 400 pacientes cada día, 12 000 al mes, 144 000 al año.
Por la creciente demanda los galenos deben priorizar los casos más graves. Los más recurrentes son los traumas craneales, policontusos, cortados, amputados, en general causados por accidentes de tránsito o de trabajo. Y en estos últimos seis meses aumentó el síndrome coronario, es decir los infartos y problemas cardiológicos.
¿Cuál es la causa? “Es la mala alimentación, debido al consumo de comidas rápidas, a lo cual se suma una disminución de la actividad física, el estrés”, explica Guamangallo.
Cuando el Hospital abrió sus puertas, en 2012, se atendían en promedio 60 personas al día. En tres años la demanda se multiplicó. En promedio, cada doctor tarda 20 minutos para examinar un paciente, luego de un proceso de admisión que está totalmente digitalizado.
El 45% de atenciones son pediátricas, a niños y adolescentes. Es jueves, cerca del mediodía. En el área posterior de esta sala, de unos 15 metros de largo, funciona la unidad de Pediatría, que contrasta con el resto del piso: tres de sus cinco consultorios, equipados con monitores y camas, están ocupados por niños.
En uno de ellos está una infante de siete años, acompañada por su madre, Angélica Loya. Aunque llegó al Hospital la noche anterior, solo pudo ingresar a Emergencias para ser atendida la mañana siguiente, a las 07:48. “Llegamos desde Amaguaña a las 6 de la tarde pero no había camas, nos tocó esperar hasta hoy”.
Su hija tenía una infección de las vías urinarias ocasionada por una malformación congénita en uno de sus riñones. Por esta misma causa ya estuvo hospitalizada entre el 18 y 22 de abril pasados en este mismo centro. En esta ocasión, en Emergencias le controlaron la infección y las siguientes horas esperaba ser internada.
La niña puede atenderse en este Hospital, en vista de que su madre, que trabaja en quehaceres domésticos, es afiliada al IESS. Desde 2010 los hijos de los asegurados menores de 18 años reciben atención gratuita de salud. “Me dijeron que era para cirugía pero tengo la cita con el urólogo para el 1 de junio; entonces la pediatra de este Hospital me dijo que esperemos que no le vuelva a dar un cuadro infeccioso nuevamente, pero pasaron justo 14 días y volvió a recaer”, comenta Loya.
Diariamente en esta unidad cinco pediatras atienden en promedio 180 niños, 5 400 por mes y 64 800 por año. Según los especialistas este es uno de los centros de segundo nivel que tiene atención exclusiva de Emergencia Pediátrica, al igual que el Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM).
¿Víctimas de su propio éxito? “Debido a que nuestra atención es eficiente la demanda es creciente y nos congestiona”, apunta Guamangallo, quien recalca que otro problema es la falta de un conocimiento adecuado de la población sobre las dolencias que realmente requieren ser tratadas como urgencias, que pueden ser solventadas en los centros de primer nivel.
Pero la gratuidad no solo amplió la cobertura de salud. Aumentó el déficit del IESS. Eso, al menos, señala un informe presentado en noviembre de 2014 por Felipe Pezo, miembro del Consejo Directivo del organismo. Hasta diciembre de 2013, se registraron 3,9 millones de hijos de los afiliados menores de 18 años. La población cubierta llega a 4,7 millones (2013).
“Al no cotizar ninguna prima al seguro general de salud contribuyen con el déficit”, destacó Pezo en su reporte. Para corregir ese desfase propuso que se les cobre a los afiliados un porcentaje del 0,40 al 0,50% sobre el salario del afiliado. Con ello el aporte del asegurado al IESS subiría del 9,45% de su salario al 9,85 o 9,95%.
En el HCAM
La demanda de los servicios de Emergencia también es vertiginosa en el HCAM. Según datos oficiales, en 2013 atendieron
136 528 emergencias, de las cuales 14 016 fueron pediátricas (11%). En 2014 se reportaron 138 047, con un registro de 14 417 pediátricas.
El miércoles 6 de mayo este Diario estuvo en las afueras de la sala de Emergencias y recogió testimonios de familiares de niños que eran atendidos o esperaban un turno.
Una de las más angustiadas era Marlene Condoño, quien llegó a emergencias con su hija Verónica, de 15 años. “Nos atendieron rápido; a mi pequeña le diagnosticaron un cálculo en el riñón en una clínica al sur de Quito, acá me dijeron que tienen que repetirle los exámenes. Mi marido es afiliado por eso nos atendieron… afuera me iban a cobrar USD 1 500 por la operación”.
En las afueras de Emergencia Pediátrica, también estaba Mélida González. Ella es abuela de Damián Cadena, un niño con discapacidad, que estaba internado en el Hospital del Sur Enrique Garcés. “Ayer nos dijeron que le daban la transferencia al Hospital del Seguro porque la mamá y el papá tienen afiliación; y aquí ya nos están tramitando la solicitud”. Damián sufría de una aguda infección en su pierna derecha a causa de un absceso que empezaba a comprometerle el hueso. “Llevamos nueve días en esto en el Hospital del Sur, otra cosa es verle al niño, que está acompañado por su mamá, mientras su padre realiza los trámites para concretar el traslado”.
A pocos metros de ahí, en la sala de espera estaba Edwin Carrera. Él esperaba que solucionaran la situación de su hijo de 13 años (cuyo nombre pidió mantener en reserva), que se fracturó el brazo derecho durante un paseo colegial al Boliche, en Cotopaxi. Primero fue atendido en Lasso, posteriormente pasó al Baca Ortiz, donde le dijeron que no podían examinarlo porque los servicios estaban llenos. Entonces le transfirieron al HCAM: allí esperaba ser ingresado o remitido a una clínica privada para ser intervenido.